A las nueve y media de la mañana, Ángel ha dicho basta. Se ha metido en la minúscula oficina de su surtidor, ha sacado una silla, la ha colocado en la calzada y ha puesto encima un cartel. "Fuera de servicio". Después se ha dirigido una a una a las 12 personas que esperaban pacientemente dentro de sus coches -"¡Hace un frío que pela!", decía un conductor- para comunicarles que no les podía atender.

"A primera hora ha funcionado más o menos bien, pero después nuestro sistema informático se ha saturado y no funciona. Cada operación tarda 15 o 20 minutos en salir", cuenta a El Independiente el trabajador de este pequeño surtidor de Repsol en la avenida Ramón y Cajal de Madrid. En efecto, el sistema de cobro de las gasolineras Repsol ha colapsado y muchos surtidores no han podido aplicar los descuentos anunciados por el Gobierno.

"Yo así no puedo", continuaba indignado Ángel, que ha intentado llamar a las oficinas centrales de la petrolera para buscar una solución. "He tenido que cerrar porque no puedo aplicarles el descuento a los clientes. Y, claro, están indignados".

Unos minutos antes, una mujer había llenado el depósito de su Audi y después de un cuarto de hora de espera, ha decidido pagar el precio sin descuento. "Hoy te cobro todo, pero vuelve mañana y te hago el descuento", le ha dicho el trabajador.

La escena de caos, olas interminables y caras de asombro eran la tónica habitual en la mayoría de las gasolineras de la capital. "Hay unas colas exageradas. Todo el mundo ha aguantado para echar hoy la gasolina", decía un transportista en la gasolinera de la calle San Germán. Otro cliente, asombrado de que no se pudiera pagar con tarjeta, se ha marchado indignado en su todoterreno. "He estado ya en un par de gasolineras y están cerradas. Y aquí están con el rollo este de que no aceptan tarjeta. Solo se puede pagar con efectivo y encima tarda un cuarto de hora en hacer el cálculo la maquinita".