Hoy en día a cualquier mínima alteración en los biorritmos de las personas le asignamos condición de pandemia. Las descripciones de las personas tienen que ser realizadas con mimo. Somos muy sensibles.

En los 70, un niño era revoltoso o travieso en el colegio. Hoy, a la mínima te dicen que sufre Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad. Antes había niños tímidos, hoy sufren un Trastorno de Ansiedad Social. Antes, regresabas de vacaciones moreno y cabreado por volver a la rutina. Ahora se sufre síndrome postvacacional.

Antiguamente a los 40 cuerpo y alma empezaban a resentirse por el desgaste y el paso del tiempo. Ahora sufrimos la crisis de los 40 o el síndrome de la mediana edad. También hay otros que dicen que los 40 son los nuevos 30, ni de coña, los 40 son los 40. Yo, recientemente, he pasado la barrera de los 40, y creo que no sufro ningún síndrome o, tal vez, no tengo tiempo para pensarlo, ya que cuando llego a casa de trabajar lo primero que recibo es un puñetazo en el estómago de un enano de 5 años como bienvenida, o una puñalada en la autoestima de uno de 9 años que me pregunta la bandera y capital de Tuvalu o Kiribati y no sé qué responder, e incluso muchas veces no sé ni dónde están esos países. Y lo peor, es que hay tantas naciones y banderas que día tras día me vuelve a humillar.

Había gordos y flacos, altos y bajos, listos y tontos, ahora emplear cualquier adjetivo calificativo puede ser considerado una ofensa imperdonable. Los niños siempre han sido algo cabritos y hay que poner todos los medios para evitar los acosos continuados, pero no sé si estamos siendo protectores en exceso. Estamos retardando el acceso de los muchachos al mundo real manteniéndoles en una burbuja. Lamentablemente, tarde o temprano, les tocará enfrentarse a la selva que es la realidad por lo que no está de más que vayan curtiéndose y espabilando antes de llegar a los 30. Sería demasiado tarde y sufrirían el doble.

Estamos considerando lo extravagante, ordinario; lo inusual, cotidiano; lo absurdo, lógico

Es fantástica la evolución de la sociedad en los últimos años en lo que se refiere a tolerancia, respeto, apertura de mente, desprecio al machismo, al racismo y la xenofobia. Me apasiona la modernidad, la fusión de culturas, razas y la protección de los débiles. Sin embargo, como dirían los castizos, estamos mezclando churras con merinas, considerando lo extravagante, ordinario; lo inusual, cotidiano; lo absurdo, lógico.

Por favor, no nos vayamos al otro lado, mantengamos los pies en el suelo y seamos cuidadosos con el respeto a las tradiciones y a lo autóctono, y, sobre todo, no sobreprotejamos a las personas. Tenemos que aprender a afrontar la hiel, porque no todo en la vida es miel.

Por cierto, la capital de Tuvalu es Funafuti, y la de Kiribati Tarawa. Son islas que están en el Pacífico, al noreste de Australia y a medio camino entre Australia y Hawai. Tal vez, con el calentamiento global no nos haga falta esforzarnos a aprenderlas, porque parece irremediable que el aumento del nivel del mar anegue el archipiélago. Aunque Trump no lo crea.

Lamentablemente, en la vida moderna no disponemos de 2 meses de vacaciones, pero algunos días o semanas de holganza podremos disfrutar. Que lo pasen bien, liberen la mente, relajen el cuerpo y recobren fuerzas para acometer las rampas de septiembre. Suerte.


Kike González es director de Renta Variable de Ahorro Corporación