Este viernes se podrá reservar el iPhone X y, en teoría, todos aquellos que lo hagan lo tendrán en sus manos el próximo día 3 de noviembre, previo pago de los 1.159 euros que cuesta la versión más barata del innovador terminal. En teoría.

El matiz es importante, porque Apple está teniendo más problemas de los previstos para conseguir un stock suficiente de su nuevo dispositivo. El problema es que las nuevas tecnologías que incorpora, y que son las responsables de ese elevado precio, son mucho más difíciles de fabricar y ensamblar y eso está dando quebraderos de cabeza de más a los principales proveedores de la compañía, tal y como recoge Bloomberg.

Según las previsiones de los analistas KGI Securities, el gigante estadounidense tendrá listos entre dos y tres millones de unidades para entregar el día del lanzamiento del iPhone X, el próximo viernes 3 de noviembre. Eso, tal y como dictan las estimaciones, debería ser suficiente para cubrir la primera oleada de demanda, pero la campaña navideña que está a la vuelta de la esquina será un nuevo desafío.

La propia firma de análisis tailandesa también apunta a que habrá entre 25 y 30 millones de terminales del nuevo móvil en el mercado durante el trimestre que cierra el año natural. En el mismo periodo del año anterior Apple despachó 78 millones de iPhones en todo el mundo, si bien es una cantidad en la que están incluidos todos los modelos con la manzanita en el reverso.

El sensor facial, el mayor problema

De cara a aumentar la rapidez con la que puede sacar unidades de las fábricas, Apple está pidiendo a sus proveedores que reduzcan levemente la calidad de las innovaciones, y sobre todo del reconocimiento facial en 3D que sustituirá al Touch ID como, principalmente, tecnología de desbloqueo.

El montaje de esta funcionalidad es muy complejo por su fragilidad y por el nivel de precisión que requiere. Hasta ahora el reconocimiento facial en tres dimensiones sólo se había colocado en dispositivos como videoconsolas, que son mucho más grandes, pero no en un teléfono.

El funcionamiento de esta nueva cámara se basa en tres ejes: un proyector de puntos de reconocimiento, la iluminación y la cámara infrarroja. Para reconocer el rostro de su usuario la lente utiliza 30.000 puntos de referencia, que necesitan de la luz y de los infrarrojos para completar su tarea.

Los componentes principales que hacen que este proceso se complete son un láser y una lente de cristal. La colocación de esta última es especialmente compleja dado que se rompe con facilidad y porque requiere de una precisión milimétrica: si se desvía un micrómetro, una milésima parte de un milímetro, podría no funcionar correctamente.

Esta minuciosa tarea la están asumiendo, sobre todo, LG Innotek y Sharp, según informa Bloomberg. El problema es que entre ambas compañías, tal y como reconoció la primera en una conferencia con inversores este miércoles, apenas logran que un 20% de las piezas que ensamblan pasen los estándares de calidad que exige Apple a sus proveedores. Hace unos días Foxconn, el mayor proveedor de componentes para el iPhone, tuvo que sacar a 200 trabajadores de la línea de montaje del teléfono, ya que el bajo suministro de materiales provocó que sobraran manos.

En sólo unos días veremos las tradicionales colas a las puertas de las Apple Store de todo el mundo para que aquellos que han reservado con tiempo su iPhone X sean los primeros en llevarlo en el bolsillo. La pregunta es: ¿se quedará alguien sin el suyo?