El adelanto de las elecciones generales de diciembre, cuando estaban previstas, a julio, sorprendió a todo el mundo. Pero se trata de un cambio que puede tener más sentido del que parece y no solo del lado político, sino también del económico, puesto que los datos macro del verano serán todavía buenos mientras que los del invierno pintan mucho más complicados. Aunque las previsiones todavía están rodeadas de incertidumbre, sujetas a elementos muy volátiles como el avance de la guerra en Ucrania y la política económica, es probable que el país registre una mayor inflación y menor crecimiento en los últimos meses del año.

El año pasado, prácticamente todos los analistas veían claro que España se dirigía sin remedio hacia una recesión. Se esperaba que fuese breve, pero todo apuntaba a que el producto interior bruto (PIB) caería durante dos trimestres consecutivos, tal y como se define una recesión técnica: el último de 2022 y el primero de 2023. Sin embargo, finalmente el PIB avanzó un 0,2% en el último trimestre de 2022 frente a los tres meses anteriores, y un 0,5% en el primero de este año. Y el país terminó 2022 creciendo un 5,5%, en línea con el ejercicio anterior y muy por encima de las previsiones.

¿Qué sucedió? El consumo privado y la inversión de las empresas resistieron el golpe de la inflación, el turismo y las exportaciones tiraron también del PIB, algo que es complicado que continúe sucediendo al mismo ritmo este ejercicio. El agotamiento tiene que llegar, y no lo hará en los meses más turísticos, sino cuando su tirón se acabe.

"Los actuales datos macroeconómicos apuntan a una ralentización económica generalizada, centrada principalmente en el lado manufacturero", apunta Banca March en un informe publicado esta semana. En esa dirección apuntan datos globales, de Estados Unidos, Europa y China. La caída en recesión de la zona euro después de encadenar dos trimestres con caídas de PIB -con Alemania entre los países en los que esto mismo ha sucedido- también lleva a pensar en una caída de la actividad que se viene apreciando "a nivel internacional durante las últimas semanas".

Frenazo del consumo y crecimiento

En ese sentido, el Consejo General de Economistas prevé que el crecimiento de los tipos de interés lastre el consumo y el crecimiento en España durante el último trimestre del año, lo que ha llevado a la institución a mantener su previsión de crecimiento en el 1,5%, revisando también al alza la inflación hasta el 4,3%. De la misma manera, entienden que la tasa de paro se reducirá en los meses de verano pero que subirá a alrededor del 13% al final del año.

También en esa línea, Funcas -que compara las previsiones macro de todas las instituciones y casas de estudios que los emiten-, aseguró hace unas semanas que espera que lo que queda de año el crecimiento se limite hasta alrededor del 0,2 o 0,3% trimestral, frente al avance del 0,5% registrado en el primer trimestre. Creen que el menor crecimiento del consumo y de la inversión lastrarán al PIB, y que, de nuevo, la inflación será de alrededor del 4%, lo que augura un repunte de este indicador al final de año -en mayo, el crecimiento de los precios fue del 3,2% frente al mismo mes del año anterior-.

Los economistas están de acuerdo en que la inflación volverá a subir a final de año por el efecto base. El IPC suele observarse en términos interanuales, esto es, comparando los precios de un mes con los del mismo mes del año anterior, y eso provocará que la tasa actual del IPC repunte de nuevo hasta alrededor del 6% en noviembre y diciembre. Funcas estima que este verano los precios se mantendrán alrededor de un 3% para después volver a subir por el efecto de la comparación estadística.

También hay que tener en cuenta que la reducción del IVA de los alimentos básicos termina en junio, aunque el Gobierno todavía puede prorrogarla. Del mismo modo, diferentes organismos internacionales han pedido al Ejecutivo que termine ya con la rebaja generalizada de los precios de la electricidad y del gas, lo que también podría provocar un repunte de los precios en comparación con los del año anterior, cuando sí estaba activa esta rebaja.

Los fondos europeos

Por otro lado, el nuevo Gobierno que salga de las urnas en julio deberá también hacer frente al reto de dinamizar la absorción de los fondos europeos. La oposición ha venido criticando que el despliegue de los millones de euros que vienen de la Comisión Europea ha sido lento, pero ahora a los 70.000 millones de euros en transferencias -de los que España ya ha recibido más de la mitad- se suman los otros 84.000 millones de euros en préstamos que deberá empezar a pedir a finales de este año.

Esos préstamos engordan la deuda conforme el Gobierno los solicite y mientras no se devuelvan, lo que también puede modificar las actuales previsiones macro. Por el momento, la reglas fiscales europeas volverán a activarse en 2024, y si España quiere quedar fuera de la aplicación del Procedimiento de Déficit Excesivo deberá continuar reduciendo sus niveles de déficit y deuda tal y como tiene previsto.

Asimismo, hay que tener en cuenta que el precio de los préstamos ahora se ha encarecido, puesto que las condiciones de financiación son hoy peores que el año pasado, cuando las subidas de tipos de interés todavía no se habían producido. Desde julio de 2022, el BCE ha subido los tipos de interés en siete ocasiones, siendo la última subida en mayo, que elevó al 3,75% el coste de financiación, su nivel más alto en 15 años.

La próxima reunión del supervisor bancario europeo se producirá la próxima semana y su presidenta, Christine Lagarde, ha dejado la puerta abierta a más subidas. Esto supondrá que el coste de financiación siga elevándose en los próximos meses, cuando España y las empresas de nuestro país quieran optar a estos créditos para impulsar reformas. En esta línea España argumentan que haber pedido el dinero antes habría complicado aún más la ejecución del plan, como está sucediendo en otros países, porque gastar tanto dinero en tan poco tiempo es complicado.