Economía

Por qué nadie quiere subirse al andamio

Albañiles recibiendo formación.

Albañiles recibiendo formación. Fundación Laboral de la Construcción

"Hay un problema generalizado de falta de mano de obra en la construcción". Son palabras de Enrique Corral, el director general de la Fundación Laboral de la Construcción, la organización vertebrada por los sindicatos CCOO y UGT y la patronal CNC, y que centraliza toda la oferta de formación reglada y las oportunidades de empleo del sector.

Es una llamada de urgencia. Porque, más allá de las grandes cifras, del peso que por ejemplo ha ido ganando el 'ladrillo' sobre el PIB de manera ininterrumpida desde el primer trimestre de 2015 --y que incluso ha encendido las alarmas de una nueva 'burbuja'--, el panorama laboral del sector ha cambiado y mucho.

A la sombra del andamio había antes de la crisis una legión de jóvenes que se veían atraídos por el imán de las construcción de viviendas y la obra civil. Era un trabajo en el que los salarios compensaban con creces toda dureza. Muchos dejaban los estudios para ponerse a trabajar, al poco tiempo compraban su propia casa y un buen coche, o formaban una familia. Y el consumo fluía como una fuente.

Pero con la crisis las cuadrillas se dijeron hasta luego como quien se despide al final del verano, hubo que bajarse de ese andamio y hacerlo sin un plan b. Esa crisis iba muy en serio y muchos de ellos con el tiempo se reciclaron y buscaron, ya no el nuevo El Dorado, pero al menos una forma de vivir, sobre todo en el sector servicios. Muchos otros aguantaron y celebraron los siguientes cumpleaños entre cemento y hormigoneras.

Y llegó la recuperación. Sin embargo, la construcción estaba ya demonizada. Mejor estar lejos de esa bomba de relojería. Los jóvenes miran ahora hacia otro lado y ni siquiera se apuntan a los cursos de formación. Los que se buscaron otra ocupación ya no miran atrás. Y la consecuencia es que, mientras remontan los visados de obra o las licitaciones, surge el problema de que no hay savia nueva, formada y dispuesta a trabajar en la construcción y la que hay envejece.

La siguiente derivada es que, en ese vacío, van en aumento la precariedad, la competencia desleal, la fuga de cuadrillas de unas obras a otras en manos de un mejor postor, la siniestralidad laboral y unos salarios que no reflejan lo que pone en las tablas salariales de los convenios en muchos casos. Al menos así lo relatan fuentes sindicales y lo corroboran desde la Fundación, con algo menos de énfasis.

Patronal y sindicatos quieren corregir como sea la situación. Uno de los intentos ha sido la firma de un nuevo convenio estatal de la construcción, en febrero de 2019, en el que se apuesta por una mayor industrialización del sector, se aplican fuertes subidas salariales hasta 2021 y se fija una salario mínimo en el sector que supera en casi un 30% al salario mínimo interprofesional (SMI). Pero puede ser papel mojado si no se soluciona el gran problema, el de la formación.

El caso de la obra civil

Uno de los casos más críticos es el de la obra civil. Fuentes del sector aseguran que, junto a la edificación de edificios, es una rama de actividad en la que los cursos de formación profesional que se ofertan quedan desiertos en algunas provincias. El drama es que esa obra civil acumula el 25% de los trabajadores de la construcción, y registra la mayor proporción de asalariados, con un 85%.

En estos momentos, la actividad en este ámbito se encuentra un tanto aletargada por el efecto de la incertidumbre y presupuestaria. Pero cabe esperar que, una vez se conformen los gobiernos en todos los niveles de la administración, también en el Estado central, los niveles de inversión se recuperen y entonces el sector teme no tener mano de obra cualificada suficiente.

De acuerdo con Corral, esa falta de mano de obra también hace que los trabajadores que se emplean sean cada vez más mayores y que prolifere el empleo de mala calidad.

En conjunto, el sector daba empleo a 1,2 millones de trabajadores en mayo de este año, unos 700.000 menos que en 2009, al poco de estallar la 'burbuja' inmobiliaria. Esa diferencia seguramente no se recupere porque el sector se ha redimensionado, se ha hecho más pequeño y más sostenible.

Ahora bien, el número de parados es, al términos del primer trimestre, de 131.600 personas, un nivel históricamente bajo. Esto evidencia que el número de desempleados dispuestos a trabajar en el 'ladrillo' es el menor de entre las grandes ramas de actividad. Además, el 65% de los ocupados en el sector tienen más de 40 años. Otro dato: hace diez años el porcentaje de jóvenes menores de 34 años que trabajaban en el sector era del 42%, mientras que en el 2018 ese porcentaje fue del 19%.

