Parapetado tras el escudero en plena batalla campal, Ángel H.S. acababa de disparar a los radicales una bola de goma con la bocacha de su escopeta Franchi del calibre 12 y estaba metiendo la mano en la bolsa para sacar otra cuando sufrió un fuerte impacto. Segundos después se vio obligado a abandonar la línea policial: tenía una fractura abierta en el radio de su brazo derecho con desplazamiento.

Ocurrió en la tarde-noche del 18 de octubre de 2019 cerca de la barcelonesa Plaza Urquinaona, concretamente en la confluencia de la calle Les Jonqueres y Trafalgar, cuando los antidisturbios repelían las agresiones de un grupo de radicales tras conocerse la sentencia condenatoria a los líderes del procés. Este policía coruñés fue uno de los caídos en aquel operativo extraordinario que tuvo que desplegar la Policía Nacional ante la virulencia de los disturbios callejeros.

Desde entonces, ha vivido un calvario. Antes de regresar a A Coruña fue sometido a una primera operación quirúrgica en el Hospital Sagrado Corazón de Barcelona a fin de colocarle una placa y seis tornillos. La fractura no soldó con esa intervención y el pasado 20 de noviembre tuvo que volver a pasar por el quirófano para que le retiraran la anterior y le colocaran otra placa con ocho tornillos y una malla para consolidar el hueso fracturado.

Emotivo homenaje de los antidisturbios de A Coruña al policía Ángel H.S. tras entregar éste la placa y el arma

"El principal problema es que perdí muchísima fuerza en la mano, tengo movilidad reducida en la muñeca, no puedo estirar el brazo con la palma hacia abajo y girarlo luego hacia arriba y sufro estrés postraumático", cuenta a El Independiente este policía de 45 años, que ingresó en el Cuerpo Nacional en septiembre de 2006 y pertenece a la Unidad de Intervención Policial (UIP) con sede en A Coruña desde enero de 2010.

La trayectoria policial de Ángel terminó este miércoles, cuando recibió una notificación de la División de Personal en la que se le notificaba la jubilación al no reunir ya las condiciones físicas necesarias para poder seguir ejerciendo como policía. Este jueves se ha acercado a la comisaría coruñesa de Lonzas -sede de la VIII UIP- para firmar los papeles y entregar el arma, la placa, el carné y el material policial que guardaba. Los compañeros le han dado una sorpresa: le han hecho el pasillo y le han regalado la bandera de España que uno guardaba desde aquellos días duros de otoño que vivieron en Barcelona y que está firmada por los antidisturbios gallegos que participaron en aquel dispositivo.

Puede que la batalla de Ángel no haya terminado. Tendrá que acudir a los juzgados de lo contencioso-administrativo si la Dirección General de la Policía no reconociera que la jubilación se ha producido en acto de servicio. De momento, se ha tramitado como "enfermedad común" y ello tendrá un reflejo negativo en la cuantía de la pensión que empezará a percibir a partir de ahora. "Es muy triste y penoso que uno haya dado lo mejor de sí y te paguen de esta manera, teniendo que pelearte burocráticamente con la Administración para que te reconozcan algo que ha sido evidente, no me lo he inventado yo", declara.

Grande-Marlaska lo visitó en el hospital

Que las lesiones sufridas por este agente se produjeron en el desempeño de su trabajo no hay lugar a dudas. Cayó en pleno servicio, lo visitó el ministro Grande-Marlaska en el hospital barcelonés en el que tuvo que ser ingresado y, a finales de enero de 2020, recibió una de las siete medallas con distintivo rojo concedidas a los agentes participantes en la Operación Ícaro que resultaron lesionados.

En los últimos meses, Ángel ha echado en falta más atención por parte de la Dirección de la Policía mientras él trataba de recuperarse para poder volver al servicio y pasar definitivamente esta triste página. "Después del acto de las medallas se produjo un vacío y no supe nada hasta que alguien se enteró que me tenían que volver a operar", lamenta.

El funcionario ya no podrá volver a vestir el uniforme de policía como deseaba, pero difícilmente olvidará los aplausos y el pasillo que le han hecho hoy sus compañeros en la comisaría de Lonzas, a mil kilómetros de donde hace 587 días le cayó un adoquín de gran tamaño que lo ha terminado jubilando.