Si se hubiese cumplido el plan inicial, el hotel llevaría ahora justo una década funcionando. Pero es que no se cumplió nada de aquel plan. Nada de nada. El proyecto se ideó a las puertas de una crisis económica que se lo llevó por delante. Y ahora el que iba a ser el gran hotel del aeropuerto de Madrid no es más que un esqueleto de hormigón junto a la salida del Metro que tiene los días contados, que está condenado a la demolición.

Aena, el gestor público de los aeropuertos españoles, quería un hotel en el buque insignia de su red. Quería un hotel en Barajas, en el propio aeropuerto, como los hay en otros grandes aeródromos de todo el mundo. Era 2007, y aún no se veía (o no se quería ver) la crisis económica que se venía.

Entonces Aena cedió una parcela de más de 13.000 metros cuadrados junto a la Terminal 2 de Barajas a la alianza integrada por la constructora Sampol y la cadena hotelera Barceló. Ambas compañías se comprometían a tener en marcha ya en 2009 un cuatro estrellas con 330 habitaciones, repartidas en seis plantas (más otras dos subterráneas para aparcamiento), y también salas de reuniones y convenciones. Se reservaban la explotación del hotel durante 40 años.

El proyecto se publicitó a bombo y platillo, se anunció una inversión de más de 50 millones de euros para poner en pie la joya hotelera del aeropuerto capitalino. Pero llegó la crisis y las cuentas empezaron a no cuadrar.

Un taxi entra en la T2 justo delante del edificio
Un taxi entra en la T2 justo delante del edificio Ignacio Encabo

Sampol (con el 81% de la alianza) y Barceló (con el 19% restante) debían pagar un canon de casi 8.600 euros al mes desde el momento mismo en que se les entregó el terreno, y el importe aumentaba a medida que avanzaran las obras. Una vez operativo el hotel –o transcurridos dos años tras obtener la licencia- las compañías debían pagar un porcentaje creciente de la facturación bruta del establecimiento (primero un 5%, al año siguiente un 7%, luego un 9%...).

Barceló se bajó del proyecto ya en 2009 y establecimiento se quedó sin grupo hotelero que lo gestionara. “La crisis económica hacía que las cuentas no salieran. Se optó por no asumir ese riesgo. Fue una salida amistosa, sin roces ni con Aena ni con Sampol”, sostienen fuentes del grupo Barceló para justificar su retirada.

En plena crisis financiera, a las puertas de la recesión económica, y con los bancos negando uno tras otro la financiación al proyecto, los plazos empezaron a incumplirse. El hotel no estuvo en 2009, ni en 2010, ni en 2011… Aena y Sampol –ya como socio único- pactaron una prórroga y la constructora se comprometió a que hotel estaría construido y en marcha en noviembre de 2012, y que sumaría un nuevo socio hotelero para explotar el establecimiento (el elegido era AC Hoteles… pero también acabó renunciando).

Ese plazo tampoco se cumplió y el gestor del aeropuerto acabó hartándose. Aena decidió ya en 2013 resolver el contrato de concesión, se quedó la fianza de 1,92 millones de euros aportada por los adjudicatarios, reclamó la devolución de la parcela en el mismo estado en que le había sido entregada más de un lustro antes y exigió a Sampol que asumiera el coste de demoler lo que había edificado (sólo un esqueleto gris con las seis plantas de lo que iba a ser y no fue).

Ése fue el comienzo de una larga batalla en los tribunales que aún colea. Una batalla en la que  en cada una de sus etapas se ha ido imponiendo Aena. Primero fue un juzgado de Primera Instancia de Madrid el que, en 2015, dio la razón al gestor del aeropuerto y sentenció que Sampol debía devolver la parcela, pagar una indemnización de 293.293 euros más otros 601 euros diarios hasta entregar el terreno y algo más de 9 millones de euros de compensación en concepto de lucro cesante. Sin embargo, le eximía de tener que costear también la demolición del edificio.

Una sentencia que, tras los sucesivos recursos de Sampol, fue refrendada primero por la Audiencia Provincial de Madrid y hace apenas seis meses también por el Tribunal Supremo. Aena se prepara para echar abajo, por fin, el hotel fantasma de la T2 de Barajas. Los pliegos del concurso público para contratar una constructora para demolerlo están redactados, ya están listos. Pero aún no el proceso de licitación aún no se ha puesto en marcha, según confirman desde el grupo aeroportuario.

Aún queda un último escollo legal. Y es que el caso se ha elevado al Tribunal Constitucional en forma de recurso de amparo. Sampol oficialmente se desentiende ya de este nuevo paso en la lucha judicial. La sociedad adjudicataria del proyecto, denominada Hotel Aeropuerto Madrid Barajas S.L., está en liquidación y en concurso de acreedores desde hace tres años. Y es esta empresa, ahora gestionada por un administrador concursal y no por la constructora mallorquina, la que trata de mantener vivo el litigio… mientras Sampol formalmente se lava las manos.

Desde Aena sólo se subraya que la interposición del recurso ante el Constitucional no suspende los efectos de las condenas ya confirmadas. La compañía del aeropuerto no suelta prenda acerca del nuevo uso que se le dará al terreno, pero confirma que sus planes pasan por la demolición de un esqueleto que lleva ya demasiado tiempo como monumento de hormigón a los proyectos fallidos que la crisis nos dejó.