¿Qué haría si le toca la lotería? Bancos, fondos de inversión, ladrillo, deuda pública, acciones, oro, liquidación de hipotecas... Todos estos nombres suenan como destino habitual de los premios. La cantidad recibida marcará el siguiente paso, ya que la horquilla puede ser muy amplia: de tapar agujeros, renovar el coche o irse de viaje a no tener que volver a pisar la oficina en la vida, todo depende de cómo de afortunado haya sido. Si la cantidad es lo suficientemente generosa como para tener que gestionarla, el manejo de ese patrimonio será decisivo para hacer que un boleto de lotería haga que realmente su vida sea mejor, como en el caso de Marisa Giménez y de Ángel Castaño, o acabe por convertirse en papel mojado.

Las pesetas todavía corrían por las manos de los españoles cuando la fortuna golpeó a los Giménez. "Fue cinco o seis años antes de la entrada del euro. Mi madre (Mari Tere) ya estaba jubilada y, cuando se acordaba y pasaba por delante de la administración de lotería, echaba la Bonoloto". En una de esas visitas improvisadas, Mari Tere pidió a su lotera de confianza que le comprobara su última participación. "La señora comprobó el boleto, se impresionó, y le dijo a mi madre que le había tocado mucho dinero. Mi madre preguntó cuánto. Entendió mal a la lotera y pensó que el premio eran 8.000 pesetas y no 80 millones -unos 480.000 euros de hoy- ". Mari Tere decidió quedarse con la mitad del premio y repartir el resto entre sus seis hijos. "Los bancos no tardaron nada en llamarnos. Vivíamos en Algeciras, que es un sitio relativamente pequeño, y nos daba apuro contarlo; sin embargo, a los pocos días varias entidades nos contactaron para depositar el dinero en sus cuentas y para invertir. Gracias a que no nos volvimos locos nos permitió vivir mucho más tranquilos.", señala Marisa casi 30 años después de que la fortuna tocara a su puerta.

Marisa tenía poco más de 30 años cuando recibió parte del premio de su madre. "Ella era jubilada, tenía una buena pensión y su vida solucionada, en lo único que hizo un gasto extra fue en invitarnos a un viaje a Roma y otro a París. Cuando falleció heredamos prácticamente el resto del premio". Marisa, enfermera de profesión, recibió una cantidad que no le solucionaría el resto de su vida, pero que "vino muy bien a todos los hermanos". "Después de recibir ese dinero reformé una casa y me compre otra en Lavapiés. Durante todos estos años ha estado alquilada y me ha permitido tener una renta extra", asegura a El Independiente Marisa, que añade que está pensando en venderla y que, de hacerlo por las cifras que se manejan actualmente en la zona, culminará una inversión redonda.

Una empresa, dos inmuebles e inversión en fondos

El número que su padre llevaba jugando toda la vida cambió el camino de Ángel Castaño cuando apenas tenía 34 años, en 2015. "A mi madre le tocó el último Premio Especial de Lotería Nacional, fueron 3,2 millones de euros. Era un número que mi padre llevaba jugando 30 años con sus amigos, pero él estaba con alzhéimer en la residencia y los amigos con los que participaba habían muerto, por lo que mi madre tenía varios décimos".

Una vez más, la premiada fue una madre que optó por dividir a partes iguales su suerte entre sus hijos. "Mi madre se enteró porque venía de hacer la compra y encontró a mis dos hermanos de fiesta", cuenta Ángel, que explica que este dinero le permitió cambiar su presente, pero que no le ha retirado: "Lógicamente depende de la cantidad. Si te tocan 140 millones de euros lo normal es que cierres tu empresa y no vuelvas a entrar".

Las incesantes llamadas de los bancos no se produjeron en este caso "ahora parece que no les interesa", añade Ángel. "Esto fue  un sábado y el lunes nos juntamos los familiares para decidir cómo gestionarlo. Yo fui a un banco y como llegué cinco minutos tarde el trabajador de la sucursal con el que había quedado me dijo que volviera mañana, entonces lo lleve a otro".

De repente, un joven treintañero ve su cuenta rebosar de la noche a la mañana y se abre ante él un amplio abanico de posibilidades en las que emplear su capital. "Primero monté una consultoría, pero luego la cerré y abrí una clínica dental que todavía conservo. Además compré dos casas que utilizo como residencia habitual y alternativa, e invertí en acciones y fondos de inversión. Mueves un poco el dinero. Como en todo, ganas y pierdes, pero en general no hay nada que lamentar. Mis hermanos ya estaban bien posicionados con sus empresas y sus negocios y solo uno de ellos se cambió de casa, pero poco más", concluye Ángel.