En 2010, el país heleno tuvo que ser rescatado por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. A cambio de más de 240.000 millones de euros en tres programas de asistencia, el país tuvo que aceptar medidas significativas en términos de austeridad que dejaron una profunda huella en la sociedad. La renta per cápita sufrió una fuerte caída y, como señala para este periódico la profesora de EAE Business School, María Ángeles Ruiz Ezpeleta, "ha tardado más de una década en recuperarse. Solo en 2024 volvió a situarse en los niveles previos a la Gran Recesión —22.500 euros frente a los 21.900 de 2008—, aunque el poder adquisitivo de los hogares sigue mermado por la inflación y los bajos salarios".
Este lento proceso de normalización se vio amenazado por la crisis sanitaria de 2020. Con la economía mundial desplomada, Grecia podría haber caído de nuevo en el abismo. Pero no fue así; de hecho, la economía griega se ha situado en los últimos años como uno de los principales motores de la Unión Europea. "Este resultado obedece a una política fiscal estricta, mejoras en la recaudación y control del gasto, y al tirón del turismo y sectores exportadores", explica para El Independiente el profesor del grado en Business Analytics de la Universidad Francisco de Vitoria, Manuel Monge. Una senda enmarcada en el gobierno de Nueva Democracia, la formación de centroderecha liderada por Kyriákos Mitsotákis, primer ministro desde 2019 y revalidado en 2023.
Así, en apenas un lustro, Grecia ha reducido su deuda en más de 50 puntos del PIB —del 207% en 2020 al 153,6% en 2024— y, desde 2023 hasta agosto de 2025, se ha convertido en uno de los pocos países europeos que logra cerrar sus cuentas públicas con más ingresos que gastos. Al mismo tiempo, ha combinado disciplina fiscal con rebajas impositivas estratégicas: el impuesto de sociedades ha bajado del 29% al 22%, se han aplicado reducciones en el IRPF y se han introducido alivios para familias y pequeñas empresas. Además, este marco de estabilidad ha ido acompañado de un crecimiento sostenido y, según las previsiones de la OCDE, se mantendrá en el 2% anual entre 2025 y 2026, por encima del promedio de la eurozona. Unos avances que se entienden mejor a la luz de tres grandes lecciones que se podrían aplicar en España: la contención del gasto público, la mejora en la recaudación a través de una fiscalidad más competitiva y la recuperación de la credibilidad financiera.
1. Contención del gasto público
El despegue griego tras la pandemia se refleja en el Producto Interior Bruto (PIB). En 2020 se hundió un 9,2%, pero desde entonces se ha recuperado con fuerza. Creció un 8,7% en 2021, un 5,7% en 2022, un 2,3% en 2023 y otro 2,3% a cierre de 2024. En esos dos últimos ejercicios, la economía de la Zona Euro apenas avanzó un 0,4% y un 0,9%, respectivamente, lo que subraya la brecha entre el dinamismo griego y la media comunitaria. Asimismo, las proyecciones de la OCDE apuntan a que Grecia mantendrá un crecimiento robusto del 2% en 2025 y del 2,1% en 2026. Por su parte, en el caso español, la OCDE ha estimado un 2,4% para 2025 y un 1,9% para 2026.
Lo característico de este dinamismo económico griego es que no se ha apoyado en un gasto público expansivo, sino de contención. Tras la crisis energética derivada de la dependencia rusa, Grecia retiró gradualmente las ayudas extraordinarias y aplicó techos estrictos de gasto. El mejor ejemplo se encuentra en el capítulo más decisivo de los presupuestos nacionales europeos: las pensiones.
En Grecia, las reformas han sido profundas: la edad legal de jubilación se ha elevado hasta los 67 años —de hecho, se ha vinculado la edad de salida del mercado laboral a la esperanza de vida—, se han endurecido las condiciones de retiro anticipado y se ha ampliado el cálculo del salario pensionable para tener en cuenta toda la trayectoria laboral en lugar de solo los últimos años cotizados. Además, Grecia ha transformado su sistema complementario con la creación del fondo TEKA (Hellenic Auxiliary Pensions Defined Contributions Fund), en vigor desde 2022 para los nuevos afiliados. A diferencia del modelo tradicional de reparto, TEKA funciona como un sistema de capitalización individual. Cada trabajador dispone de una cuenta propia en la que se acumulan sus contribuciones, que son invertidas en los mercados financieros.
