La ministra de Defensa, Margarita Robles, inaugura este miércoles en el Museo Naval la exposición La bandera que vino del mar. Los colores que nos identifican, coincidiendo con el 240 aniversario del decreto de Carlos III que fijó el rojo y el amarillo como enseña de la Armada. Una muestra que recorre la evolución del pabellón nacional desde 1785 hasta su adopción popular en el siglo XIX.
Con un total de 57 piezas originales, entre ellas grandes banderas restauradas especialmente para la ocasión –como la del Crucero Reina Mercedes, de más de diez metros de largo–, el recorrido propone una lectura histórica y material de un símbolo que empezó como distintivo naval y terminó incorporándose a la vida civil. La exposición permanecerá abierta hasta el 5 de abril de 2026, en horario de martes a domingo.
Del decreto que evitó confusiones al emblema nacional
El punto de partida es el Real Decreto de 1785, mediante el cual Carlos III ordenó que los buques de guerra empleasen una bandera con tres franjas –roja, amarilla y roja– para facilitar su identificación a distancia. El documento reproducido en sala detalla la necesidad de evitar “equivocaciones” con los pabellones de otras naciones, así como la ubicación del escudo de armas en el tercio central.
El discurso museográfico recuerda que los colores elegidos tenían tradición previa en la heráldica y en la Marina: el rojo como “símbolo distintivo” en pendones medievales y el amarillo presente en los uniformes de la Guardia Real y en la arboladura de los buques desde mediados del siglo XVIII. La exposición subraya también un detalle práctico: parte de los paños utilizados para las primeras banderas procedían de las lanillas capturadas en 1780 a la flota británica en el Cabo de Santa María.
Un símbolo que se expande
La adopción de los nuevos colores se extendió pronto al resto de la Armada y, con el tiempo, a otras instituciones. El visitante puede seguir este proceso a través de reglamentos, banderas singulares y piezas de la Infantería y la Artillería de Marina, cuyos emblemas conservaron particularidades propias. Un panel recuerda la instrucción del Ejército de 1786 para unificar el pabellón en costas y plazas marítimas, un gesto que reforzó su carácter territorial.
El recorrido alcanza el Real Decreto de 1843, que igualó los colores de las banderas del Ejército, la Milicia Nacional y la Armada, consolidando la rojigualda como emblema del Estado. La muestra muestra pinturas de Isabel II y banderas del periodo liberal, donde la palabra “Constitución” ocupaba el centro del paño, reflejo del nuevo sentimiento ciudadano surgido tras la Guerra de la Independencia.
Memoria de un país: del 98 a los usos civiles
La exposición dedica también un espacio a las banderas del Desastre del 98, incluida la última izada por la Capitanía del Puerto de Manzanillo (Cuba). Tras la derrota naval en Santiago y Cavite, el arriado de la bandera en La Habana el 1 de enero de 1899 es el gesto que marcó el final del imperio español.
Otro de los núcleos expositivos conecta la bandera con su arraigo social. A partir del siglo XIX, la rojigualda empezó a aparecer en balcones, desfiles, verbenas, ceremonias religiosas y actos cívicos, integrándose en la cultura urbana y festiva. Fotografías, carteles y materiales de época documentan este proceso de popularización que convirtió aquellos colores navales en un signo compartido.
El cierre de la muestra lo ocupa la bandera del navío Príncipe de Asturias, pieza de 1794 vinculada a los combates del periodo napoleónico y conservada en la colección del Museo Naval. Su tamaño –casi cuatro metros de alto por más de seis de ancho– y las marcas de metralla visibles subrayan el valor simbólico que la institución atribuye a estas enseñas, consideradas “alma del navío” en momentos de combate.
Un programa para todos los públicos
El Museo Naval ha activado un calendario de actividades paralelas: visitas guiadas, talleres de conservación y bordado, propuestas para familias y sesiones adaptadas para personas con discapacidad intelectual o auditiva. El 27 de enero se celebrará, además, un Día del Conservador-Restaurador centrado en la protección de textiles históricos.
La exposición está organizada por el Ministerio de Defensa, la Armada y el Museo Naval, con el comisariado de José Luis Álvarez Ruiz de la Hermosa y la participación de la Real Fábrica de Tapices en las labores de restauración.
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