Hace años que es un ir y venir de buques. Embarcaciones de grandes dimensiones, metaneros con depósitos repletos de gas licuado que abastecen a nuestro país. En los últimos años es la ruta más frecuentada, la que conecta nuestros puertos con los de Estados Unidos. Sólo el año pasado hasta 87 buques de estas características arribaron por ella hasta nuestros puntos de descarga. Es el gas obtenido del ‘fracking’, la técnica de extracción prohibida en medio mundo, incluida España, y cuyo fruto nos abastece y que ahora Trump amenaza con potenciar para convertir a los EEUU en una economía energéticamente autosuficiente.
Volver a hacer ‘América grande de nuevo’ no es energéticamente barato. Menos aún cuando la demanda se dispara con los centros en tecnologías de ‘big data’ o inteligencia artificial. Hace poco más de una década que en Estados Unidos la apuesta por convertirse en referente energético y valerse para ello de la cuestionada técnica del ‘fracking’ lo cambio todo. De ser un país importador de energía ha pasado a ser un referente de la exportación mundial. Y no sólo de gas, perforar el subsuelo también permite localizar nuevos yacimientos de petróleo.
El ‘fracking’, como técnica de extracción, tiene pocos adeptos. Las perforaciones de roca a gran profundidad, el empleo de grandes cantidades de agua y arena a presión que requiere, y el empleo de productos químicos con los que romper las capas de la roca y extraer el gas que se libera, tienen un impacto evidente en el entorno. Pero en la costa del Golfo de México y en otros muchos puntos del país, compañías como Cameron, Freeport, Corpus Christi en Texas y otras muchas pequeñas empresas se han ido multiplicando en los últimos años. En 2022 EEUU se convirtió en el primer exportador de gas natural licuado del mundo. El ‘fracking’ le ha permitido incrementar un 70% su producción de GVL desde 2010.
Nuestro país también se ha beneficiado de ello. Desde 2019, el gas natural licuado (GNL) que llega desde las plantas estadounidenses no ha hecho más que crecer. La ruta marina que lo trae en buques tiene más tráfico. De los apenas 3.358 GWh de 2018 pasamos a importar 46.126 GWh un año más tarde y alcanzar la cifra récord de 128.841 GWh hace ahora dos años, según datos de Enagas. Sólo en los últimos meses la cantidad parece haberse reducido, y en no poco porcentaje, en favor de otra ruta gasística: Rusia. España parece ahora mirar más hacia Putin que hacia Biden en la compra de gas, “por cada dos buques norteamericanos, el mes pasado llegaron ocho o nueve rusos”, señalan fuentes del sector. Consideran que el repunte ruso puede responder más a una coyuntura política que económica, de mercado. Las sanciones a Rusia y los vetos políticos a Putin han alterado las rutas de GNL ruso, potenciando destinos como Bélgica, Francia o España.
¿América first?
Ahora la duda radica en si a partir de enero, cuando Trump se convierta en el 47º presidente de los Estados Unidos, comenzará una nueva era del ‘fracking’. La técnica nunca ha sido alentada por el gobierno demócrata ahora en funciones. La incógnita se sitúa en si Trump optará por una mayor producción y exportación de gas y petróleo al mundo, o si hará valer su máxima de ‘America first’ y aplicará la filosofía del proteccionismo en aras a una autosuficiencia energética que le permita ser más competitiva. “El dilema de Trump será si favorecer a la industria americana o favorecer a la industria del gas americano”, aseguran fuentes del sector energético.
Las grandes operadoras energéticas, en particular del petróleo, en muchos casos vinculadas también a la producción de gas, han sido una de las grandes aliadas del ya presidente electo. Querer cobrar su apoyo en forma de impulso gubernamental es una hipótesis factible.
La tentación de sacarlo del freno y ralentización en el que lo ha sumergido la administración Biden está ahí. En Estados Unidos las pequeñas plantas de perforación se cuentan por miles. Sólo el debate medioambiental y las denuncias ecologistas han logrado congelar su desarrollo. Pero a Trump el cambio climático y el impacto al entorno no parece quitarle el sueño. En EEUU el sector acumula ahora retrasos de hasta dos años en la construcción de muchas de las plantas en marcha y las que estaban pendientes de obtener la autorización administrativa están paralizadas. “La siguiente tanda de plantas no entrará en funcionamiento hasta 2027 o 2028”, aseguran fuentes conocedoras del mercado gasístico estadounidense.
Mercado atomizado con miles de pozos
Las primeras plantas de gas licuado en EEUU se remontan a 2016. Entonces apenas eran un mercado marginal para España. Hoy, en cambio, son un pilar fundamental de nuestro suministro energético. El año pasado una cuarta parte de nuestro gas procedía de los EEUU. Empresas, industrias y particulares se abastecieron en gran medida gracias al gas extraído gracias al ‘fracking’ norteamericano.
Reactivar ese mercado y relanzar el mercado para conquistar las rutas gasísticas del planeta estará sobre la mesa de los benefactores energéticos de Trump. Después, atraer a nuevos clientes será más sencillo: “En Estados Unidos son mucho más ágiles, tienen una gran capacidad de reacción a los precios de la energía. Saben mover su producción en función de los precios. Son plantas pequeñas, pozos pequeños que abren y cierran, que se compran unos a otros. Es un mercado mucho más atomizado y dinámico que el de las plantas tradicionales”, señalan estas fuentes.
El objetivo es alcanzar la autosuficiencia energética en 2035, según la Agencia Internacional de Energía. Pero la fracturación hidráulica tiene un elevado coste, económico y medioambiental. Pese a ello, la resistencia en Estados Unidos es menor. Sólo unos pocos estados, como los de Nueva York, Maryland, Washington o Vermont, lo prohíben. El 95% de los pozos de extracción lo emplean. En estados clave en las pasadas elecciones, como Pensilvania, el ‘fracking’ es un motor económico que da empleo a miles de persona.
Rusia gana terreno en 2024
En términos globales, el gas natural procedente de los gasoductos con Africa y el licuado –líquido- que nos llega por barco han reequilibrado su peso. En los últimos cinco años el GNL ha ganado terreno hasta representar el 70% del aprovisionamiento total el año pasado -278.002 GWH- y con Estados Unidos a la cabeza como principal suministrador. Era hasta el 2023 el primero de los suministradores de GNL de entre los 19 países en los que se abastece nuestro país, con Rusia como segunda potencia y que en 2024 está recuperando mucho terreno, “el primer suministrador de GNL de España este año es Rusia, por goleada. En términos globales, Argelia”.
La llegada de gas licuado se tradujo el año pasado en 299 buques, de los que casi uno de cada tres procedía de Estados Unidos. Los buques norteamericanos llegaron en mayor número que los de Rusia y Qatar juntos. Rusia con 67 buques, Nigeria con 59 y Argelia con 35 completan los puestos de mayor importación de GNL. Las plantas de Sagunto, Bilbao y Cartagena son las que mayor tráfico de metaneros registraron.
El cada vez mayor desarrollo e implantación de las energías renovables en nuestro país está resintiendo este mercado. En España las industrias demandaron el año pasado un 10% menos de gas. El consumo total fue de 325,5 TWh, según datos de Enagas. La energía solar y la hidráulica se apuntan como una de las razones. Comunidades autónomas como Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia y Euskadi encabezan el consumo de gas en España, entre ellas concentran más de la mitad del consumo de gas del país.
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