De este modo, la pensión futura depende tanto de lo cotizado como de la rentabilidad obtenida, lo que reduce la presión sobre las finanzas públicas a largo plazo. Según las proyecciones del Ageing Report 2024 de la Comisión Europea, el gasto público en pensiones descenderá gradualmente del 14,5 % del PIB en 2022 a cerca del 12% hacia 2070, bajo el escenario base. Todo ello ha impactado en la tasa de cobertura —el porcentaje que compara la pensión con el último salario percibido—, que según la Comisión Europea caerá del 76% en 2022 al entorno del 67% en 2040, estabilizándose después en torno al 65%.
En España, en cambio, en la reforma impulsada por el entonces ministro de Seguridad Social y actual gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, se ha optado por garantizar el poder adquisitivo de los jubilados mediante la revalorización con el IPC y el refuerzo de ingresos vía cotizaciones. Esto permite mantener, por ahora, una tasa de cobertura cercana al 80%, una de las más altas de la OCDE, pero a costa de un gasto creciente. El mismo informe de la Comisión Europea estima que la partida de pensiones pasará del 13% del PIB actual a un 17% a partir de 2050.
2. Impuestos y recaudación
El saneamiento de las cuentas griegas no se explica solo por el control del gasto, sino también por una mejora notable en los ingresos. En 2023, el país logró que los ingresos públicos superaran a los gastos primarios —es decir, cuando se excluyen de la partida de gastos los intereses de la deuda— y en 2024, alcanzó un superávit primario del 4,8% del PIB, el más alto de la eurozona. Este resultado se apoyó tanto en el tirón del turismo —que marca cifras récord tras la pandemia— como en un refuerzo de la administración tributaria. La implantación de la plataforma digital myDATA, la obligatoriedad de la facturación electrónica y el cruce de datos en tiempo real han permitido reducir la evasión fiscal, uno de los grandes lastres históricos de la economía griega.
Además, el marco empresarial también se ha visto favorecido por una política fiscal más competitiva. El impuesto de sociedades se redujo del 29% al 22%, y se aplicaron alivios para pymes y para rentas inferiores a 100.000 euros. A ello se sumaron rebajas en el IRPF, con una reducción de dos puntos en todos los tramos, así como exenciones para familias numerosas de bajos ingresos. También se introdujeron deducciones para quienes residen en zonas rurales o poco pobladas y se eliminaron ciertos gravámenes sobre el impuesto de bienes inmuebles en áreas remotas, con el objetivo de incentivar el asentamiento y reactivar la actividad local.
Estas rebajas no mermaron la recaudación porque vinieron acompañadas de un ensanchamiento de la base imponible y de un mayor cumplimiento tributario. En paralelo, se eliminaron ciertos gravámenes sobre las cotizaciones, lo que aligeró los costes laborales y estimuló la contratación. En este sentido, el último dato de empleo publicado en julio del presente ejercicio sitúa la tasa de paro griega en el 8%. Un dato que contrasta con el máximo del 27% que experimentó durante la crisis de 2008.
España, en cambio, mantiene un mercado laboral más tensionado. En julio de 2025, la tasa de desempleo era del 10,4%, la más alta de la eurozona, lo que limita su capacidad recaudatoria. Además, la política tributaria española ha seguido un camino distinto. En lugar de aliviar la carga empresarial, ha reforzado la imposición sobre las rentas altas y ha introducido figuras extraordinarias como el Mecanismo de Equidad Intergeneracional o el gravamen a energéticas y bancos.
3. Credibilidad financiera
La tercera lección llega por el lado de la confianza. Aunque sigue siendo uno de los países europeos con mayor ratio de deuda sobre el PIB, ha logrado reducirla en los últimos cinco años en más de un 50%. Desde el 207% del PIB que alcanzó en 2020 hasta el 153,6% a cierre de 2024.
Esta senda descendente se ha consolidado no solo por la disciplina fiscal, sino también por el apoyo europeo a través de los fondos Next Generation EU, que han permitido financiar inversiones sin comprometer el superávit primario. Además, la agenda proempresarial del primer ministro Kyriákos Mitsotákis ha auspiciado la llegada de capital extranjero. Las inversiones extranjeras directas se dispararon en 2021 y 2022, en un 286% y un 164%, respectivamente, frente a los promedios de las décadas anteriores, un reflejo de la confianza recuperada en la economía griega.
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