España ya no es la de hace una década. Después de una crisis económica y su posterior recuperación, nuestros pobres, al menos, ya no son sólo los mismos. Tampoco nuestro mercado laboral. Hablamos de un país donde la desigualdad se ha transformado, que aparece ahora en edades más tempranas, y con unos jóvenes que acceden al trabajo en peores condiciones.

“Hoy da la impresión de que la pobreza se ha ido desplazando y que la cara de la pobreza es más juvenil, infantil…”, comentaba el pasado miércoles el economista y ex ministro Jordi Sevilla durante la presentación del informe Reforzar el bienestar social. Del ingreso mínimo a la renta básica, publicado por el Observatorio Social de la Caixa. El profesor José Moisés Martín, docente de economía y emprendimiento de la Universidad Camilo José Cela, es el encargado de explicar en el primer capítulo –que recibe el título de Nueva desigualdad en España y nuevas políticas para afrontarla- cómo ha cambiado la desigualdad en nuestro país y a quién le ha afectado más. Una transformación que se entiende, a su juicio, desde cuatro prismas diferentes: el laboral, el generacional, el fiscal y el tecnológico.

Año 2008. La crisis económica, al igual que en el resto del mundo, estalla en España. En aquella época, el grupo conformado por los mayores de 65 años tenía una de las tasas más altas de riesgo de pobreza (25,5%), sólo superada por la de los menores de 16 años (26,8%). Pasaron los años, entre ellos los de la recuperación económica, y la radiografía de la pobreza cambió: los más mayores han pasado a ocupar uno de los puestos bajos de la cola (15,6%), los menores de 16 se mantienen en niveles similares y los jóvenes que se encuentran entre los 16 y los 29 años son ahora los que lideran el ‘ranking’, con una tasa de riesgo de pobreza del 28,3%. La desigualdad, en conclusión, se ha cebado con los menores de 30 años.

Para un niño crecer en una situación de pobreza significa que sea más probable que abandone sus estudios, que saque peores notas y, en definitiva, un obstáculo para la igualdad de oportunidades a lo largo de su vida. Esa pobreza se traslada hoy a las etapas juveniles. Aquí juega un papel fundamental el empleo, la principal fuente de renta de la población.

Precariedad y desempleo

Para entender la transformación de la desigualdad hay que analizar cómo ha cambiado el mercado de trabajo. La crisis se llevó por delate a una parte importante de nuestro empleo y castigó especialmente a los sueldos más bajos. Las horas de trabajo se pagaban peor y, en determinados grupos de población, las condiciones laborales eran más precarias. ¿El resultado? Más distancia entre las retribuciones de unos y otros. Este fenómeno, traducido en porcentajes, se refleja en cómo el decil de la población con salarios más bajos perdió hasta un 15% de las rentas salariales entre 2008 y 2016; mientras que los deciles más altos no sufrieron prácticamente esta situación, según explica el informe de la Caixa.

Los salarios de los menores de 25 años que accedían por primera vez al mundo laboral, por otro lado, también menguaron: en 2015 cobraron hasta un 33% menos que los que se encontraban en su situación en 2008. A día de hoy, los jóvenes se enfrentan a un mercado con peores condiciones: más precariedad, retribuciones bajas o contratos temporales. Y eso los que encuentran trabajo, una búsqueda que se le complica también a las mujeres y a los parados de más de 45 años que no están cualificados.

El sistema fiscal español es uno de los menos redistributivos de la Unión Europea, según el estudio

El informe acusa también a nuestro sistema fiscal como uno de los menos redistributivos de la Unión Europea. “Están surgiendo problemas nuevos para los que las viejas soluciones no sirven”, afirmó Sevilla. Puso como ejemplo nuestro sistema de pensiones, muy poco progresivo, según el informe, que también argumenta que en España faltan programas suficientemente dotados contra la exclusión social y la pobreza. El estudio del profesor Martín concluye: España es un país diseñado para las clases medias, pero no para los que más sufren esa desigualdad; donde los pobres pagan proporcionalmente más impuestos y son solo superados por los más ricos: donde la personas con rentas más bajas reciben solo el 4% de las transferencias monetarias del sector público.

Otro factor que multiplica la desigualdad en España es la digitalización de la economía. La tecnología está cambiando la forma de trabajar. Los trabajos rutinarios, como los servicios de atención al cliente o los operarios de máquina, tienden a desaparecer. Estamos en un proceso de polarización entre empleos de alta y muy baja cualificación. Los trabajos ya no tienen porqué ser para toda la vida y los ingresos no siempre proceden de las mismas tareas. Falta, además, que se desarrolle por completo la regulación de los nuevos tipos de trabajo que han aparecido en torno a las plataformas digitales. Aunque a largo plazo, eso sí, las nuevas tecnologías podrían generar tantos puestos de trabajo como los que destruyen.

La crisis, nuestras políticas públicas, la irrupción de la economía digital… Todo ello ha transformado el patrón de desigualdad en España. Un modelo económico y social donde, según se desprende del informe de la Caixa, caben trabajadores pobres, hogares con hijos en riesgo de pobreza, exclusión social, dualidad y una polarización del mercado laboral que nuestro Estado del bienestar tradicional no está sabiendo abordar.