Sábado, 2 de noviembre de 1974. Son las 8.00 de la mañana. Un Boeing 727 circula por la pista del aeropuerto de Barajas. 55 minutos después aterriza en Barcelona completando un vuelo que -entonces pocos podían augurarlo- acabaría siendo histórico. Los pasajeros de ese avión son protagonistas de un experimento comercial. Entonces sólo una prueba para intentar llenar más los aviones, pero que acabó por convertirse en uno de los buques insignia de la aviación española.
Iberia era entonces el monopolio estatal aéreo, un auténtico baluarte de la dictadura en una España que se perfilaba de manera incipiente como futura potencia turística. La aerolínea diseñó una fórmula comercial totalmente nueva en el sector aéreo internacional para conseguir ocupar los asientos de los centenares de pasajeros que a diario acababan por no coger su avión.
Iberia lanzó en 1974 un servicio único en el mundo: los pasajeros podían llegar y volar sin reserva
Llegar y volar, ésa era la clave. Una genialidad que nadie había ensayado antes. Iberia permitiría a los pasajeros que volaban entre Madrid y Barcelona viajar sin reserva. Podían tener un billete ya adquirido sin asignar a un vuelo concreto o podían comprarlo en el acto, pero sin la rigidez de la reserva ni del asiento asignado. Había nacido el Puente Aéreo.
En realidad, ese vuelo tempranero del sábado -igual que la decena larga de conexiones entre ambas ciudades que la compañía operó durante ese fin de semana- han quedado borrados de la historia de la aviación nacional. En los anales aeronáuticos figura otro vuelo, un par de días después, como el primero del mítico Puente Aéreo. Es el que captó toda la atención de la prensa de la época, el que grabaron las cámaras del NODO.
Lunes, 4 de noviembre de 1974. A primera hora de la mañana, un Boeing 727 con el nombre de Aragón circula por la pista esta vez del aeropuerto de Barcelona. En ese vuelo, oficialmente el inaugural, viajan autoridades del Régimen -ministros, secretarios, subsecretarios, el entonces alcalde de Madrid…-. Hace de anfitrión el presidente de Iberia, también ex ministro con la dictadura, Jesús Romeo Gorría. Los pasajeros han pagado por sus billetes 1.961 pesetas. Entonces una pequeña fortuna.
Un invento español
La compañía aérea inventa el modelo sin reservas para paliar los inconvenientes que le genera el alto porcentaje de pasajeros que no se presentan a los vuelos con reserva, sobre todo en una ruta que se caracteriza por la elevada concentración de viajeros en las horas punta -primera y última- por el cliente de negocios que va y viene en el día.
El Puente Aéreo propició que el Madrid-Barcelona se convirtiera en el mayor corredor aéreo del mundo
Iberia elimina el sistema de reservas, pero se compromete a que el 90% de los pasajeros salgan en el vuelo que han elegido, y los que no lo consigan lo podrían hacer en el siguiente. La aerolínea también garantiza que el tiempo medio de espera se reducirá al menos un 60% en relación al sistema convencional de reserva de billetes, según se recoge en el acuerdo suscrito con la Subsecretaría de Aviación Civil.
El lanzamiento sólo es posible gracias a las facilidades que da el Gobierno. Se construye una nueva terminal en el aeropuerto de Barajas y se amplía la de Barcelona, al tiempo que se crean espacios específicos para la venta in situ de los billetes en ambos aeropuertos y se reconfigura la operativa en ellos para que los aviones del Puente Aéreo se ubiquen cerca de las entradas específicas, para que así los pasajeros accedan directamente y que la gestión de su equipaje sea rápida.
El mayor corredor aéreo del mundo
El nuevo modelo comercial es un éxito casi desde el principio. Sólo en el primer año más de 900.000 pasajeros utilizan el nuevo servicio. Iberia estrenó el Puente Aéreo con 13 vuelos diarios en cada sentido (a los que se sumaban otros cuatro vuelos regulares más con reserva para completar la oferta entre Madrid y Barcelona de la compañía). El crecimiento fue casi continuo durante décadas.
