En Dakar el mar le daba la vida. Como en otras muchas familias, la de Mouhammad también dependía en gran medida de la pesca. La rica costa senegalesa no siempre se lo ha puesto fácil. Hace siete años las redes y la situación del país hizo que todo se tambaleara, que el futuro se oscureciera. A sus 19 años, tomó la decisión que a otros muchos había visto adoptar: buscar fortuna en Europa, la tierra de oportunidades para cientos de miles de jóvenes como él.

Abandonar Dakar, su mar, su pesca, su familia, sólo fue el primer paso. El más duro para el corazón. El que pondría a prueba su fortaleza física vendría después. Los dos metros exactos de altura de Mouhammad no pasarían desapercibidos en su ruta. Primero, Mauritania, donde pasó un año. Después, ocho meses en Marruecos. Fue allí donde las mafias le ofrecieron una plaza en una patera. También donde le robaron parte de sus ahorros. Donde el primer intento falló y donde dejaría atrás África para tocar la costa de Tarifa a bordo de una patera el 16 de noviembre de 2016.

Acababa de comenzar la nueva vida de Mouhammad Fadal Diouf. Aún no lo sabía pero su destreza en el mar aún sería puesta a prueba… dos veces. Ocurriría sólo cuatro años y medio más tarde, lejos de Tarifa, en Bilbao. La última, este lunes. La anterior, el 24 de septiembre de 2020, lo recuerda bien.

Ocurrió casi del mismo modo, mientras se encontraba con sus amigos en el muelle de Marzana de Bilbao, junto a la Ría. El lunes por la tarde, entre conversaciones y risas con un amigo, vio cómo un hombre se apoyaba en el puente que cruza ambos márgenes, en pleno corazón del Casco Viejo de la capital vizcaína. De pronto, aquel hombre, de 72 años, se mareó, perdió la consciencia y cayó al agua, desvanecido. Mouhammad reaccionó rápido. Se despojó de la mochila que portaba y saltó sin dudarlo al ver el cuerpo de aquel hombre boca abajo, ahogándose. “Lo vi de espaldas, con su cara bajo el agua, no podía respirar. Salté, le puse la mano en el cuello para levantarlo y la otra en la espalda para intentar empujarlo hacia uno de los márgenes".

"No podía más, casi me ahogo"

No fue sencillo. La corriente, el peso y la dificultad para mover el cuerpo inerte de aquel hombre le llevó 20 largos y agotadores minutos: “Estuve con él todo ese tiempo, al final casi me ahogo yo, no podía más. Tragué mucha agua”, recuerda. Una vez en el margen, dos de sus amigos -naturales de Gambia- también saltaron para ayudarle. Fatigados, intentaron entre todos salvar al hombre. Un policía municipal, fuera de servicio, fue el último en arrojarse al agua. Enseguida, desde una embarcación cercana que se aproximó, lograron ayudarle para elevar al hombre. “Respiraba y se lo llevaron. Creo que está mejor, pero no sé nada de él”. El varón se recupera. Él también fue trasladado al hospital, pero allí, mojado y agotado, tardaron en atenderle y optó por regresar a su casa a descansar.

No era la primera vez que le sucedía. Mouhammad afirma que en estos años en ese muelle ha visto mucha gente caer a la ría. En septiembre una mujer con síntomas de haber consumido alcohol, señala, también cayó al agua. “En aquella ocasión fue más difícil. Estuvimos más tiempo en el agua. Recuerdo que era una mujer extranjera. Yo terminé muy cansado, no podía ni andar. Un policía me lanzó un salvavidas y pude dárselo a la chica”, recuerda.

En Senegal ya ha llegado la noticia. Lo ha hecho a través de las redes. Cuando Mouhammad llamó a sus padres su fama de héroe en Europa ya corría por su entorno familiar. Él se quita importancia. Asegura que se desenvuelve bien en el agua, no en vano “he nacido nadando, he vivido al lado del mar y el agua está en mi”, asegura.

En busca de una oportunidad

En casa saben de sus dotes deportivas, de su trayectoria. También que aún no tiene papeles, que su sueño está por cumplir. Este joven de 26 años sigue esperando que alguien le dé una oportunidad, un trabajo de al menos un año que le permita dar un paso de gigante para regularizar su situación.

Mientras, ha seguido formándose. Un curso de soldador, otro para alcanzar el título de marino, “del que aún me falta completar un curso más”. El baloncesto es una de sus pasiones. Hasta el año pasado jugaba en el equipo del barrio de San Ignacio de Bilbao. Fue precisamente con su entrenador con quien el Athletic, con el capitán Muniain a la cabeza, le homenajearon por su gesto, por el rescate que protagonizó en septiembre. Sin trabajo, también el baloncesto lo tuvo que dejar, para trabajar en el campo y poder obtener ingresos era prioritario. Ahora, Mouhammad busca equipo.

En las últimas horas todos los medios se acuerdan e interesan por él. Él sigue pidiendo una oportunidad. Haber salvado la vida a dos personas a punto de ahogarse confía en que pueda ser un paso más en ese camino hacia una vida mejor. Por el momento, tendrá que seguir esperando, compartiendo piso con su compañero árabe y confiando en que ser un héroe para los suyos, en Dakar y en Bilbao, le permita estar un poco más de su sueño europeo.