No es fácil encontrar episodios de conflictividad laboral en Eulen en un sector tan conflictivo como el de las externalizaciones de servicios: un área en el que la riña es pan de cada día debido a las adjudicaciones temerarias y las bajadas arbitrarias por parte de las administraciones. El del aeropuerto de El Prat es quizá uno de los fuegos más sonados para el grupo familiar que dirige la sucesora de David Álvarez (Don David), María José Álvarez. Una dinastía rota. Por los negocios, obviamente.

Antes de la huelga de El Prat, apenas hay rastro de protestas que envuelvan a este grupo mastodóntico que emplea a casi 90.000 trabajadores, la mitad de ellos en España y el resto fuera: un ERE hace dos años sobre más de 350 trabajadores del grupo que prestaban servicio a Endesa y también otra huelga aeroportuaria en Barajas por razones similares a las del conflicto actual en Barcelona. No mucho más. David Álvarez, nacido en Crémenes (León) hace 90 años y fallecido en 2015, siempre rehuyó el protagonismo mediático pero no pudo evitar ser pasto de las revistas del corazón antes de pasar a mejor vida.

Las peleas familiares, su tercer matrimonio en avanzada edad y la pugna por controlar el grupo se volvieron en contra de un estilo empresarial basado en el esfuerzo y el sigilo durante más medio siglo, que incluía prácticas tan arcaicas como el besamanos según se ha denunciado por la red social Twitter estos días.

Medio siglo de actividad

El conglomerado que empezó a edificar en 1962 con la Central de Limpiezas El Sol, en Bilbao, ha terminado convirtiéndose en un imperio con presencia en limpieza, seguridad, servicios sociosanitarios, servicios auxiliares, trabajo temporal, mantenimiento, medio ambiente y formación. Casi nada. En 2015, Eulen se hizo con la seguridad de El Prat por más de 23 millones de euros. Ese mismo año obtuvo los contratos de seguridad de otros 15 aeropuertos con menos de 500.000 pasajeros anuales. Decir Eulen es victoria asegurada en las adjudicaciones externas, porque son pocas las firmas que pueden plantar cara en las mismas condiciones.

En 1982 Álvarez padre compró todas las acciones de las Bodegas de Vega Sicilia, en Valladolid, adquiriendo de paso un emblega vinícola de renombre internacional por el que después sus hijos (y él mismo) acabarían a tortas. Una batalla que empezó en enero 2009 en un cónclave familiar, con varios de los hijos (siete en total, todos ellos nacidos de su relación con la primera de sus tres mujeres) sugiriendo al padre que quizá debía alejarse del negocio a sus 83 años. Don David se rebeló, la situación se calentó y al poco fue expulsado del consejo de Vega Sicilia por decisión de cinco de sus vástagos.

A tortas

La guerra se agravó y se terminaron los cumpleaños a la vera del molino de agua reformado de su pueblo natal, ubicado en la accidentada zona de la Montaña de Riaño, al noreste de León. Logró alejar a los cinco hijos díscolos del control del Grupo Eulen y retomó el mando en Vega Sicilia, de donde había sido derrocado. Al fallecer en 2015, una nueva lid se reabrió entre María José Álvarez, su hija favorita, y los cinco de marras. Los jueces han terminado dado sucesivamente la razón a esta última. Pero el último lance dentro de Eulen no es familiar sino laboral, y pondrá a prueba a la mandataria de la multinacional.