Ábalos pasa en la cárcel un frío que es, en realidad, simplemente el frío del mundo, algo que él ya no recordaba. Eso, el frío y no el miedo ni la incredulidad, debe de ser lo primero que uno siente cuando sale de la manta del partido, la manta de tirar de la manta o la manta de las amantes. Ahora, esas amantes, novias y viudas de Ábalos, leves y sucesivas (son como la misma hoja vegetal en diferentes estaciones de la vida) hacen cola o jardín junto a la cárcel de Soto del Real, como antes lo hacían en los medios, o lo siguen haciendo. A Andrea, otra ex que nunca pareció novia, sino una muñeca japonesa, casi no la recordábamos hasta que apareció en la cárcel con un cestillo lleno de compasión como de confitura. Parece que a Ábalos no le queda nadie, todos están en el pasado, como las mujeres de su vida, esas mujeres que a veces eran, ciertamente, de calendario. No le quedan amigos, ni jefes, ni aliados, ni brazos de los que fue mano derecha, ni partido del que fue secretario de Organización, ni bancada que le aplaudía como a un banderillero gordo. Sólo novias póstumas y tristes, que tienen que hacer de novia siendo ya ex, o tienen que hacer de hermana sin ser hermana. Eso, y un hijo que ahora se nos ha aparecido como un heredero o como un aparcero. Le podría haber dedicado Ábalos un vídeo de presentación, apoyo o autobombo, como el del rey Juan Carlos.

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En la cárcel, ese infierno sin techo, hace mucho frío y quizá por eso Ábalos no puede hablar por él mismo, que está entre resfriado y alma en pena. Es a través de ellos, pues, viudas, hijos y albaceas, todos de luto, que habla ahora Ábalos, no ya como si estuviera en la cárcel sino como si estuviera al otro lado de la ouija. Víctor Ábalos, que ya viene como con castillo, herencia o monstruo de Frankenstein, ha ofrecido una entrevista a El Mundo en la que quiere salvar la memoria o el alma de su padre y en la que acusa a Sánchez un poco melodramáticamente, más con guante y espada ropera que con datos y pruebas. Ábalos también se está haciendo su relato, claro, y creo que ha optado por la pena, con ese frío entre mantas (ese frío que no pueden quitar las mantas, la tiritona del desahuciado), con esa soledad entre viudas, que a pesar de todo aún le llevan viandas como pastorcillas, y con esa figura del hijo defendiendo el blasón, o más bien el blasón defendiéndose a través del hijo, ya digo, como el rey emérito, que a lo mejor también pasa frío en Abu Dabi, un frío no como de estar sin hijo o sin corona sino como de estar sin jamón.

Ábalos, como Koldo, habla en los medios un poco póstumamente, como una psicofonía, o habla a través de la familia, que está entre familia folclórica y familia de La casa de la pradera. El caso es que ninguno de los dos compañeros de celda lo quiere hacer ante los jueces o los fiscales, con los que no suelen valer las lágrimas ni el espiritismo. De momento, los dos están más con el relato que con los beneficios penitenciarios, un poco para acojonar a Sánchez y un poco para tener aún una salida (tirar de la manta es irreversible). En el relato, Koldo yo creo que aún va de duro (comparten celda y consecuentemente frío, pero Koldo no da eso como titular, sino que saca a Begoña de comisionista). Ábalos, sin embargo, juega a ser el más achuchable del Peugeot, al que han perdonado incluso las ex, las viudas y los hijos más o menos pródigos. La defensa del hijo es un poco esa, que se aprovecharon de su padre, que lo metieron en una estructura ya montada y que lo demás es debilidad de carácter o debilidad de la carne, confundida y confundible quizá con debilidad ante las chistorras.

Le podría haber dedicado Ábalos un vídeo de presentación, apoyo o autobombo, como el del rey Juan Carlos

Ábalos y Koldo todavía están midiendo su fuerza, su resistencia, su inventiva o nuestra paciencia, todavía se hacen los inocentes, las huerfanitas o incluso los héroes. En la Moncloa no asustan los titulares llamativos (no les asusta la verdad probada, les van a asustar las acusaciones de oídas), no les asusta Ábalos haciendo de piltrafa o de segundón, con su cosa de árbitro comprado, ni Koldo hablando de lo que le dijeron que dijo alguien. Asusta lo que hay grabado y lo que hay en papeles, y mientras eso no se saque estamos de telenovela familiar o de carceleras folclóricas. Lo del hijo, como si fuera el hijo de una criada, es una jugada melodramática. Es también la jugada que ha querido hacer don Juan Carlos, sacar al hijo con fondo de banderón de fragata y de democracia otorgada, sólo por vender su libro heroico como Ábalos está vendiendo su inocencia heroica.

El hijo del ministro, el padre del rey… Vende el hijo, vende el padre, vende el viejo con su historia y vende el héroe con sus debilidades, y así están vendiendo lo suyo, ya ven, desde Soto del Real o desde Abu Dabi. La verdad es que don Juan Carlos sigue pensando que su hijo Felipe VI no defendió suficientemente sus fueros y pernadas campechanos y sueltecillos, y la verdad es que uno sigue pensando que don Juan Carlos fue más como el santo con perejil y bollones dorados que sacaron en la Transición para que le rezaran los beatos, mientras Suárez y Torcuato Fernández Miranda hacían realmente la democracia, la ciencia, la sociología y el heroísmo, por debajo. Como sigue pensando uno que ni Ábalos ni Sánchez podían ser tan ingenuos ni tan bobos, porque ya sabemos que esa gente, en política, no llega a nada. Ábalos y Koldo están sacando ahora fríos bohemios, mantas maragatas, titulares escandalosos, hijos perdidos, gemelos secretos, novias casi incestuosas, viudas con piel de papel… Siguen con el relato literario y a lo mejor hasta publican un folletín exculpatorio como el emérito, con banderón y mausoleo. Cuando hablen ante el juez o los fiscales, si lo hacen, ya será otra historia.

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