El nacionalismo de trinchera y ruptura en Euskadi terminó. Al menos por ahora. Se desdibujó con los ecos de la gestación y fracaso del Plan Ibarretxe y se diluyó con el final de ETA hace ahora cinco años. La Euskadi post ETA que el domingo acude a votar ya no es la misma. En los últimos años ha saboreado la paz, la misma que ha alimentado un viraje de la reivindicación identitaria hacia una reclamación más pragmática, menos utópica y con visos de realismo. Una identidad vasca para conservar y ampliar el estatus económico y social vasco; un autogobierno de bienestar. La mayor parte de los 1,7 millones de vascos que el domingo están llamados a votar lo harán con las nóminas más altas de España, las pensiones más elevadas, la sanidad con mayor gasto por habitante, un avanzado modelo de protección social y los índices de fracaso escolar y de desempleo más bajos de todo el Estado. Y la mayoría con la percepción de que en Euskadi lo peor de la crisis ha pasado y la recuperación está en marcha.

Lo afirman los partidarios del gobierno de Urkullu y muchos de los que no votarán al PNV. El lehendakari ha logrado que el nuevo nacionalismo del siglo XXI, que se ha empeñado en representar, encandile cada vez más. El candidato a la reelección apostó por desmarcarse de su antecesor, Ibarretxe. Se vistió de prudencia y mesura, de llamadas al dialogo y el acuerdo. Su máxima es sencilla, priorizar el autogobierno de bienestar frente al autogobierno de identidad.

Pinchazo independentista

El 25-S las formaciones de signo abertzale volverán a imponerse, incluso hasta ser mayoritarias en el Parlamento Vasco. Pero la centralidad de Urkullu se ha contagiado en gran parte del espectro ideológico. El suelo estaba sembrado y necesitado de sosiego. El final de la violencia de ETA ha sido un factor crucial, junto a los años de hastío que tensionaron Euskadi en tiempos de Ibarretxe, y de los que la sociedad vasca salió escarmentada. Ahora, el disfrute de la paz y la notable solidez de la economía vasca y la gestión a la vasca para hacer frente al azote de la crisis ha precipitado el pinchazo del balón de la independencia. Los vascos han reorientado sus prioridades: empleo y economía. El autogobierno ha caído a la mediocridad en la lista de prioridades. Iñigo Urkullu lo detectó pronto. Su acceso a la presidencia del PNV a finales de 2007 fue el inicio de la mutación que imprimió a su partido para encauzarlo en una nueva vía: un nuevo estatus político, económico y jurídico con España, soberanía compartida frente a independencia y un camino de diálogo y pacto frente a rupturas unilaterales. Apostar por lo posible y relegar lo deseable.

Y por ahora, y según los sondeos, parece que la ciudadanía se lo premia. No sólo los suyos. Las encuestas auguran que la gestión económica y social hecha por el Gobierno Urkullu será reconocida el 25-S. No sufre desgaste tras cuatro años de gobierno. Conservará, o incluso ampliará, sus 27 escaños y la irrupción de Elkarrekin Podemos no le dejará ningún rasguño. El nivel de aprobación de su gestión supera con creces el entre 35% y 38% de los votos que se estima que absorba el PNV. El aprobado a su gestión alcanza el 72%, según el último estudio del CIS. Además, casi seis de cada diez vascos asegura que la situación de la economía vasca es buena. Si hace cuatro años le puntuaban con un 4,7 hoy le califican con un seis sobre diez.

En sólo tres años los partidarios de la independencia han caído del 30% al 18% actual y en apenas un lustro el porcentaje de vascos que dice sentirse nacionalista ha pasado del 45% al 39%, según el último Sociómetro vasco. Urkullu y el PNV acostumbran a comparar la situación de la economía y sociedad vasca con la española conscientes de que las cifras les dejan bien parados. “En Euskadi se vive bien”, recuerdan. Incluso el lema de su Ejecutivo esta legislatura ha apuntalado ese compromiso social, “Un gobierno para las personas”, reza en todas sus campañas institucionales.

Menos paro, más salario

La paz ha permitido descubrir sectores nuevos, hasta ahora casi inexistentes, como el turismo y que hoy representa ya casi un 6% del PIB vasco. En Euskadi no han faltado los recortes en ámbitos clave como la Sanidad o la Educación, o el cierre de empresas y plantas emblemáticas en sectores estratégicos como las acerías de Arcelor Mittal en Zumárraga y Sestao -reabierta parcialmente-, las dificultades en los astilleros o la crisis en marcas emblemáticas como Fagor o Eroski, episodios de incertidumbre desconocidos en el modelo empresarial orgullo de la economía vasca, el cooperativismo. Pero las incertidumbres empiezan a despejarse y la actividad a remontar. La economía vasca caía al 2,3% hace sólo tres años y el año pasado cerró con un crecimiento del 3,1% y una previsión de repunte del entre 2,5% o 2,6% para este año. En términos de PIB, Euskadi es la quinta economía de España, pese a que su productividad se sitúa aún en niveles de 2010.

