La guerra en Gaza se aproxima a su segundo aniversario y el mapa político de Oriente Próximo vuelve, por enésima vez, a deslizarse hacia lo desconocido tras el ataque israelí contra dirigentes de Hamás en Doha. La acción, llevada a cabo después de que el Mossad se negara a realizar una operación de asesinato sobre el terreno, golpeó al principal mediador del conflicto y encendió las alarmas en las capitales occidentales y árabes. El ataque ni siquiera consiguió el objetivo de descabezar la estructura en el exilio de Hamás matando a sus líderes.
“Todavía hay un debate sobre si fue una operación exitosa o no. Lo que está claro es que el momento elegido resulta muy problemático”, reconoce en una entrevista a El Independiente Aviv Bushinsky, ex asesor de Benjamín Netanyahu. “Se ejecutó en plena negociación con Hamás, justo después de la oferta de Trump para liberar a los rehenes. Esto puede poner en riesgo a los rehenes y dinamitar las conversaciones”, advierte.
El dilema de los rehenes
Para Bushinsky, el gran punto ciego del Gobierno es el destino de los secuestrados. “Las familias lo describen como una sentencia de muerte para sus seres queridos en cautiverio. Y la verdad es que los hechos muestran que cuanto más se avanza militarmente, más flexible se vuelve Hamás”. El riesgo político, añade, es evidente: “Sin traer de vuelta a los rehenes vivos, la gente responsabilizará a Netanyahu, sobre todo porque ya lo ven como el principal culpable del 7 de octubre”.
Desde el lado palestino, Hamás asegura que el fallido golpe en Doha -que se cobre la vida del hijo de Jalil al Hayya, el jefe negociador de Hamás- no cambia sus exigencias de alto el fuego, retirada israelí de la Franja, canje de prisioneros, entrada masiva de ayuda y reconstrucción. Fawzi Barhoum, veterano dirigente de la organización islamista palestina, precisó que la delegación revisaba una propuesta qatarí cuando se produjo el ataque y que “la postura sigue siendo la misma” pese a la muerte de miembros del movimiento, entre ellos el hijo del negociador.
Las familias de los rehenes lo describen como una sentencia de muerte para sus seres queridos en cautiverio
Un liderazgo en solitario
El golpe contra Qatar, denunciado ampliamente por la comunidad internacional, ha vuelto a colocar el foco esta semana en Netanyahu, el político que ha dominado la escena israelí durante las últimas décadas, logrando siempre sobreponerse a los reveses. “Netanyahu manipula al ejército, toma las decisiones en solitario. Es un one man show. En una democracia normal lo llamarían dictadura, pero en Israel se justifica porque tiene experiencia y, a veces, ha resultado tener razón cuando todos se equivocaban”, sostiene Bushinsky. Ese estilo personalista, afirma, ha elevado el nivel de riesgo: “Netanyahu está tomando riesgos enormes. Y el mayor peligro es que al final, tras tantas victorias tácticas, desde atacar a Irán hasta debilitar a Hizbulá, Israel aparezca como el gran derrotado. Nadie sabe hacia dónde nos lleva Netanyahu”, admite.
La lectura conecta con la de Amos Harel, analista del diario israelí Haaretz, que sitúa el instinto de supervivencia política de Netanyahu —y su repulsa sostenida a cerrar un acuerdo— como vectores que prolongan la guerra y hacen que “juegue con fuego”, más aún tras una acción que ha puesto en cuestión la mediación qatarí. En Estados Unidos, el entorno de Donald Trump ve el ataque como una maniobra que puede hacer descarrilar las conversaciones.
Qatar, mediador herido
Doha, anfitrión de los canales indirectos entre Israel y Hamás desde 2023, ha denunciado el bombardeo en su capital y sigue intentando sostener los puentes. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos han cerrado filas con el país.
El golpe ha tenido también recorrido en Nueva York: el Consejo de Seguridad de la ONU, con apoyo de Estados Unidos, condenó los ataques en Doha en un inusual gesto de crítica a Israel, subrayando la necesidad de desescalar, respetar la soberanía qatarí y priorizar un acuerdo de rehenes.
Europa endurece el tono
La Comisión Europea ha anunciado esta semana que propondrá nuevas medidas contra Israel, incluida la suspensión parcial del Acuerdo de Asociación y sanciones selectivas a ministros extremistas y colonos violentos. Un documento interno ya había barajado en julio suspensiones totales o parciales, y recortes a programas como Erasmus+ u Horizon. Pero el bloque está dividido: España ha defendido públicamente un parón del acuerdo en un bloque en el que también figuran Irlanda y Eslovenia; Alemania, en cambio, se opone a suspenderlo en virtud de un apoyo incondicional a Israel que procede de su incapacidad para digerir las atrocidades firmadas por el régimen nazi contra los judíos en el siglo XX.
En Israel cuanto más dura es la crítica europea, más cohesión genera
Bushinsky lee ese frente exterior en clave interna: “El aislamiento es un problema enorme en Israel. Va desde eventos deportivos y musicales hasta sanciones económicas. Y, paradójicamente, cuanto más dura es la crítica europea, más cohesión genera; muchos lo perciben como antisemitismo o como una absoluta falta de comprensión”, esboza.
Washington aprieta
La relación con Washington vive su momento más áspero desde 2023. Haaretz ha recogido el malestar de Trump y una conversación “acalorada” con Netanyahu tras el ataque en Doha. En círculos de la administración Trump se ha propagando una tesis: “Cada vez que hay avances, él bombardea a alguien”. En público, la Casa Blanca mantiene el apoyo a Israel, pero califica el golpe en Qatar de contraproducente.
Bushinsky cree que la ofensiva no puede prolongarse más allá de unos meses: “Hacia finales de año habrá que buscar un acuerdo. Israel no puede sostener política ni económicamente un control directo sobre Gaza. Además está el presupuesto y las elecciones que se avecinan, previstas para noviembre del próximo año. Netanyahu lo sabe, y también sabe que Trump ha pedido acabar la guerra antes de que termine el año. Mantener esa relación es vital para él”.
Al otro lado, voces de la oposición israelí como Naftalí Bennett abren la puerta a un horizonte de años si Israel pretende controlar Gaza tras una derrota total de Hamás. En ese escenario, advierten expertos, el escenario de la insurgencia y el coste internacional complicarían el panorama actual de Israel.
¿A dónde conduce el escenario actual?
La fotografía que emerge tras Doha es el de una guerra sin horizonte claro y con un mediador herido, una Unión Europea que avanza hacia medidas punitivas, aunque fracturada. Hamás, por su parte, se aferra a sus líneas rojas y no concede que el golpe cambie su negociación.
En Israel, la pregunta vuelve una y otra vez: ¿hacia dónde se dirige el país? Bushinsky no titubea: “Nadie sabe hacia dónde nos lleva Netanyahu”. Entre los rehenes y la promesa de “destruir a Hamás”, el primer ministro ha hecho de la ambigüedad su método y del riesgo su marca. La cuenta atrás, sin embargo, corre en su contra: sin rehenes vivos en casa, cualquier victoria militar puede convertirse en derrota política.
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