El alcohol siempre ha estado reñido con la conducción. La Dirección General de Tráfico lleva décadas tratando de concienciar a los conductores de los problemas que implica ingerir bebidas de elevada graduación antes de ponerse al volante. Todas sus campañas pueden resumirse en su eslogan más sencillo y más recordado: “Si bebes, no conduzcas”. Ahora, sin embargo, la ciencia y la tecnología acercan el vino a los automóviles y no hay que llevarse las manos a la cabeza. El punto compatible se ha alcanzado gracias a las propiedades de la uva. Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid y de la Universidad de Castilla-La Mancha se ha centrado en los residuos de la industria del vino, que constituyen una materia prima interesante para el biodiésel en países con una importante producción vinícola. En definitiva, una alternativa a los combustibles más contaminantes

El biodiésel es un líquido que se obtiene a partir de lípidos naturales -como aceites vegetales o grasas animales, con o sin uso previo-​ mediante procesos industriales de esterificación y transesterificación. Se aplica en la preparación de sustitutos totales o parciales del petrodiésel o gasóleo obtenido del petróleo. Aunque hoy los biocombustibles no pueden competir con los combustibles fósiles en términos de precio y disponibilidad, la situación casi crítica a raíz del cambio climático, con los niveles crecientes de dióxido de carbono en la atmósfera de la tierra, es lo suficientemente preocupante como para investigar nuevas materias primas para ellos.

La tarea no es precisamente sencilla, porque es necesario evitar la competencia con cultivos alimentarios y, por tanto, eludir utilizar tierras fértiles. Ante este tipo de inconvenientes y trabas, parece más una buena opción con el uso de materiales de desecho de la industria agroalimentaria. Algo que encaja con España, tercer productor de vino del mundo, que algunos años sobrepasa los 40 millones de hectolitros. De norte a sur y de este a oeste, el territorio está salpicado de hectáreas dedicadas a la cría de cepas.

Un proceso complejo

Una vez la uva ha sido prensada para producir vinos y mostos, el residuo obtenido se trata para obtener orujo, hollejo, raspón y pepitas de uva. Estas pepitas contienen alrededor del 7% de aceite, que puede ser extraído por prensado o con disolventes. El aceite puede convertirse en biocombustible mediante la reacción con bioetanol obtenido a partir de la producción de vino. El bioetanol es un alcohol producido a partir de productos agrícolas como el maíz, sorgo, patatas, trigo o caña de azúcar. Utilizado como combustible, es una fuente de energía ecológica que va ganando adeptos cada año en todo el mundo. La producción de este biocombustible de aceite de pepita de uva y bioetanol podría alcanzar alrededor de 20 kilotoneladas, cerca del 2% del consumido actualmente en España.

Uvas de Mallorca.

Uvas de Mallorca. CAIB

Como señalan los investigadores de las Universidades implicadas en el proyecto, “el objetivo del estudio no ha sido encontrar la mejor o única fuente de biocombustible, sino incrementar la diversidad de opciones, clave para la sostenibilidad”. Los resultados hay que calificarlos de exitosos ya que las propiedades de este nuevo biocombustible son muy satisfactorias y entran dentro de los límites establecidos por las distintas normativas sobre la materia.

Con estos resultados, se abre una nueva vía para la conservación del medio ambiente y, de paso, frenar las emisiones de gases invernadero provocados por otros tipos de combustibles más agresivos. “La suma de biocombustibles sostenibles generados a partir de numerosas y diferentes materias primas puede contribuir en un porcentaje muy alto a cubrir las necesidades energéticas mundiales para el transporte, ayudando, a reducir la dependencia del petróleo”, señalan los autores del estudio.