Las enormes diferencias entre Alemania y Francia han llevado a aplazar indefinidamente el gran proyecto de caza europeo en el que España ejercía como tercer socio, con la implicación directa de Indra. El ultimátum germano que expiraba este miércoles se cumple con la confirmación desde Berlín de que el proyecto, cada vez más incierto, se enfrenta a un aplazamiento indefinido en mitad de las disputas que libran los dos países, con intereses diferentes en cuanto al modelo y la participación industrial.
Un portavoz del Gobierno alemán ha confirmado este miércoles a varios medios de comunicación que Alemania y Francia han pospuesto indefinidamente la decisión sobre el programa de aviones de combate FCAS. "Contrariamente al plan original, a finales de año aún no se ha tomado una decisión definitiva sobre la continuación del proyecto FCAS", ha señalado un portavoz del Gobierno al sitio web de defensa hartpunkt. "El motivo ha sido la amplia agenda franco-alemana en materia de política exterior y de seguridad, que aún no ha permitido abordar la cuestión del avión de combate conjunto a nivel del presidente y la canciller. En estos momentos no podemos dar una nueva fecha para la decisión", ha añadido.
Lanzado en 2017 como la piedra angular de la autonomía estratégica europea, el FCAS -por sus siglas en inglés Future Combat Air System- debía reemplazar inicialmente a partir de 2040 a los Rafale franceses y a los Eurofighter alemanes y españoles. Concebido como un ambicioso sistema de sistemas —avión tripulado, enjambres de drones y un combat cloud de interconexión—, el proyecto de 100.000 millones de euros se ha convertido en un símbolo de las dificultades estructurales de la cooperación militar europea, con la trifulca entre la gala Dassault Aviation y la germana Airbus. La falta de consenso ya retrasó su puesta de largo para 2045 y, en busca de una fecha que sirviera para desencallar la parálisis, Berlín fijó finales de 2025 como ultimátum.
Fuentes citadas por estos medios aseguran que la continuación del proyecto ni siquiera se abordó, como se preveía, en el Consejo Europeo celebrado los pasados 18 y 19 de diciembre, en el que Macron y Mertz estuvieron presentes. Durante la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno europeos, otros temas dominaron la agenda, como la futura financiación de Ucrania.
Una pugna industrial de fondo
La decisión sobre la ejecución del proyecto debía haberse tomado inicialmente a finales de agosto, pero se pospuso hasta finales de año, debido principalmente a las diferencias sobre la participación en el proyecto de las empresas Dassault, Airbus e Indra.
La pugna entre Dassault Aviation y Airbus —a propósito del liderazgo industrial, el reparto de trabajo y el control tecnológico— ha erosionado la confianza política entre París y Berlín hasta un punto crítico.
En septiembre, tanto Dassault como un alto cargo francés deslizaron públicamente que Francia está en condiciones de seguir adelante en solitario si fracasaba la negociación trilateral. A mediados de diciembre, un diputado alemán de peso fue aún más lejos. “Francia y Alemania no necesitan necesariamente el mismo avión”, sentenció Volker Mayer-Lay, del bloque conservador de Merz, apostando por una separación de caminos: un caza francés por un lado y otro germano-español por otro.
La declaración resume un choque de fondo sobre necesidades estratégicas divergentes. París quiere un avión más ligero, apto para operar desde portaaviones y compatible con su disuasión nuclear. Berlín apuesta por un aparato más pesado, centrado en la superioridad aérea y el largo alcance. Detrás del debate técnico late una batalla industrial clásica: Dassault reclama el control del avión de nueva generación; Airbus exige un reparto real de responsabilidades y conocimiento.
España observa el pulso con escaso margen de maniobra. Socio menor del programa, con Indra al frente del pilar de sensores, Madrid depende de que el proyecto sobreviva para justificar su inversión y su ambición industrial. Pero cualquier ruptura entre Francia y Alemania dejaría a España ante un dilema estratégico de gran calado: subirse a un FCAS mutilado, buscar acomodo en un proyecto alternativo o asumir un papel aún más subordinado.
El aplazamiento anunciado este miércoles no despeja ninguna incógnita. Al contrario, refuerza la sensación de deriva. Mientras tanto, el Programa Aéreo de Combate Global (GCAP) que impulsan Reino Unido, Italia y Japón avanza con paso firme. Los tres países lo han declarado ya en varias ocasiones ofreciéndose como una alternativa abierta a nuevos socios.
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