De un lado, asegura Corral que, "después de 10 años de crisis, el panorama de la formación profesional es descorazonador". Los ciclos que se ofertan apenas llegan a las 7.000 plazas al año, a menudo están completamente desconectados de la realidad a pie de obra, y no todas se cubren por esa falta de interés en el sector entre los jóvenes. "La formación profesional es limitada y obsoleta", asegura Corral.

De esta situación se desprende que la formación profesional reglada en la familia de Edificación y Obra Civil no está proporcionando al sector la fuerza de trabajo necesaria para determinados perfiles profesionales, existiendo una fuerte polaridad de los ocupados en la construcción hacia los niveles formativos básicos y superiores, con una deficiencia de niveles intermedios.

Queda la tabla de salvación de la formación continua. Pero los escándalos en torno a los fondos de formación en manos de patronal y sindicatos y su exclusión, por ello, del diseño de los cursos, han venido a empeorar aún más la situación.

Y todo ello lleva a que las empresas miren a los trabajadores poco cualificados, que falten mano de obra en oficios relacionados con las instalaciones, como los electricistas, y a que la oferta de empleo sea precaria en muchos casos.

El modelo de dos velocidades

Para entender cómo se precariza el empleo en la construcción es necesario conocer la estructura empresarial. Actualmente, hay casi 150.000 empresas, de las que algo más del 9% son grandes. Estas empresas suelen tener un nivel superior de trabajadores directivos, jefes de obra, capataces y encargados, a partir del cual la actividad se subcontrata a otras empresas más pequeñas. Esa segunda 'división', es en la que se encuadran los oficiales de primera o los peones.

En el primero de los casos, los salarios son sosteniblemente altos y se encuentran por encima de las tablas salariales del convenio, que ya recoge retribuciones por encima de otros sectores. Un topógrafo, por ejemplo, puede cobrar al mes cerca de 2.800 euros netos al mes, mientras que por convenio le corresponderían 1.600 euros.

Sin embargo, aguas abajo, en esa segunda división, hay importantes bolsas de precariedad, según fuentes del sector. Aunque el salario mínimo es de 16.500 euros al año, puede ocurrir que los contratos se firmen por esas cantidades, pero que realmente el salario pactado bajo cuerda sea inferior, de 5 o 6 euros la hora con todo tipo de pagas incluidas. O que se pague parte 'en negro' para ahorrar cuotas a la Seguridad Social, según fuentes de UGT.

Es conocido, por ejemplo, que en ciertos puntos de Madrid se producen contrataciones 'express'. Las empresas acuden a estos puntos para contratar a personas que allí esperan para trabajar por días. Son cuadrillas absolutamente precarias.

Diferentes fuentes del sector confirman que también se está produciendo una competencia feroz por hacerse con las cuadrillas. Relatan el caso de una obra en el Ensanche de Vallecas en la que una de ellas dejó el trabajo al completo para irse a otra construcción en medio de la ejecución.

Refundar la construcción

"Los salarios son mejores que la media. Eso sobre el papel. Pero pueden producirse incumplimientos en la parte más baja de la pirámide. Necesitamos mayor control".

De esta forma, admiten desde la Fundación que los convenios y sus condiciones no siempre se cumplen. Aún así, el pasado mes de febrero se suscribió un nuevo convenio estatal de la construcción que incluía mejoras sustanciales en las condiciones de trabajo para tratar de atraer a más mano de obra al sector.

Las subidas salariales pactadas son el 2,25% para 2019 y 2020, y del 2,5% en 2021, muy por encima de la inflación prevista, y van acompañadas de una apuesta importante por la mejora de la calidad en el empleo.

Pero sobre todo, el convenio trata de remar hacia un nuevo sector de la construcción, más profesionalizado e innovador. Más cercano a la industria. La premisa es que si sigue esos derroteros, el empleo necesario para desarrollar estas actividades será menos intensivo en mano de obra, pero más en conocimiento, y por tanto tendrá más calidad y mejores condiciones.

Esto debería ser un reclamo para que trabajadores más cualificados volvieran a interesarse por el sector, e incluso para elevar la ratio de participación de las mujeres, que actualmente ronda el 9% del empleo y se concentra en tareas administrativas.

 

 

 

 

 

 

 

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