Han pasado cincuenta años desde que España abandonó el Sáhara Occidental. Medio siglo después, los nietos de aquel exilio —jóvenes nacidos en campamentos, ciudades españolas y diásporas cruzadas— no reclaman ayuda. Exigen responsabilidad. El deber pendiente del que ha huido una y otra vez la clase política que ha dirigido el país desde la transición que precipitó la muerte de Franco. La memoria familiar, la experiencia con una administración que les trata como extranjeros -cuando son descendientes de la provincia número 53 de España- y la lucha cotidiana sostienen un discurso que ya no es humanitario, sino político.
Taleb Alisalem no habla de militancia como elección. Lo formula como condición vital. “No solo soy nieto del exilio, también soy hijo del exilio”, afirma. “El trabajo que hacemos, el activismo, la lucha, continuar con ese ejercicio de la resistencia no es una elección que nosotros tomemos, sino que es fruto de haber nacido en medio de un conflicto que condiciona nuestra vida y que la marca para siempre”, reconoce en conversación con El Independiente. Por eso, dice, “el ser hijos del exilio también nos condiciona a mantener esta lucha y a llevar la resistencia allá donde podamos”. Desde principios de noviembre Taleb se halla en Japón difundiendo la causa de la última colonia de África, un territorio no autónomo que sigue esperando.

La derecha habla de Venezuela mientras guarda silencio cómplice con Marruecos. La izquierda habla de Palestina, pero se olvida de que tienen una responsabilidad directa con el pueblo saharaui
En su relato, el vínculo con España se establece directo, sin medias tintas: “Mucha gente ha entendido la cuestión del Sáhara occidental como una cuestión de solidaridad, una cuestión humanitaria, cuando es una cuestión de responsabilidad y es una cuestión política”. No hay rencor, insiste: “Yo admiro a mi pueblo porque no hay nada de rencor hacia España”. Pero sí un mandato: “No pedir solidaridad ni robar limosna, sino exigir responsabilidad a los políticos españoles”.
Cuando repasa los nombres de los presidentes españoles, la enumeración es tajante: “González, traición. Aznar, hasta cierto punto, valentía no completada. Zapatero, siervo del régimen marroquí. Rajoy, no hubo absolutamente nada. Sánchez es el presidente que volvió a vender el Sáhara Occidental después de la venta que se hizo en 1975”. Lo que le desgarra, dice, es la inercia compartida: “La derecha habla de Venezuela mientras guarda silencio cómplice con Marruecos. La izquierda habla de Palestina, pero se olvida de que tienen una responsabilidad directa con el pueblo saharaui”. El resultado es un denso silencio, el habitual cuando algo incomoda tanto a ambos lados que se decreta un olvido pactado y unánime.
Taleb arguye que el olvido no es espontáneo: “Hay un olvido colectivo intencionado”. Pero tampoco se rehuye la autocrítica: “Desde nuestro liderazgo político se ha aceptado que desde España se convierta la cuestión saharaui en una cuestión únicamente humanitaria. Se ha abandonado ese trabajo político, de presión mediática. Podríamos hacer muchísimo más”.
El treintañero, instalado en España, nació en la hamada argelina, más de una década después de que el último Gobierno franquista -con el apoyo del entonces príncipe Juan Carlos- abandonara a su suerte el entonces Sáhara España. Su madre es la huella más profunda de la historia heredada: “Mi madre siempre cuenta la misma historia: los españoles desaparecieron en cuestión de días; el aeropuerto de El Aaiún colapsado; los aviones de Iberia llevándose a todos los españoles; la gente huyendo sin saber qué pasaba. Luego, Marruecos bombardeó Mutraiga con napalm y fósforo blanco. Mi tía perdió a sus dos hijas gemelas. Todo esto fue por una decisión tomada en Madrid”. Taleb no cede en el diagnóstico: “La clave está en Madrid. España puede resolver este conflicto si realmente hay una intención política”.
“Somos hijos de españoles y la administración nos trata como apátridas”
Fatma el Galia, abogada recién estrenada su cuarta década de vida, forma parte de la generación que creció en España, a caballo de los campamentos y la potencia administradora del territorio que señala el derecho internacional pese a que los sucesivos Gobiernos españoles hayan tratado de renegar de tal condición. Su tono es sereno, pero firme: “Los jóvenes saharauis han demostrado que son el futuro y la continuación de esa generación que inició el exilio”. Desde su despacho, suena decidida: “El Sáhara será independiente”.

