El Real Madrid peleará por un puesto en la final con el Bayern de Múnich después de vencer en los penaltis al Manchester City en una eliminatoria para el recuerdo.
Heroíco, épico, histórico... eso y todos los palabros que hagan referencia a una gesta de dimensiones faraónicas sirven para describir lo vivido en el Manchester City-Real Madrid que ha conducido a los blancos a la semifinal de la Champions, su competición fetiche.
Los dos protagonistas de lo que ya es el nuevo clásico de la Champions salieron como dos colosos. Tanto los de Ancelotti como los de Guardiola plantaron una presión altísima, valiente y al mismo tiempo llena de respeto.
Como en una partida de ajedrez, el movimiento de unos pasaba por ahogar el pensamiento de su rival y viceversa. La asfixia de los pasillos centrales que tan bien realizó el Real Madrid en la ida se replicó en Mánchester, y los españoles ofrecieron una carta de presentación inmejorable en el inicio de la batalla en la casa del actual campeón.
La consistencia del Real Madrid solo necesitó dos jugadas para hacerse notar en el marcador. El primer acercamiento lo lideró Camavinga, que trató de emular su gol en el Bernabéu, aunque en esta ocasión blocó con seguridad Ederson, ya recuperado de sus dolencias.
La intentona de Camavinga sirvió como el aviso necesario antes de un gol que avivó el planteamiento de los blancos.
Bellingham se encargó de erizar la piel de los madridistas, sobre todo la de aquellos que vieron a un gigante que vestía la blanca y también con el 5 a la espalda. Un control zidanesco del británico puso el primer ladrillo de un tanto que se cementó con un regate y la posterior apertura del inglés. Valverde, con un solo toque, se encargó de lanzar a Vinícius al espacio. El vértigo ya era imparable. El brasileño cedió a su socio, Rodrygo, que a la primera no, pero sí a la segunda, adelantó al Real Madrid con un gol de valor incalculable.
El Real Madrid enseñó el colmillo nada más empezar y atestó un golpe fundamental en una contienda como la que se avecinaba en el Etihad Stadium. El City enfureció con el directo al mentón del Real Madrid y rozó el empate con una doble ocasión desperdiciada por Haaland, su cabezazo se topó con el larguero, y posteriormente por Bernardo Silva, que se encontró el rebote con todo de cara para marcar y lo impulsó fuera.
Los de Ancelotti se sacudieron del achuchón citizen tras el 0-1 gracias a la aparición entre líneas de Bellingham. El joven galáctico apareció en ese lugar del campo donde no hay tiempo ni espacio para pensar e hizo de pegamento para prolongar las posesiones blancas que ejercieron de amenaza en el primer tiempo.
El City creció antes del descanso y se empeñó en cercar la meta de Lunin. El ucraniano se hizo tan grande como la portería del Real Madrid y transmitió una seguridad mayúscula en todas sus intervenciones.
El paso por el vestuario solo hizo que dar mayor velocidad en la circulación al conjunto de Guardiola, que planteó un asedio constante contra el Real Madrid. No bastaban los dedos de las manos para contar los córneres a favor del City, que frustró las tentativas del Real Madrid de hacerse fuertes con la posesión.
Lunin repelía balones mientras el City apretaba cada vez más a los blancos contra su portería. El Real Madrid era incapaz de trenzar varios pases para volver a asomar como hizo en la primera mitad y se agarró a una disciplina defensiva numantina. El paso de los minutos aproximaba al Real Madrid a un objetivo que el City trataba de impedir a toda costa.
A falta de 15 minutos para el final, con Doku en el campo -por Grealish-encarando una y otra vez a un Carvajal tan exhausto como infranqueable, se abrió la fisura que cinceló con insistencia el City. Un mal despeje de Rüdiger acabó en el menos indicado, Kevin De Bruyne, que fusiló a bocajarro a Lunin.
La insistencia del Manchester City no frenó con el gol, de hecho, los de Guardiola no se dieron ni un ligero respiro y continuaron con su zarandeo. El Real Madrid resistía a duras penas, con Carvajal y Lunin imperiales. De Bruyne tuvo a menos de 10 minutos del final la más clara con un penalti en movimiento que acabó en la grada cuando los citizens se relamían.
180 minutos después, Real Madrid y Manchester City se encaminaban a por 30 minutos extra para decidir quién se batiría con el Bayern de Múnich por un puesto en la final de Wembley.
El partido trascendía al fútbol. El Real Madrid sobrevivía casi sin oxígeno en unos jugadores considerablemente fatigados mientras el City, mucho más entero en lo físico, buscaba una y otra vez un gol que se antojaba letal.
La resistencia blanca se extendía a una prórroga impreganada de leyenda, agonía y todo lo que rodea a las noches mágicas de la Champions. El corazón y coraje sostenía a los futbolistas del Real Madrid ante un City muy superior. La garra y la calidad de los madridistas les regaló la mejor oportunidad de la prórroga tras un pase de Brahim que Rüdiger mandó a las nubes.
Los calambres, y quizá algo más, hacían mella en el Real Madrid. Vinícius y Carvajal ya había prestado su último servicio y Lucas Vázquez y Brahim dieron los pulmones necesarios al Real Madrid. Bellingham, que parecía extenuado, revivió y repitió todos los esfuerzos posibles. Modric templó a los suyos y el Real Madrid alcanzó unos penaltis casi milagrosos.
La suerte máxima, aquella que a lo largo de la historia del fútbol ha diferenciado a los eternos campeones de los olvidados no abandonó al Real Madrid. Además de todos los intangibles que se atribuyen al 14 veces campeón de Europa, el Real Madrid sustentó el pase a la semifinal en un ejercicio de competitividad del que cuesta encontrar precedentes.
Modric, que colecciona cinco Champions con el Real Madrid, se encontró con Ederson en el primer lanzamiento. El imposible lo parecía aún más después del primer penalti; sin embargo, la figura de Lunin, héroe inesperado, y el acierto impoluto que firmaron el resto de lanzadores se coronó con la maestría definitiva de Rüdiger.
"Todos nos daban por muertos, pero nunca hay que dar al Madrid por muerto. El Madrid nunca muere", concluyó Ancelotti tras un choque en el que el sacrificio del Real Madrid le llevó hasta una nueva semifinal de Champions.
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Hasta el final, ¡vamos Real!
¡HALA MADRID, Y NADA MÁS, HALA MADRID!