Ese invento comercial, apenas un experimento ideado en los últimos estertores de la España de la dictadura, propició que la ruta entre Madrid y Barcelona acabara convirtiéndose en el corredor aéreo más transitado del mundo, por delante de grandes rutas como Londres-Nueva York, Sao Paulo-Rio de Janeiro o Melbourne-Sidney.
“Nos creíamos los mejores. Los pilotos del Puente Aéreo estábamos al frente del buque insignia de Iberia. Incluso casi mirábamos por encima del hombro a los pilotos de los Jumbos”, resume uno de los comandantes de la antigua compañía de bandera que voló en la ruta durante los noventa y primeros 2000.
Al calor de la fortaleza del Puente Aéreo y de la oferta complementaria de vuelos regulares con reserva que tenía la propia Iberia, otras aerolíneas se lanzaron con la liberalización del sector aéreo en España a operar sus propios vuelos entre las dos capitales. Air Europa, Spanair y más tarde Vueling entraron a competir con Iberia.
Entre todas hicieron que la ruta Madrid-Barcelona llegara a contar con más de 950 vuelos semanales, poniéndola en cabeza de las grandes conexiones aéreas mundiales. El Puente Aéreo operó durante muchos años hasta 60 vuelos diarios (80 en jornadas excepcionales con grandes congresos y ferias en una u otra ciudad). Eran los momentos en que la compañía presumía de que los vuelos del Puente Aéreo despegaban cada 15 minutos en las horas punta y cada media hora el resto del día.
Durante la primera década de los 2000 se rondaron en varias ocasiones los seis millones de pasajeros aéreos entre ambas ciudades entre todas las aerolíneas, y en concreto el Puente Aéreo superó los tres millones de viajeros algunos años. Pero el tiempo de euforia acabó abruptamente por la letal combinación que para el avión representó la crisis económica y la inauguración del AVE Madrid-Barcelona.
El desplome
Hasta que irrumpió el tren, el control del avión en la ruta Madrid-Barcelona era casi absoluto. Cuando Renfe lanzó el AVE entre Madrid y Barcelona, en febrero de 2008, el avión concentraba el 88% de los pasajeros entre ambos destinos, de los que aproximadamente la mitad correspondía al Puente Aéreo. El éxito del AVE fue rápido y arrollador: apenas seis meses después, avión y tren estaban ya empatados.
La del Puente Aéreo era una historia de éxito, hasta que la crisis y el AVE provocaron el desplome
El tren lograba llevar a los pasajeros al centro de Madrid y Barcelona (Atocha y Sants, respectivamente) en dos horas y media, sin la obligación de estar con una hora de antelación, sin superar los rigurosos controles de seguridad que con el 11-S llegaron a los aeropuertos, y con la comodidad de poder aprovechar el trayecto para trabajar sin las restricciones en el uso del ordenador que se aplican en los aviones. Y todo eso con tarifas equiparables a las que se cobraban entonces las aerolíneas, sobre todo en el caso de los viajeros de negocio, la clientela mayoritaria (casi única) en el caso del Puente Aéreo.
El AVE consiguió desbancar al avión, y casi una década después ha logrado instalarse de manera permanente con una cuota de mercado del 60%, con picos de demanda que le han hecho rozar a momentos el 70% de todos los viajeros entre las dos capitales. La victoria por KO era de Renfe.
Iberia y el resto de aerolíneas ajustaron sus precios y reorganizaron su oferta de vuelos para hacer frente al nuevo rival y consiguieron levantar tímidamente cabeza entre 2011 y 2012. Fue apenas un espejismo. Renfe respondió con una agresiva rebaja de los precios de sus billetes en 2013 que volvió a asentar su liderazgo y que lo ha hecho hasta ahora incontestable.
El antaño exitoso Puente Aéreo empezó a convertirse en un lastre para Iberia. En uno de ellos. Asediada por los números rojos, la compañía emprendió un drástico proceso de reestructuración: cierre de rutas, reducción de frecuencias en otras conexiones, recortes de plantilla (con dos ERE para 4.500 empleados), rebajas salariales… La dirección de Iberia reconoció que el Puente Aéreo se había llegado a convertir en la ruta más deficitaria de la compañía. Demasiada oferta de vuelos para una demanda menguante.