El causante del sufrimiento del pueblo saharaui es el Estado español
Su relación con España no es abstracta. Es íntima y contradictoria: “España no es cualquier país para nosotros. España ha sido nuestra colonia, el país con el que tenemos muchísimos lazos: culturales, de identidad, de idioma, lazos familiares”. Por eso el sentimiento, dice, es “indignación”. “El causante del sufrimiento del pueblo saharaui es el Estado español”, advierte.
Fatma, letrada experta en extranjería, litiga con esa historia todos los días: “Los saharauis somos inmigrantes de segunda en el territorio español, cuando paradójicamente hemos sido y somos españoles de origen”. Y detalla el mecanismo: “La Administración española tiene una práctica reacia a que el ciudadano saharaui se establezca en España. Es doloroso que de ser ciudadanos españoles de origen tengamos que ser apátridas ante una administración que nos ha considerado como ciudadanos españoles de pleno derecho”.
Fatma -una madre coraje de las que no se vencen ante los obstáculos, por duros que resulten- detalla trabas precisas: “El no reconocimiento de la documentación de la República Árabe Saharaui, el no reconocimiento del nombre, de los apellidos, de los lugares de nacimiento. Son trabas intencionadas”. Y vuelve a la herida: “Es doloroso cuando viene del Estado que realmente te ha nacionalizado y ha nacionalizado a tus padres”.
“La única solución legítima es que nos pregunten”
Fati Jadad, hoy profesora de Economía en un instituto madrileño, nació en los campamentos y creció en España tras ser beneficiaria del programa “Vacaciones en paz” que desde los 80 ha servido para mantener los vínculos y la memoria. Su afirmación de partida es simple: “Este conflicto solo se resolverá si nos preguntan a los saharauis qué es lo que queremos ser”. Lo repite como principio y advertencia: “Durante estos 50 años, han estado eligiendo por nosotros. La única solución es que se aplique la legalidad internacional y que sean los saharauis quienes decidan su futuro”.

Tenemos una misión: dar visibilidad a nuestro pueblo para que el olvido no acabe imponiéndose
Su memoria personal es un mapa del exilio: “Nací en los campamentos, pero desde niña eres consciente de la guerra. Sabes que has nacido en Argelia pero que es un territorio prestado”. “No me gusta presentarme como activista”, dice, pero reconoce el mandato de la diáspora: “Tenemos una misión: dar visibilidad a nuestro pueblo para que el olvido no acabe imponiéndose”.
Sobre España y su responsabilidad, es directa: “España sigue teniendo una responsabilidad legal, histórica y moral”. Y sobre el histórico cambio de posición de Pedro Sánchez en 2022 no duda: “El presidente español decidió de forma unilateral abrazar la propuesta de Marruecos sin tener en consideración ni al Congreso ni al Senado. Eso no cambia la naturaleza jurídica del territorio: el Sáhara Occidental sigue siendo un territorio no autónomo, pendiente de descolonizar”.
La resistencia como herencia
Fati hace un llamamiento a quienes en España sí han estado cerca, incluido aquellos socialistas que han pertenecido a las redes de solidaridad y que hoy se hallan ante la contradicción de militar en un partido que ha optado por sucumbir a Rabat: “A quienes han estado con nosotros 50 años, les pido que no permitan que ningún Gobierno imponga el olvido. No es justo”.
Taleb lo formula sin solemnidad: “Seguimos manteniendo esa resistencia”. Y se atreve a algo más: “Creo que nos encontramos en el último capítulo de esta causa”. Fatma añade la línea que sostiene todo: “Mientras exista un solo saharaui, la causa continuará”. Fati lo condensa en una frase que es grito, memoria y destino: “Nuestras madres no se arrodillaron ante un rey déspota y nosotras tampoco”. Medio siglo después de travesía por el desierto, la reclamación es alta y clara: no es una llamada a la solidaridad, sino a la responsabilidad. Y el camino sigue pasando por Madrid.
Te puede interesar
Lo más visto
Comentarios
Normas ›Para comentar necesitas registrarte a El Independiente. El registro es gratuito y te permitirá comentar en los artículos de El Independiente y recibir por email el boletin diario con las noticias más detacadas.
Regístrate para comentar Ya me he registrado