Opinión

Ucrania, de carga a baluarte

Un sacerdote ortodoxo ucraniano durante un funeral por las víctimas de Bucha este agosto. EFE

La invasión rusa de Ucrania y la resistencia de Ucrania están cambiando la geopolítica de Europa en formas que aún no se han comprendido, incluso cuando la capacidad del ejército ruso parece estar disminuyendo. Al mismo tiempo, parece oportuno hacer un balance de la psicología y la disposición militar del pueblo ucraniano tras seis meses de guerra, especialmente tras el reciente consenso del Consejo Europeo para conceder una vía de adhesión acelerada a la Unión Europea como forma de ayudar a Ucrania a responder a la agresión militar del Kremlin. La perspectiva de adhesión es un paso positivo, pero no tendrá ningún efecto sobre la situación inmediata del ejército ucraniano en el campo de batalla.

Ucrania puede ser percibida como una carga continua, porque la guerra interfiere con el suministro de gas ruso y los negocios normales

Los indicios apuntan a que la "operación militar especial" de Vladimir Putin se prolongará durante mucho tiempo, y es posible que aflore la "fatiga de Ucrania" en algunos sectores occidentales. Ucrania puede ser percibida como una carga continua, porque la guerra interfiere con el suministro de gas ruso y los negocios normales. Habrá comentaristas bienintencionados que pedirán un alto el fuego en nombre de detener el derramamiento de sangre, y otros que abogarán por conceder una vía de escape para Putin. El sacrificio de Ucrania y la capacidad de utilizar el apoyo occidental de forma eficaz están destinados a convertirse de nuevo en un punto de controversia.

Hasta ahora el ejército ucraniano se ha desenvuelto bien en el campo de batalla con equipos y municiones de producción nacional en su mayoría, pero este material está a punto de agotarse. Una escasez que implica que Ucrania sea muy dependiente de las armas importadas, y desplaza la defensa contra Rusia de una dimensión predominantemente militar a una dimensión política y diplomática. Deja, además, en el aire la posibilidad de que Ucrania se vea obligada a una paz desventajosa si le son retiradas las armas occidentales. Esta posibilidad existe porque el Kremlin está tratando de inducir a Occidente para que fuerce a Ucrania a un alto el fuego, antes de que el ejército ucraniano libere más territorios ocupados. La táctica del Kremlin es amenazar con detener las exportaciones de gas a algunas zonas de Europa y bloquear las exportaciones ucranianas de grano a través del mar Negro a los países necesitados de África y Oriente Medio, y así movilizar una coalición diplomática contra Ucrania.

Un objetivo importante del apoyo occidental a Ucrania debe ser producir un cambio de actitud hacia la liberalización en la sociedad rusa

En este escenario de chantaje, se permitiría implícitamente a Rusia conservar una parte o la totalidad de sus ganancias territoriales y eludir su responsabilidad por los daños morales y materiales causados a Ucrania. Esto representaría una clara victoria del Kremlin y una clara derrota para Occidente en su conjunto, cuyos valores y arquitectura de seguridad se mostrarían vacíos. Además, el Kremlin no tendría ningún incentivo para cambiar su rumbo expansionista y la sociedad rusa no vería la necesidad de reexaminar sus actitudes imperialistas. Por tanto, un objetivo importante del apoyo occidental a Ucrania debe ser producir un cambio de actitud hacia la liberalización en la sociedad rusa, si se quiere asegurar una paz duradera. Una postura de apaciguamiento no lo conseguiría.

En este sentido, la cohesión de Ucrania necesita algunas explicaciones. Hay que recordar que Ucrania ha recorrido un largo camino desde su independencia en 1991, cuando el país tenía muy pocas instituciones de gobierno y administrativas establecidas. Algunos de los logros más impresionantes del país son un parlamento libre y elecciones; una prensa libre; una reorientación del comercio en los mercados europeos y mundiales; y la desvinculación de Rusia del complejo militar-industrial. En el ámbito social, Ucrania ha sido testigo de la creación de una nación política moderna, de un renacimiento de la cultura nacional y del mantenimiento del acuerdo cívico (sin tener en cuenta la provocación armada del conflicto en Crimea y el Donbás por parte de Moscú). Dos revoluciones de colores dan testimonio de una sociedad civil activa. Y ahora la invasión rusa ha puesto ante Ucrania las últimas pruebas de resistencia de la solidaridad nacional y la democracia, pruebas que el país ha superado magníficamente, ya que la invasión fue contenida y las convenciones democráticas de Ucrania fueron preservadas.

Las ideas de que la democracia se exporta e importa con facilidad resultan muy atractivas para los ucranianos, pero los cambios sustanciales en las organizaciones sociales y las instituciones políticas son más difíciles de establecer. La democracia suele ser el resultado accidental de circunstancias propicias.

La política ucraniana se caracteriza, felizmente, por la negociación y el compromiso; pero también por unos valores democráticos auténticos

En el caso de Ucrania, no hay ninguna categoría geográfica o social que pueda imponer su voluntad a las demás. Por ello, la política ucraniana se caracteriza, felizmente, por la negociación y el compromiso; pero también por unos valores democráticos auténticos. Al mismo tiempo, el paquete estándar europeo de Estado de Derecho, gobierno responsable y derechos humanos atrae a todos los grupos del país. La lógica exige que los liberales de etnia rusa se alíen con los demócratas nacionales de etnia ucraniana, porque sólo los demócratas nacionales pueden constituir un núcleo social suficientemente fuerte para la independencia del Estado y la perspectiva de un régimen responsable y basado en el imperio de la ley. Asimismo, los tártaros de Crimea, los polacos, los judíos y otros grupos apoyan la independencia y una orientación proeuropea.

Por supuesto, la propia Rusia ha hecho mucho para consolidar la sociedad ucraniana. La mayor parte de los bombardeos y crímenes de guerra rusos se han producido en las ciudades orientales "rusoparlantes", donde las generaciones venideras recordarán cómo tuvieron que guarecerse en sótanos y refugios antibombas ante la artillería y los misiles "fraternales" que apuntaban deliberadamente a las zonas residenciales.

Una falsa paz no traería seguridad, sino sólo más represión

Las atrocidades rusas han endurecido la determinación de los ucranianos en todas las áreas de su país para seguir luchando, pues creen que una falsa paz no traería seguridad, sino sólo más represión. Una encuesta reciente mostraba que sólo el 10 por ciento de los encuestados estaría de acuerdo en intercambiar tierras por paz (probablemente solo un acuerdo temporal para Rusia), mientras que el 86 por ciento se expresaba en contra.

Así pues, más allá de los cambios institucionales en Ucrania, quizá los cambios más profundos estén en la psicología y la cultura política de la ciudadanía. Los éxitos de la acción colectiva en las revoluciones de colores, y ahora en la contención del gran ejército ruso, han elevado la autoestima de la población y le han dado un sentido de eficacia. Es probablemente esta autoestima lo que el Kremlin odia y teme más, y lo que quiere decir con su epíteto de "nazismo".

En resumen, donde antes se percibía como una carga disfuncional, Ucrania ha demostrado un fuerte compromiso con la democracia y la capacidad de cohesión cívica. El país se ha convertido en un baluarte militar que protege el flanco oriental de Europa y los principios del orden y seguridad de la posguerra. Sin embargo, los ucranianos necesitan no sólo un vago apoyo diplomático y simbólico de Occidente, sino también un apoyo militar y financiero continuo, para que puedan seguir defendiéndose y defendiendo a Europa.


Dennis Soltys es un profesor canadiense jubilado de política pública y desarrollo internacional

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