Nuevo año, mismas disputas. El primer pleno del 2023 en el Congreso de los Diputados ha servido a las distintas formaciones para marcar el perfil electoral con el que transitarán hasta las elecciones de mayo, primero, y las generales de diciembre después. Lejos del consenso, desde la tribuna parlamentaria se han evidenciado las diferencias y la persistente polarización emocional incrustada en las relaciones de partidos: entre gobierno y oposición, entre la derecha y entre los partidos periféricos y el PSOE, que lo sostienen en Moncloa. ERC quiere marcar distancias con el Ejecutivo, para no fomentar un trasvase político en las municipales hacia el PSC o hacia el independentismo más duro que encarna Junts. Vox, por su parte, intenta perjudicar al PP para recuperar votante tirando de él hacia los temas que más incomodan en el seno de Génova. Y el PSOE, marca distancia con la derecha e insiste en la gestión, al ser quien, en definitiva, más tiene que perder en el próximo ciclo de comicios.

España, como en resto del contexto internacional, ha avanzado hacia un atrincheramiento democrático en los últimos años, suscitado principalmente en las dos últimas décadas. De ello habla el último libro del doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Lluís Orriols, Democracia de trincheras (Península). El texto parte de una lógica, de la convivencia equilibrada entre un votante racional, que decide su sufragio de acuerdo a actuaciones pasadas y previsiones futuras, y otro identitario que simplemente se deja condicionar por su partido, para que las democracias "gocen de buena salud". El problema, es que hasta hoy, y de manera progresiva, el segundo empieza a despuntar sobre el primero, abocando al votante racional a afrontar una hazaña heroica por la supervivencia. Pero hay una pregunta que se antoja crucial formular dado el momento: ¿el país va a afrontar este año su ciclo electoral más polarizado?

En conversaciones con El Independiente, el politólogo es claro y expresa que "en cierto modo, sí". "Estamos en contextos de polarización excepcionalmente altos", asegura, aunque hace una matización: "Si miramos la historia electoral de las últimas décadas, observamos que es un tipo de polarización que ha avanzado a de bloques; basada en dos polos de derecha e izquierda" guiados por el "rechazo en términos emocionales". Orriols matiza que, si bien con la ruptura del sistema de partidos y el ascenso de formaciones como Podemos y Ciudadanos había notable rechazo en alianzas con el PSOE y el PP, "ahora la naturaleza es muy distinta". "La polarización es mucho menor que hace algunos años entre socialistas y morados. Sigue habiendo rechazo mutuo entre los votantes, pero menor y con mayor sintonía", considera el barcelonés.

Preguntado por lo mismo, el PhD en Sociología y director de Opinión Pública y Estudios Políticos de IPSOS España, José Pablo Ferrándiz, cree, en cambio, que no hay más polarización que años atrás. "Tendemos a pensarlo, que es más fuerte. Lo que pasa es que los actores son distintos y más numerosos que antes", y eso hace que la percepción de desafecto se incremente, entiende. El sociólogo lo ejemplifica aludiendo a la primera etapa de José Luis Rodríguez Zapatero en el Gobierno, entre el 2004 y el 2008, que se denominó como la legislatura 'de la crispación'. "Fue algo que ahora vemos en Estados Unidos -tras la victoria de Biden- o en Brasil. Se cuestionó la legitimidad del resultado aludiendo a situaciones oscuras", apunta, relacionando su victoria con los trágicos atentados del 11M en Madrid, que hicieron al PSOE ganar las generales de manera inesperada. "Se puso en cuestión la legitimidad de Zapatero, aunque se alivió cuando ganó las segundas elecciones", donde ese discurso ya no cabía, señala Ferrándiz.

La polarización ha avanzado hacia un dualismo de bloques entre la derecha y la izquierda. Las diferencias entre partidos como PSOE y Podemos han mermado

De este suceso, parte el propio Orriols ante la petición de puntualizar qué consensos se han roto para llegar a este punto de diferencias políticas. Y en parte, ambos expertos coinciden con el diagnóstico principal que determina el panorama de nuestros días. Por ejemplo, determinan que esa crispación ha llevado a la ruptura del sistema de partidos para buscar alternativas de gestión ante recetas similares que por parte del PSOE, primero, y del PP, después, se tacharon de igual manera como "neoliberales". La crisis económica, para Orriols, fue la llama que encendió el fuego, pero la crisis política implementada por ella ha seguido su propio recorrido. Como base a esta disgregación, el barcelonés señala una causa doméstica y otra externa.

Rechazo al acuerdo y complejidad de las instituciones

Por un lado, las élites de los partidos abogan por la activación de las trincheras. Pero, por otro lado, y más relevante, esta polarización es el resultado de un problema de las democracias internacionales. "Cada vez son menos permeables a las demandas de los ciudadanos, y eso genera desafección, rechazo, aumento de los populismos y, la propia ruptura del sistema partidista", concreta el politólogo de la UC3M. Y en el camino hasta la construcción de este momento, no descarta que las redes sociales y la atomización de las fuentes de información hayan contribuido a que desde la política se simplifiquen los mensajes y que el votante solo desee informarse a través de entornos que le permitan autoconfirmar su ideología. Sobre estos dos focos, inciden independientemente Ferrándiz y Orriols.

