Hablar de Alberto Núñez Feijóo (Ourense, 1961), es hablar de cuatro mayorías absolutas; de independencia de gestión, cuando ahora nadie la tiene en España. Es por ello, que su nombre está en todas las quinielas para tomar el control del PP en el plena crisis de legitimación del poder. El todavía presidente del partido, Pablo Casado, ha perdido la confianza de los suyos, incluso de aquellos que lo avalaron en las primarias de 2018. Un proceso electoral al que el líder de la Xunta estuvo a punto de presentarse, pero finalmente, dejó pasar ese tren.

Empezó en la política en los noventa, desempeñando los cargos de secretario general técnico de la Consejería de Agricultura, de secretario general de la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales y de vicepresidente y secretario general del Servicio Gallego de Salud.

Licenciado en Derecho y funcionario público de profesión, pausó su carrera política para ejercer la presidencia del Instituto Nacional de Salud (Insalud) y la secretaría general de Asistencia Sanitaria del Ministerio de Sanidad entre 1996 y el 2000. Y, un año más tarde, la presidencia de la Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos hasta 2003. Fue entonces, cuando retornó a la Xunta, bajo la tutela del histórico dirigente y fundador del PP Manuel Fraga.

En la última legislatura del lucense, y hasta 2005, Feijóo asumió la Consejería de Política Territorial, Obras Públicas y Vivienda, un puesto que compaginó con la vicepresidencia del gobierno gallego. Llegaron las elecciones autonómicas y Fraga ganó, pero no pudo gobernar. La coalición entre el PSdeG y el BNG sumió al PP en una crisis interna que catapultó a Feijóo hacia el liderazgo del partido en 2006.

Feijóo construyó un personalismo propio desde la oposición, y, en sus primeros comicios, logró el aval de las urnas: 38 representantes, justo la mayoría absoluta. A esa, le siguió la de 2012 con 41 escaños, y el mantenimiento de la cifra en 2016, sin verse perjudicado por la ruptura del bipartidismo. Precisamente, ese blindaje frente a los nuevos partidos es lo que le sitúa a la vanguardia para abrir un nuevo ciclo popular a escala nacional. Más cuando, en un mal momento electoral para el PP, cosechando los dos peores resultados de su historia en el Congreso y con Vox rugiendo a la derecha, Feijóo aumentó a 42 los parlamentarios en el Pazo del Hórreo en 2020.

Feijóo ha blindado al PP de Galicia de la ruptura del bipartidismo. Primero impidiendo el paso a Cs y después a Vox, que rugía a su derecha

Ahora, otro cisma interno y mucho más beligerante, puede aupar al barón territorial del PP de nuevo. Esta vez a la presidencia del partido. No hay otro candidato que encaje mejor para sus compañeros: tiene carisma, lealtad y coraje, siempre han dicho de él. Y, en estos momentos tan convulsos para las siglas, Feijóo parece querer vestirse de salvador; de alguien que sacrifica el cómodo colchón electoral de la terra galega por una causa mayor.

"Es una figura con gran valor político y humano que ha sentido la responsabilidad de dar un paso adelante", comenta del él Francisco de la Torre, otro fijo dirigente histórico como Feijóo, aunque de Málaga. "Moderado" y con "sensibilidad social", para su paisano y expresidente Mariano Rajoy.

El único activo

Descartada Ayuso, Feijóo no tiene rival carismático aparente. Juanma Moreno aspira a continuar dentro del Palacio de San Telmo y Alfonso Fernández Mañueco a lograr una investidura en Castilla y León. Tampoco hay un nombre relevante dentro del PP que, en principio, quiera dar el paso.

El líder de la Xunta es concebido como un hombre de consenso, y, por lo tanto, de pacificador en un momento complicado para las filas azules. De ahí que los barones regionales a los que aspira presidir, lo halaguen. Desde "hay muy pocos políticos en Europa que tengan mejor currículum que el que tiene Feijóo", a "siempre ha sido un referente para nosotros".

Aunque uno de los calificativos que mejor definen al gallego es el de prudente. Entre sollozos, Feijóo no terminó de dar el paso para suplir a Rajoy en la séptima planta de Génova en 2018. El por qué: temía una guerra sucia contra él durante las primarias. Y es que Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, llevaban muchos años a la espera de este vacío de poder. También que salieran a relucir la relación con el narcotraficante Marcial Dorado -el diario El País publicó unas imágenes de ambos de vacaciones en un yate- o le perjudicasen las causas abiertas del PP a nivel nacional por corrupción. Y, especialmente, que su rédito electoral no correspondiera con el mismo grado en Madrid, en un momento en el que Cs empezaba a eclosionar.

Con todo, ni ganó Santamaría ni Cospedal. Lo hizo un joven Casado que estaba a años luz de la trayectoria política de Feijóo o de sus contrincantes, pero que abanderó la idea de regeneración. Un proyecto que, tras cuatro años, no ha cuajado. Ahora, parece que Feijóo si romperá una lanza por el partido, pero ha puesto una condición: no quiere nadie en frente, porque hay poco que ganar y mucho a lo que renunciar.