Hoy es considerada una obra maestra de culto, pero cuando Eyes Wide Shut se estrenó en el verano de 1999, el testamento cinematográfico de Stanley Kubrick desconcertó a muchos. Con su ambiente abrumador, su riqueza escénica y su aire de obra inacabada, era demasiado sofisticada para cumplir con las expectativas promocionales que trataban de presentarla como algo parecido a un thriller erótico. Pero con el tiempo, esta prodigiosa versión del Relato soñado de Arthur Schnitzler se posó en la sensibilidad contemporánea, hasta ser reconocida como una de las mejores películas del cineasta británico. Y dar lugar a singulares interpretaciones, entre ellas una auténtica teoría de la conspiración que asegura que Kubrick trató de denunciar crípticamente el comportamiento de la jet set del abuso y la violación encabezada por Jeffrey Epstein.
Según una interpretación difundida en redes sociales, Eyes Wide Shut no sería una ficción simbólica sino una advertencia cifrada: un intento de Kubrick por exponer la existencia de una secta pedófila real, con vínculos con el poder económico y político global. La hipótesis va más allá: el director habría sido silenciado y su película, mutilada tras su muerte.
El periodista Lane Brown ha reconstruido en Vulture el recorrido de esta teoría, desde sus versiones más difusas hasta su entrada en el debate público tras ser expuesta por Roger Avary en el pódcast de Joe Rogan hace ahora un año. Avary, productor y cineasta canadiense que ganó un Óscar por el guion de Pulp Fiction, sostuvo que Kubrick pretendía incluir una narración en off suprimida tras su fallecimiento y que la escena final –un paseo familiar por una juguetería– mostraba, en realidad, la entrega de la hija del matrimonio protagonista a la supuesta secta. Dos figurantes que se cruzan con la niña bastarían, para los creyentes, como prueba definitiva.
El figurante de pelo blanco
Brown sitúa el auge de estas lecturas en un contexto reconocible: la cultura digital del freeze frame –la interpretación exagerada de fotogramas en busca de detalles ocultos y elementos secundarios supuestamente reveladores–, el vídeo explicativo y la sospecha permanente. En ese ecosistema, Kubrick ha pasado de cineasta a presunto denunciante, y Eyes Wide Shut a documento en clave. Reddit, TikTok y YouTube han convertido cada máscara de la icónica orgía, cada color de esta abigarrada película llena de detalles y cada figurante en pistas que confirman la teoría de la conspiración.
Entre los indicios que suelen citar los defensores de la teoría –o los que juegan a defenderla por pura diversión, como parece ser el caso de Avary– figura la aparición de un hombre de pelo blanco en varias escenas secundarias. Según esta lectura, el mismo figurante estaría presente tanto en la fiesta inicial –donde aparece junto a una mujer a la que muchos ven un semiparecido con la novia y facilitadora criminal de Epstein, Ghislaine Maxwell– como en la secuencia final de la juguetería, lo que se interpreta como la prueba de una vigilancia constante sobre la familia protagonista y de la existencia de una red que opera a plena luz, camuflada entre la alta sociedad.
El artículo de Vulture confronta estas interpretaciones con testimonios directos de quienes trabajaron en la película. El productor Jan Harlan, el director de montaje Nigel Galt, el guionista Frederic Raphael, asistentes, asesores y la actriz infantil que interpretó a Helena coinciden en rechazar la existencia de cualquier mensaje oculto o conocimiento previo sobre Epstein. No solo lo niegan: consideran la teoría ajena por completo al origen del filme.
Fiel al relato de Schnitzler
La genealogía de Eyes Wide Shut resulta, de hecho, poco compatible con la hipótesis conspirativa. Kubrick llevaba décadas interesado en adaptar Relato soñado. Compró los derechos en 1970 y siempre defendió una adaptación fiel a su estructura y motivos: deseo, celos, poder y humillación. El ritual sexual enmascarado, uno de los ejes de la sospecha contemporánea, ya estaba en el texto original.
Brown subraya además que muchas de las “pruebas” citadas por los conspiracionistas –escenas supuestamente cortadas, cambios sustanciales tras la muerte del director, discusiones violentas con el estudio– no se sostienen a la luz del proceso de montaje descrito por el equipo. Según Nigel Galt, la versión estrenada es prácticamente idéntica a la última que Kubrick supervisó. Las únicas alteraciones posteriores afectaron a la censura de algunas imágenes para asegurar la calificación por edades.
La ambigüedad en la era de la literalidad
El artículo de Lane Brown no elude el atractivo de la teoría. Kubrick cultivó el silencio, trabajó con un secretismo extremo y filmó durante más de quince meses. Esa opacidad, señala Brown, ha funcionado como un vacío interpretativo que hoy se llena con fantasías retrospectivas. La ambigüedad, antes una virtud estética, se ha convertido en sospecha.
En última instancia, Vulture plantea una pregunta menos cinematográfica que cultural. ¿Qué ocurre cuando una obra deliberadamente ambigua entra en una época que exige legibilidad total? ¿Qué sucede cuando el espectador ya no tolera el misterio y lo interpreta como ocultación? Eyes Wide Shut sigue siendo una película extraña, inquietante, abierta a todo tipo de interpretaciones. La tentación de leerla como profecía o denuncia dice menos sobre Kubrick que sobre el presente: un tiempo en el que toda zona oscura parece exigir una revelación y toda ficción, una clave secreta y literal.
Te puede interesar
Lo más visto
Comentarios
Normas ›Para comentar necesitas registrarte a El Independiente. El registro es gratuito y te permitirá comentar en los artículos de El Independiente y recibir por email el boletin diario con las noticias más detacadas.
Regístrate para comentar Ya me he registrado