Los recortes también afectaron -y aún afectan- al Puente Aéreo, que de esos 60 vuelos diarios de los buenos momentos ha reducido su oferta a poco más de la mitad y del máximo de tres millones de pasajeros se ha quedado de manera sostenida en el entorno del millón de viajeros por año (tocó suelo en 2014, con 992.000 usuarios en el servicio). Descartado el cierre, Iberia ha estado durante años tratando de buscar la fórmula que haga posible volver hacer rentable el Puente Aéreo. Ahora cree que la ha encontrado.
Reinventarse para no morir
En unas semanas, nace un nuevo Puente Aéreo. Iberia lanzará en algún momento del mes de julio -la compañía se resiste aún a desvelar la fecha exacta- una nueva versión de su mítico servicio de vuelos sin reserva con la que pretende desbancar al AVE y mejorar una rentabilidad que hoy es demasiado modesta (dejó de perder dinero con los vuelos Madrid-Barcelona gracias a los recortes aplicados, pero su sostenibilidad a largo plazo estaba en entredicho).
En su peor momento, llegó a ser la ruta más deficitaria de Iberia. Había que reinventarlo o cerrarlo
Lo hará de la mano de un socio natural: Vueling, que forma parte de su mismo holding, IAG, y en el que Iberia tiene una participación directa en su accionariado del 45,85%. Además, Vueling es desde hace años la mayor aerolínea del aeropuerto de Barcelona-El Prat, lo que la convierte de por sí en un aliado perfecto.
Iberia y Vueling compartirán a partir de ahora el negocio y la operativa del Puente Aéreo. Las dos compañías sumarán sus vuelos entre Madrid y Barcelona, con lo que elevarán el número de frecuencias hasta un total de 26 al día (las 16 actuales de Iberia más 10 adicionales de Vueling). La nueva oferta conjunta se convierte en dominadora absoluta de la conexión aérea entre las dos capitales. Desaparecida Spanair, la alianza Iberia-Vueling se encontrará con Air Europa como único rival directo, pero con una oferta apenas testimonial de sólo un par de vuelos diarios.
El nuevo Puente Aéreo mantendrá las características especiales del servicio y sumará otras adicionales. Seguirá permitiendo a los viajeros llegar al aeropuerto y subirse al avión directamente habiendo facturando tan sólo 15 minutos antes del despegue, pero ahora también las compañías darán la posibilidad de reservar vuelos concretos a través de la web o la aplicación de Iberia.
Convivirán pues los actuales billetes abiertos -el gran aliciente para el viajero de negocios- y los nuevos billetes con reserva. En paralelo, todos los viajeros, vuelen con Iberia o con Vueling, tendrán acceso a los espacios exclusivos en los dos aeropuertos ligados al Puente Aéreo (control de seguridad propio, salas VIP…) y los mismos servicios adicionales.
Iberia y Vueling unen fuerzas para salvarlo: en julio sumarán sus vuelos y se repartirán el negocio
La apuesta de Iberia y Vueling busca que con más oferta de vuelos (cada 15 minutos en hora punta y cada hora el resto del día), con un servicio más flexible y con mejores horarios que el tren sea suficiente para arañar cuota de mercado al AVE. “Queremos dar la vuelta” a los porcentajes que hoy se reparten avión y tren, ha apuntado Luis Gallego, presidente de Iberia.
Las aerolíneas consideran que sus tarifas ya son “muy competitivas” y no las rebajará para tratar de robar viajeros a Renfe. La tarifa media de la ruta entre ambas ciudades se sitúa, según Iberia, en los 38 euros (frente a los en torno a 75 euros del AVE). Demasiado baja ya para seguir tirando los precios cuando el objetivo es precisamente mejorar la rentabilidad.
En un día de julio -pronto sabremos cuál-, a las 6.30 horas de la mañana, un avión Airbus A320 rodará por la pista del aeropuerto de Barajas. En él viajarán los pasajeros de otro experimento comercial, el que busca cuatro décadas después que el Puente Aéreo vuelva a ser un éxito.
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