¿Se puede ser infeliz, teniendo la vida resuelta? La respuesta es un sí contundente.

Ser socio de una gran empresa y tener la vida prácticamente solucionada, no es sinónimo de felicidad. Los conflictos que tristemente se están ventilando en los tribunales y de los que la prensa recientemente se ha hecho eco, son un buen ejemplo.

El Corte Ingles, Ferrovial, Grupo Pesquera, Vega Sicilia, Gullón y otras grandes compañías familiares, están inmersas en luchas internas por el poder y el control, incluso destronando a su fundador (véase el caso de Grupo Pesquera).

¿Realmente esto tiene sentido? ¿El asesoramiento de consultores de empresa familiar, sirve para algo?

Estoy seguro de que en la mayoría de los ejemplos dados, las familias accionistas han contado con los mejores asesores nacionales o internacionales y, sin embargo, parece que no les ha sido demasiado útil.

¿Qué hace que empresarios familiares medianos y pequeños inviertan tiempo y dinero, planificando con éxito su continuidad y que algunos de los grandes no sean capaces de hacer lo mismo, teniendo muchos más medios?

El consultor debe tener en cuenta las relaciones humanas en el sistema familiar

No creo que haya una respuesta única pero, en mi opinión y después de más de 20 años trabajando para familias empresarias, con empresas y patrimonios de muy distinto tamaño, he llegado a la siguiente conclusión: el éxito de un proceso de consultoría, entendiendo por éxito evitar que los casos antes mencionados se repitan, depende de dos factores muy simples.

El primero es muy obvio y el menos importante de los dos. La experiencia, la capacidad de aportar valor añadido y la disponibilidad para atender este tipo de procesos, son clave en los consultores que estén asesorando a una familia. Desconfíen cuando alguien les diga que es capaz de atender a más de 10 ó 12 casos simultáneamente. La complejidad de este tipo de consultoría puede ser muy alta y no precisamente por los planteamientos que se deben hacer, sino porque en la mayoría de los casos, las relaciones humanas en el sistema familiar son los cimientos sobre los que construir acuerdos sólidos y duraderos. No quiero que esto les induzca a pensar que un asesoramiento eficaz sólo debe tener esto en cuenta. Los protocolos familiares, los planes de sucesión, el gobierno corporativo, etc. adaptados a la complejidad y dimensión de cada caso, pueden ser de gran ayuda, siempre y cuando hagan planteamientos realistas para el tipo de familia-empresa con la que se esté trabajando.

Lo más importante es querer llegar a un acuerdo

Esto nos lleva al segundo de los factores, el más importante y al que, paradójicamente, se le presta menos atención. Las familias empresarias solo deberían iniciar este tipo de consultoría si previamente están de acuerdo en que solo hay una solución: llegar a un acuerdo. Ningún asesor podrá resolver una situación difícil si no cuenta con la verdadera voluntad, por parte del cliente, de llegar a una solución en la que todas las partes ganen. Hay infinidad de textos publicados sobre cuáles son las mejores prácticas para hacer una buena mediación, sobre las herramientas jurídicas y empresariales que garantizan el cumplimiento de los acuerdos alcanzados y sobre cuál debe ser el rol de los familiares en la empresa a partir de la segunda generación. Sin embargo, no se ha escrito tanto sobre cómo preparar a una familia que está polarizada y que se enfrenta en un escenario en el que las alianzas, las coaliciones, las lealtades invisibles etc. se tienen que poner sobre la mesa, si realmente se quiere alcanzar una solución razonable para todos: accionistas, clientes, trabajadores y proveedores.

Ya sean accionistas de una empresa familiar en la que hay tensiones, o asesores que reciben peticiones de potenciales clientes, valoren si realmente hay voluntad de resolver la situación. Si este no es el caso, la consultoría no es el camino. En mi experiencia, no hay nada peor para una familia empresaria que depositar esperanzas en procesos concebidos para resolver temas que involucran el dinero y el afecto, sin llegar a resolverlos. El resultado es muy claro: todos pierden.


Mario de Gandarillas Martos es Socio de Empresa Familiar de Vaciero.