En 1996, el ingeniero suizo Mathis Wackernagel desarrolló un novedoso método para calcular el impacto de la acción humana sobre el planeta. El concepto, denominado huella ecológica, calcula el área de terreno y océano que necesitaríamos cada ciudadano para sostener nuestro consumo de alimentos, bienes, servicios de alojamiento y energía, así como para asimilar los residuos resultantes de nuestras actividades. De ahí que esta medida se exprese en hectáreas globales (gha).

El cálculo de la huella ecológica –aplicable tanto a individuos como a empresas o instituciones- sigue siendo a día de hoy un indicador muy utilizado para valorar el ritmo al que estamos consumiendo los recursos del planeta, en relación a la capacidad de la naturaleza para reponerlos. También la cantidad de residuos que generamos cada uno de nosotros, en comparación a los que somos capaces de absorber de manera segura.

Internet pone a nuestra disposición multitud de tests interactivos basados en unas cincuenta preguntas acerca de lo que comemos, en qué tipo de vivienda vivimos y qué medios de transporte utilizamos en nuestra vida cotidiana. El análisis de nuestro caso personal ayuda a tomar conciencia de nuestro comportamiento medioambiental y nos pone sobre la pista de cómo reducir nuestra huella. Por ejemplo, si sabemos que nuestro consumo domestico de electricidad y agua es muy elevado, tenemos a nuestro alcance muchas medidas tan sencillas como colocar moqueta para mantener la casa caliente con menos energía, no precalentar el horno si no es necesario y habituarse a limitar las duchas a 5 minutos. Existen muchas pequeñas acciones con las que podemos poner nuestro grano de arena al reto global de convertirnos en consumidores y productores más responsables (Objetivo de Desarrollo Sostenible número 12).

Este cuestionario permite además estimar cuántas Tierras serían necesarias para cumplir con las necesidades de los habitantes del planeta. El think tank sin ánimo de lucro Global Footprint Network, presidido por Wackernagel, también permite pronosticar cuál es el Día del Sobrepaso personal; es decir, la fecha en la que cada uno de nosotros habría utilizado tantos recursos naturales como la Tierra puede renovar al cabo de un año entero. En la mayoría de los casos se observa cómo los países desarrollados están tomando prestado del futuro demasiados recursos. Si todos los habitantes del mundo vivieran con los estándares de países como Estados Unidos, Australia o Canadá, la población mundial requeriría al menos un 20% más de tierra biológicamente productiva de la que tenemos actualmente, y necesitaríamos un total de tres planetas Tierra para sustentarnos.

Huella ecológica y huella de carbono

Conviene no confundir el concepto de huella ecológica con el de huella de carbono que, si bien ésta es una medición incluida indirectamente dentro de la calculadora de Wackernagel. La huella de carbono permite cuantificar las emisiones de gases de efecto invernadero que son liberados a la atmósfera como consecuencia de una actividad determinada, bien sea la actividad necesaria para la fabricación de un producto, para la prestación de un servicio, o para el funcionamiento de una organización.

Los estudios de la Global Footprint Network señalan que el planeta tiene una biocapacidad de 1,8 hectáreas por persona aproximadamente. Es decir, consumimos una Tierra y media más o menos. El dato es alarmante porque aunque fuese una sola Tierra también sería insostenible, ya que hay diez millones de especies que también viven en el planeta. Hace diez años, en una entrevista concedida a la web Consumer, Wackernagel señaló que España es, junto con Grecia, Italia y Portugal, un grupo de países con una tendencia de consumo muy rápida de recursos, a pesar de que estos son cada vez más caros y escasos. Los españoles necesitan de media 3,7 hectáreas para satisfacer sus consumos y absorber sus residuos. Es decir, casi el triple de lo que el territorio español ofrece.

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