Con Francia con la negativa por bandera, España busca un nuevo socio con el que nutrir a Europa el gas natural licuado que llega a las costas nacionales desde, principalmente, Estados Unidos.

Pedro Sánchez ha sido muy claro en las últimas semanas: “Si no hay gasoducto por Francia, lo habrá por Italia”. Unas palabras que han sido refrendadas por la titular del ministerio energético en España, Teresa Ribera.

La ministra valora con "mucha seriedad" la posibilidad de construir un gasoducto submarino con Italia ante las reticencias de Francia de terminar la interconexión a través de los Pirineos, la infraestructura conocida como Midcat. Ribera, además, considera que nuestro país “no necesita “exportar gas”, pero que “está dispuesta a ayudar Europa”. "Si Europa necesita ser ayudada es importante que las instituciones europeas y aquellos gobiernos en peor situación se impliquen también en un debate que no es solo a dos bandas", dijo este jueves.

El gasoducto, que tendría como objetivo interconectar Barcelona con Livorno para mandar el gas natural licuado regasificado en Europa, ni siquiera está planificado para su construcción, pero podría coronar a Italia como el gran suministrador de gas a Europa.

“Pedro Sánchez quiere ayudar, pero crear el gasoducto que une Italia con España es dar las llaves a Italia como el verdadero hub europeo”, arguyen fuentes del sector energético a este periódico. La principal razón, explican, por la que el país transalpino se erigiría como el gran transportista de gas es la de las interconexiones.

“Italia tiene más países con los que colinda y el hecho de que pueda llevar el gas natural licuado de España a Europa le deja en una posición inmejorable. Y esto, en los despachos de Bruselas tiene mucho peso”, señalan las mismas voces.

Italia, a su vez, tiene diversas conexiones con África por lo que recibe gas de Argelia y de Irán a través de cuatro tubos. “España solo tiene la vía de Argelia y desde el conflicto diplomático cada vez llega menos materia prima e Italia está aprovechando esta coyuntura.

El país trasalpino cuenta con los gasoductos que la unen con Argelia y Libia, proveedores alternativos a Rusia, y a las interconexiones con el norte de Europa a través de Suiza, Austria y Eslovenia. Además, el país llegó a un acuerdo con Argelia para aumentar las compras de materia prima hasta en un 40% hace pocos meses.

España necesita un socio

Pero, a pesar de que España tiene mucho gas para poder enviar al resto de Europa, no le queda otra que buscar aliados para poder transportar la materia prima debido a la pobre interconexión que tienen nuestras fronteras con el resto de socios del Viejo Continente.

De hecho, la ministra Teresa Ribera, en el día que España se opuso a la reducción del 15% de gas durante los próximos dos años, dio un toque de atención a la Unión Europea diciendo que la Comisión “no había hecho los deberes en términos de interconexión, mientras que España había cumplido en todas las exigencias” que vienen de Bruselas.

Con todo, según datos de Gas Infrastructure Europe (GIP), algo más de un tercio (el 35%) de la capacidad de almacenamiento de gas natural licuado (GNL) en la UE más el Reino Unido está en España. Además posee una capacidad de regasificación del 27%, que es también el segundo país con más capacidad (22%). Francia tiene el 17%; Bélgica, el 8%, e Italia, el 7%.

La capacidad de regasificación de España es de 1.910,40 gigavatios hora (GWh) diarios; la del Reino Unido, de 1.565; la de Francia, de 1.252,70; la de Bélgica, de 541, y la de Italia, 514,50. Pero a pesar de estos buenos números, el hecho de no tener activo el MidCat o el gasoducto italiano, España no puede nutrir a Europa de la manera que sí podría hacerlo.

Gas por las nubes

Mientras Europa busca soluciones, el precio del gas continúa creciendo. La materia prima marcó un nuevo récord desde marzo después de que la cotización de la referencia en el mercado europeo, el TTF en Holanda, haya superado este jueves la barrera de los 300 euros por megavatio hora (MWh).

En concreto, el precio del gas en el mercado de Róterdam marcaba en la mañana de este jueves un nuevo máximo histórico al cambiarse a 317 euros por megavatio hora (MWh), el segundo más alto de la historia tras el intradía de 345 euros del pasado 7 de marzo motivado por la invasión rusa de Ucrania.