Olivia, Rafael, M. P. y María José no se conocen. Forman parte de esa generación que ha terminado estudios superiores y se ha mudado a una ciudad con más oportunidades laborales. Trabajaban en hostelería, turismo, prensa y en una multinacional tecnológica, compartían piso y llegó una pandemia mundial.

Cuenta María José que ya en febrero los turistas chinos y japoneses que iban a visitar España empezaron a cancelar las reservas en los apartamentos turísticos de la empresa en la que ella trabajaba con un contrato de formación. Rafael estuvo de baja laboral entre finales de febrero y mediados de marzo. Sí, su reincorporación coincidió con el decreto de estado de alarma. El restaurante donde trabajaba le ha incluido en un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) parcial. Lo que cobra por el ERTE es menos de lo que pagaba en Madrid por una habitación.

Olivia (nombre ficticio) trabajaba para una multinacional tecnológica: contrato temporal finalizado y sin renovación. “En mi empresa hubo un recorte bastante grande, se cargaron a la mitad del equipo”, explica en una conversación con El Independiente. Tras un año viviendo de alquiler con su pareja, los propietarios les comunicaron que no iban a renovar el contrato que también vencía este año. Ahora ella vive con sus padres y su pareja con los suyos.

M. P. terminó un máster en comunicación de moda y belleza y trabajaba como redactora en una revista de estilo. Su periodo de prueba terminaba en mayo, por lo que la despidieron en cuanto empezó la crisis del coronavirus. Compartía piso en Madrid con tres chicas más y decidió volver a A Coruña, con su madre, su abuelo y su perra. “Se me cayó un poco el mundo encima porque el resto de mis compañeras seguían trabajando desde casa y decidí volverme”, describe.

Los españoles se emancipan de media a los 29,5 años, son los séptimos en el ranking europeo de los que se mudan más tarde

Emancipación tardía

La temporalidad y la precariedad del trabajo de las generaciones más jóvenes tiene efectos más allá de los puramente económicos. Los protagonistas de este reportaje tienen entre 25 y 27 años y llevaban entre dos y tres años viviendo fuera de casa. Si se observan los datos estadísticos, están fuera de la media española en edad de emancipación. Sin embargo, la crisis del coronavirus les ha obligado a dar un paso atrás y volver de nuevo al hogar familiar.

Los españoles se emancipan de media a los 29,5 años, son los séptimos en el ranking europeo de los que se mudan más tarde. La media en la Unión Europea está en los 25,9 años y son los jóvenes nórdicos los que se emancipan antes, entre los 17,8 (Suecia) y los 21,8 (Finlandia).

Los datos del Observatorio de la Emancipación, del Consejo de la Juventud de España (CJE) apuntan que en 2019 sólo el 18,5% de la población española entre 16 y 29 años se ha emancipado. “Ya había un caldo de cultivo con datos muy poco halagüeños y la crisis golpea dura y muy rápidamente”, describe Manuel Ramos, presidente del CJE. “En 2029 diremos que sólo un 10% de las personas jóvenes se ha emancipado y que tenemos un 35% de paro juvenil y nos sorprenderemos”.

La movilidad de jóvenes entre provincias tampoco es significativa en España. Según el mismo informe, sólo el 10,2% de las personas de entre 16 y 29 años vive en una provincia distinta a la que nació. “La movilidad entre Comunidades Autónomas respondía a una cuestión de empleo, a lo mejor en tu comunidad sí que podías estudiar, pero a la hora de encontrar un empleo, mucha gente tiene que venir a los grandes núcleos”, explica Ramos.

Con el coronavirus, “ahora se mezclan cuestiones económicas con una parte más emocional: me separo de mi familia, no sé cuándo voy a poder volver… ahí hay un tira y afloja de muchos factores”. El presidente del CJE explica que las mayores dificultades las han afrontado “personas a las que se les acababa el contrato temporal y no les renovaban, que estaban de prácticas, no son despidos, por lo que no podían acogerse a un ERTE. A veces, por el mero hecho de ser una persona joven, el salario era muy pequeño y aguantar uno o dos meses era complicadísimo”.

Opositar, emigrar o volver a estudiar

Rafael es diseñador gráfico y ha vuelto a Córdoba, a casa de sus padres donde cree que se quedará por una temporada larga. “En principio, imposible volver a Madrid. Tres meses de alquiler, tal como están los precios, te consume tus ahorros”, describe. A medio plazo se plantea buscar trabajo y empezar un curso de Formación Profesional porque cree que es más “rentable” a la hora de encontrar un empleo.

Con el contrato de formación, no pude ahorrar

María José empezará a estudiar unas oposiciones en septiembre. Es traductora, con Erasmus en Alemania y un máster en formación del profesorado. “De momento, estoy buscando trabajo aunque no sea ‘de lo mío’ para poder ganar algo de dinero y pagarme la academia. Con el contrato de formación, no pude ahorrar”.

M.P. y Olivia revisan cada día cuándo se van a abrir las fronteras de Australia y de Canadá. Ambas planean emigrar en cuanto esta posibilidad exista. “A Madrid le tengo mucho que agradecer pero pensé que igual esto era una señal de que mi etapa aquí había terminado”, explica M.P. ya desde Galicia. “Nada me ata aquí, tengo unos ahorros y ya he contactado con una agencia que traslada el típico traslado y que te ayudan con el aterrizaje en el país”, añade. No será la primera vez que viva en el extranjero, durante el instituto y la carrera, hizo intercambios en Estados Unidos.

Olivia, lingüista, con máster en traducción y con formación en fotografía, ya tiene una visa para poder trabajar en Canadá, pero ahora tiene que encontrar un empleo para poder entrar en el país. Mientras se normaliza la situación, “voy a centrarme en estudiar”, explica.

Vuelta a empezar

Aunque el Ministerio de Trabajo tiene como prioridad buscar soluciones para el paro juvenil, de momento no hay ninguna medida específica para los menores de 30 años. Por eso, las vías de salida de estos jóvenes se parecen mucho a las que tomaron quienes se toparon con la crisis financiera de hace una década.

“La fotografía del trabajo juvenil es muy clara: sobrecualificación, temporalidad y parcialidad y turismo y hostelería”, señala el presidente del Consejo de la Juventud de España. “Las personas jóvenes no tenemos trabajo en sectores esenciales, y además, nuestros trabajos son los primeros que se han destruido”, critica. Por esos motivos, Ramos cree que estamos cometiendo los mismos errores que en la anterior crisis.

Desde el Consejo de la Juventud de España han trasladado propuestas a todos los ministerios para que se tenga en cuenta la perspectiva de los jóvenes en materias como la transición energética, el empleo o las migraciones. Ramos explica que es necesario “volver a desarrollar un plan para el empleo joven” ya que el elaborado por la anterior ministra de Trabajo no llegó a desarrollarse por completo . “La realidad de ese plan no es la de ahora, hace falta volver a pensarlo y volver a llevarlo a cabo”, insiste.

“De nuevo, la juventud vuelve a ser quien paga el pato en políticas y empleo”, concluye Ramos.