El paro es hoy la primera preocupación de los vascos, pese a registrar la tasa más baja de toda España, con un 12,5% de desempleo según la Encuesta de Población Activa, frente al 20% de la media en España. El objetivo marcado por Urkullu es rebajarlo hasta el 10%. Los niveles de desempleo en Euskadi llegaron a dispararse hasta el 16% hace dos años. La generación de empleo está siendo mucho más moderada que en otras zonas del Estado. El carácter industrial de la economía vasca es la justificación que esgrime la administración. Entre las manchas en la trayectoria del Gobierno Urkullu, la gestión del servicio vasco de empleo, Lanbide, que continúa siendo incapaz de convertirse en una plataforma de oferta de empleo eficaz.

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Pero quienes tienen la fortuna de tener un empleo en Euskadi no pueden quejarse. La media de los trabajadores vascos figura entre los mejor pagados. Tras Madrid, Euskadi es la comunidad autónoma con los trabajadores con una renta per cápita más elevada. Si la media en España es de 23.300 euros al año, en el País Vasco esos ingresos se disparan un 30%, hasta fijar una renta anual media de 30.459 euros.

También disfrutan de una de las sanidades de referencia y la que más invierte por ciudadano en toda España, 1.584 euros. En Educación el sistema vasco registra la tasa de abandono escolar más baja de España, el 8,7% -frente al 19,7% de media en España- e invierte, 1.548 euros por habitante.

Los jubilados mejor pagados

En materia social, una de las joyas de la sociedad vasca es la Renta de Garantía de Ingresos (RGI). Esta prestación se concede a las personas sin recursos suficientes para hacer frente a las necesidades básicas. La ayuda puede oscilar entre los 625 y los 888 euros mensuales, según la unidad familiar. En Euskadi la perciben 66.000 personas.

A los salarios más elevados y el paro más bajo, se suma disponer de las pensiones más altas. La mayor cotización a la seguridad social llevada a cabo durante años por las empresas y trabajadores permite que los 339.000 jubilados gocen de una pensión media de 1.282 euros por 14 pagas, muy por encima de los 899 euros de media en España. Esta buena situación y el temor a perderla ha sido otra de las bazas que, como en cualquier otra campaña electoral, los partidos no han dejado escapar.

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Como en el resto de España, en esta materia en Euskadi el saldo también es negativo. La diferencia entre cotizantes y el abono de las 534.600 pensiones de todo tipo deja un saldo negativo que supera los 2.000 millones al año. Es en este punto donde el nacionalismo de Urkullu proclama como una competencia "irrenunciable” el régimen económico de la Seguridad Social para avanzar hacia un sistema de pensiones propio, ideado y gestionado desde Euskadi, pero que aseguraría en todo momento la participación en el fondo de solidaridad del Estado. El PNV ha puesto incluso nombre a la agencia que gestionaría el sistema: Lagunkidetza. También ha avanzado cómo sería el modelo: mixto. Pensiones públicas apoyadas en un sistema complementario voluntario o en su caso con aportaciones presupuestarias. Un globo sonda que ha hecho saltar las alarmas sobre una posible privatización del sistema en el resto de formaciones.

Los gigantes de la empresa

Sin duda el régimen fiscal propio, fruto de Concierto Económico y la capacidad de sus tres haciendas forales para aprobar la normativa fiscal es una herramienta que hasta el momento ha dado buenos resultados para retener y atraer a algunas de las principales compañías. El tejido empresarial vasco cuenta con algunos de los referentes españoles e internacionales de mayor peso. Empresas como Iberdrola, BBVA, CAF, Sener, Tubacex, Petronor o Gamesa son sólo algunos de los gigantes que dotan a Euskadi de un potente suelo empresarial. Garantizar la continuidad de las sedes sociales en suelo vasco de estas empresas se ha convertido en una obsesión para las autoridades vascas.

No siempre se ha logrado. En los últimos años la crisis también ha cortado la respiración en algunos sectores estratégicos. El cierre de las plantas de acero de Arcelor Mittal, el cierre y posterior apertura de la nueva Fagor o la crisis de los astilleros son sólo algunos ejemplos. El sector industrial representa hoy el 24,4% y el objetivo marcado por el Gobierno vasco es superar el 25%. Falta mano de obra cualificada e inversores capaces de contribuir a modernizar, internacionalizar y apuntalar un sector esencial de la economía vasca.