España crece y produce más, pero esa mejora se reparte entre un número cada vez mayor de habitantes. Si se descuenta el efecto de la inflación, el PIB (Producto Interior Bruto) real ha avanzado un 7,9% desde 2019, mientras que el PIB per cápita —la riqueza media por persona— lo ha hecho un 3,4%. La economista senior de Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorros), María Jesús Fernández, lo resume así: "El PIB aumenta porque hay más gente produciendo, no porque cada trabajador produzca más".
Ese "más gente" tiene traducción demográfica. Desde 2019, España ha incorporado más de dos millones de extranjeros (2.009.646) hasta el cierre de 2024, según los datos del INE (Instituto Nacional de Estadísticas). Un aumento que ha impulsado sectores como el turismo o la construcción, contribuyendo al aumento del PIB, pero también a que ese crecimiento se haya tenido que distribuir entre una población más amplia.
¿Por qué los ciudadanos no perciben la mejora?
Las últimas previsiones del FMI (Fondo Monetario Interacional) sitúan a España como la economía avanzaba que más crecerá en 2025. Tras la salida de la pandemia, el país ha logrado mantener un ritmo de crecimiento muy superior al de la media europea, impulsado por la fortaleza del empleo y la recuperación del consumo. Sin embargo, los ciudadanos no parecen percibir esa mejora. Según la encuesta de Funcas, más de la mitad de los españoles —el 55 %— considera que la situación económica del país es peor que antes de la pandemia.
Pese a esa desconexión entre los datos y la percepción ciudadana, los organismos internacionales mantienen una lectura positiva del caso español, aunque con su propio diagnóstico sobre qué está detrás de esta mejora. Según señaló a finales de agosto la presidenta del BCE (Banco Central Europeo), Christine Lagarde: "El sólido desempeño del PIB de España tras la pandemia, que ha contribuido a sostener el agregado de la zona euro, se debe en gran medida a la contribución de la mano de obra extranjera".
Por eso, conviene distinguir entre PIB y PIB per cápita. El primero mide el valor total de lo que produce un país y el segundo, cuánto corresponde de media a cada habitante. Y ahí se encuentra la diferencia clave. Desde 2019, el PIB español ha crecido un 27,1%, al pasar de 1,25 a 1,59 billones de euros en 2024. Por su lado, el PIB per cápita —la riqueza media por habitante— ha aumentado un 22,6%, desde los 26.625 euros por habitante en 2019 hasta los 32.633.
Pero, ¿y la inflación?
Ahora bien, estas cifras están expresadas en precios corrientes, es decir, no se descuenta el efecto de la inflación. Para conocer cuánto ha mejorado realmente la economía en términos de poder adquisitivo, los economistas utilizan el deflactor del PIB, un indicador que descuenta el aumento de los precios y permite medir el crecimiento real.
Pues bien, según los datos de Contabilidad Nacional del INE, el deflactor del PIB ha acumulado un alza del 19,2% desde 2019. Si se elimina este efecto distorsionador, el crecimiento real del PIB se reduce a un 7,9%, y el del PIB per cápita a un 3,4%. Es decir, la economía española produce actualmente más que antes de la pandemia, pero el avance de la riqueza por persona es menos de la mitad del registrado por el PIB total.
Empleo, productividad e inversión
En definitiva, el dinamismo de los últimos años ha sido posible gracias al aumento de la población activa, especialmente de origen extranjero, que ha permitido sostener el empleo y atender la demanda en sectores con escasez de mano de obra. Pero para que este avance se traduzca en una mejora que perciban todos los ciudadanos, no basta con sumar más trabajadores al mercado laboral. De acuerdo con la economista senior de Funcas, María Jesús Fernández, el PIB solo puede crecer de forma sostenida a través de tres vías: más población, más inversión y mayor productividad.
En este sentido, durante el último lustro, la inversión ha mostrado un comportamiento desigual. La inversión pública ha repuntado con fuerza —en parte gracias a los fondos europeos—, pero la privada, tanto la de las empresas como la de los hogares, se ha mantenido por debajo de los niveles de 2019. Algo parecido ocurre con la productividad, que apenas ha mejorado por hora trabajada y la productividad media por trabajador, incluso, ha caído por debajo de sus niveles prepandemia.
Fernández lo sintetiza así: "El crecimiento reciente ha sido muy intensivo en empleo, pero no en eficiencia". En su opinión, una economía que aspire a mantener su dinamismo y que este sea percibido por su población no puede depender únicamente del empleo. Además de la incorporación de más trabajadores, necesita fortalecer la inversión y ganar productividad, los otros dos pilares sobre los que se sostiene un crecimiento duradero.
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