"Gran parte del problema de la polarización tiene que ver con la posición de las élites de los partidos, que cala hacia abajo; tomar decisiones que impiden llegar a acuerdos con el de enfrente", dice Ferrándiz. Lo ejemplifica con el caso de Ciudadanos, que dio el salto nacional para ir en contra de esa confrontación de espacios, limar asperezas y situarse en el centro a modo de bisagra, y ha acabado inclinándose hacia el bloque de centroderecha vetando pactos. "Primero dijo que con el PSOE, y luego lo acotó a Pedro Sánchez", añade el de IPSOS.

Pero para Orriols, se debe poner especial atención en los antecedentes más claros y gestados durante los últimos años del siglo XX y principios del XXI. "Las democracias ya venían deterioradas previamente por culpa de la globalización, de poderes contra mayoritarios, instituciones europeas disfuncionales...". Elementos que "vacían de poder la democracia" local y "dan a entender a los ciudadanos que no hay capacidad de elección de las políticas, sino que otros las imponen".

El gran problema: fomentar la ilegitimidad del poder

Pese a todos los cambios que han permitido avanzar hacia este estado polarizado, Orriols destaca el principal inconveniente al que las democracias se enfrentan. Y no es otro que en la competición electoral "se empieza a percibir que el adversario no es válido y que no debería estar en el debate público, gobernar, ni existir". Eso es peligroso, valora el doctor en Ciencias Políticas, porque "pone en riesgo al elemento fundamental de la democracia, que es el consentimiento de los perdedores". "La belleza de las democracias radica en que cuando pierdes unas elecciones, no sales a la calle a pedir un golpe de Estado o a ocupar las instituciones. Aceptas, no contento, la derrota, pero entiendes que habrá otra oportunidad", explica Orriols.

Alentar la ilegitimidad pone en riesgo al elemento fundamental de la democracia, el consentimiento de los perdedores"

Lluís Orriols, doctor en Ciencias Políticas y profesor en la UC3M

Lo duro es cuando "percibes que el que ha ganado mediante los procesos formales va a destruir el país o la civilización, entonces no consientes la derrota y sí, se acaba deteriorando la calidad de las democracias". Hay un ejemplo muy claro en España, y es la declaración permanente de Vox de que este Ejecutivo, por su alianza con Podemos o el independentismo, pese a previa negación en campaña, "es ilegitimo"; que no ilegal. Orriols puntualiza que en nuestro sistema democrático no se gobierna por haber ganado las elecciones, sino que depende de que un candidato cuente con mayoría parlamentaria.

Bajo este análisis, Ferrándiz aprecia que tras la moción de censura a Mariano Rajoy, a Sánchez también se le acusó desde el PP de cierta ilegitimidad por la vía, legal, mediante a la que accedió en un primer momento a La Moncloa. Y eso "crea una confusión para los ciudadanos, porque creen percibir que algo está pasando" al dejar la interpretación del entorno en gran parte a los partidos. Adelanta que le "genera algo de miedo algo que no ha sucedido, y es que la fuerza que gane las elecciones no acabe gobernando". "Si gana el PP y Sánchez puede articular, como segundo, un gobierno, eso agitará más ese discurso de ilegitimidad o de pacto de perdedores". Junto a Orriols, no descartan que ello pueda incentivar movilizaciones parecidas a la estadounidense de 2021 o la reciente en Brasil. El propio PP empieza a cuestionarse desde Génova si Sánchez respetará la victoria de Feijóo, sin atender al carácter de mayorías ya mencionado.

¿Cómo evolucionará la polarización en España?

La coincidencia entre politólogo y sociólogo es que el contexto actual se va a prolongar en un corto-medio plazo. Primero, por la dificultad de articular mayorías. Especialmente a la derecha. El PP solo tiene a Vox, y es complicado que a nivel nacional consiga despuntar por arriba de todos los grupos de izquierda y poder tejer un pacto con el PNV para desenvolverse con cierta libertad sin Vox. Por su parte, el PSOE está más abierto al plano nacionalista, con el PNV que vetará a Feijóo siempre y cuando vaya de la mano de Abascal. También a los partidos independentistas y a su socio clave, Podemos. "Esa necesidad que tiene de hacer acuerdos con Vox, le impide ser más transversal. Aznar habló en su primera legislatura con todos, con CIU; ahora Feijóo no puede negociar con el independentismo", concluye Ferrándiz para este diario.

El autor de Democracia de trincheras da una de las clave para dejar atrás esta coyuntura, porque "es complicado poner de relieve todos los componentes" que han incentivado esta polarización. Su rebaja "dependerá de si las democracias son más fuertes y tienen la capacidad de dar respuesta a las demandas de los ciudadanos" y su incremento de una "mayor cesión" a organismos supranacionales. Mientras tanto, se mantendrán elementos como "el radicalismo" y "el populismo". Y Orriols hace un inciso: ni siquiera si el PSOE o el PP aumentan su representación y Vox o Podemos desaparecen, ello se traduce en un retorno a la moderación. Porque pueden surgir otros movimientos que continúen su actuación. Lo que sí es claro, es que en este contexto, proyectos como Ciudadanos tienen una difícil cabida.