Nunca fue un suelo firme. Tampoco electoralmente fértil. En Euskadi la derecha constitucionalista siempre lo tuvo difícil, debía sembrar en tierra hostil. Ser del PP suponía, además de compromiso político, dosis de valentía. La amenaza terrorista se lo complicó durante décadas mientras el nacionalismo históricamente de derechas del PNV copaba cada vez más un espectro ideológico más amplio, desde la derecha hasta el centro izquierda. En ese escenario, disputarle votos al PP parecía una operación abocada al fracaso en el País Vasco, suponía pescar en un ‘banco de votos’ reducido, en decadencia y sin un futuro claro.

Ciudadanos lo intenta desde 2015, sin que el balance pueda concluirse que haya sido positivo. La pugna PP-Ciudadanos en tierras vascas no ha hecho más que fragmentar aún más ese espacio, ya de por sí reducido, que ahora comparten PP, Cs y Vox. Por eso la pugna inicial entre populares y naranjas estaba abocada al entendimiento en aras a la supervivencia mutua. El pulso por separado que terminó hace ahora un año apenas duró cinco años. Un lustro en el que lejos de robar espacio al PP, finalmente parece que Ciudadanos terminará fagocitado por el PP. Un pez pequeño de la política engullido por otro sólo un poco más grande.

Esta semana quien fuera líder de Ciudadanos en el País Vasco, Luis Gordillo, ha rubricado el último capítulo de una secuencia que empieza a repetirse con demasiada frecuencia en toda España; dirigentes de Ciudadanos que decepcionados con el rumbo marcado por Arrimadas deciden abandonar el barco y subirse a la nave cada vez más concurrida de exnaranjas de Casado. El argumento de la mayoría se repite, el temor a que el naufragio del proyecto de Ciudadanos haga peligrar la llegada de la única alternativa con visos de desplazar a Sánchez de la Moncloa.  

En Euskadi la relación entre azules y naranjas ha estado salpicada de desconfianzas casi desde sus inicios. También de discrepancias relevantes en aspectos esenciales para el País Vasco, como la defensa del Concierto Económico o la foralidad vasca. También aquí el pulso lo ganó el PP. El acuerdo para la coalición de las pasadas autonómicas del 12 de julio de 2020 incluía la defensa de ambas por parte de Ciudadanos, más por necesidad que por convicción. La imagen de Casado y Arrimadas bajo el Árbol de Gernika prometiendo lealtad a los fueron ‘constitucionales’ fue el último encaje de bolillos para dejar de hacerse daño. No en vano, disputarse los votos en ese espacio ideológico cada vez más escaso suponía reducir sus opciones.

Dos partido en crisis

Cinco años después del aterrizaje de Ciudadanos en Euskadi, el suelo electoral es aún más pequeño. Hoy, entre el PP vasco y Ciudadanos apenas suman 60.000 votos en toda Euskadi y su peso electoral ronda el 6,7% de los votos y su poder institucional es insignificante. Ambas formaciones han visto cómo su presencia en las urnas caía de año en año mientrsa las crisis internas de unos y otros hacían más complicado el camino.

Ahora es Ciudadanos el que protagoniza en Euskadi una nueva crisis. Hace sólo dos años quien la sufrió fue la dirección de los populares. Alfonso Alonso terminó dimitiendo como presidente del PP vasco tras una larga disputa con Casado y su equipo. Iturgaiz, elegido por Génova para sustituirle, supuso como un regreso al pasado, a los años en los que y se puso al frente del PP en Euskadi. Alonso, antes de su salida, ya intentó entenderse con ciudadanos pero por la puerta de atrás. Los populares alaveses negociaron con la dirección de ciudadanos en este territorio. Cuando el acuerdo para concurrir a las elecciones estaba avanzado todo se precipitó. Rivera destituyó a la dirección de su partido en Álava por negociar a sus espaldas y su aprobación y la coalición tuvo que esperar. En marzo de 2016 Ciudadanos también fue destituido uno de los pocos cargos público que ha logrado Ciudadanos en su corta trayectoria en la política vasca. El juntero por Álava, Miguel Ángel Carrera denunció a compañeros de su partido acusándoles de “espionaje y sustracción de datos”. Hoy la mayor parte de los expulsados militan en el PP.

Meses más tarde, la suma inevitable logró acordarse y PP y Cs se presenatron en coalición. Fue el salvavidas común. El PP salvó a Ciudadanos y, de algún modo, Ciudadanos al PP. Lo hizo a costa de cederle dos escaños. Los seis asientos se habían reducido y encima debería compartirlos con el partido de Arrimadas.

Hasta ahora no había trascendido ninguna discrepancia ni enfrentamiento significativo entre los dos partidos, la convivencia parlamentaria era razonablemente buena. Pero Euskadi no es una isla y también aquí el desgaste y la pérdida de rumbo de Ciudadanos afectaba a sus cargos. Gordillo ha reconocido ahora que se da de baja por no sentirse representado en el a Ciudadanos en el que entró en 2018. Afirma que no es ningún tránsfuga, que quien ha cambiado sus ideas no es él sino la formación. Muchos de los cargos que abandonaron Ciudadanos en el País Vasco ya están en las filas del PP. Gordillo es el último pero es probable que no sea el único.

Ni votos ni poder

Para ensamblar ambos mundos Ciudadanos tuvo que hacer un ejercicio de contorsionismo. Aspectos como el Concierto Económico vasco o la foralidad vasca, que el PP vasco nunca ha cuestionado, no entraban en su ideario. Más aún, en tiempos de Albert Rivera las referencias al Concierto vasco como privilegio fueron una constante en su discurso político.

Hubo un tiempo en el que Ciudadanos, como en el resto del país, llegó a aparecer como una amenaza seria para el PP, incluso pese a sus posiciones contrarias a pilares esenciales en Euskadi como el Cupo. En las elecciones de 2015 logró su mejor resultado, 50.000 votos, y un 4% de los votos. Fue su techo. En las generales de 2016 y 2018 no lo alcanzó, con algo más de 40.000. En la última cita en las que concurrió en solitario, el 10 de noviembre de 2019, no obtuvo ni la mitad, apenas 13.279.

La fragilidad la comparte con el PP vasco. El reto de Iturgaiz, asignado por Casado, es recuperar el partido en Euskadi del descenso imparable que acumula. Para rescatarlo del pozo necesitará algo más que absorber el espacio electoral de Ciudadanos. También necesitará atraer a su entorno al electorado que hoy milita en Vox. Lo que hasta hace dos años parecía muy poco probable, que la formación de Abascal lograra representación en Euskadi, tiene visos de poder consolidarse. Es al menos lo que revela el último Sociómetro del Gobierno vasco publicado esta semana. Concluía que de celebrarse hoy elecciones, los de Abascal revalidarían su escaño en la Cámara y la coalición PP+Cs, en cambio, seguiría desangrándose al perder uno de sus seis escaños. En realidad, ese sexto asiento, el que ocupaba Gordillo, lo obtuvo por apenas un puñado de votos de diferencia. Sólo el recuento posterior permitió decantar la balanza hacia la coalición constitucionalista y asignarle el escaño que se disputaba con EH Bildu.   

Hoy el PP ha perdido miles de votos en Euskadi pero sobretodo, capacidad de influencia. La mayoría absoluta consolidada por la alianza entre el PSE y el PNV en las principales instituciones vascas hace que la suma de PP+Cs no tenga ningún papel determinante y los sondeos apuntan a que cada vez lo tendrá menos. Sólo un cambio en el panorama nacional, con Casado aupado a la Moncloa, podría suponer un cambio. Un escenario complejo que además el PNV ya ha asegurado que no propiciará por el protagonismo que conllevaría otorgar también a Vox. Hoy por hoy la sintonía entre el PNV y el PP en Euskadi no atraviesa por un buen momento. En tiempos de Alonso ambos partidos llegaron a entenderse, incluso a apoyar presupuestos.