Reyes Martel es una de las 82 jueces de menores que hay en toda España. Un número bajísimo si se tiene en cuenta que el total de togados es de unos 5.320. A pesar de la falta de recursos, la magistrada reconoce estar enamorada de su profesión y con sus sentencias y medidas a menores en los que incluye clases de boxeo o el Camino de Santiago ha logrado que se produzcan historias de superación que han marcado a los niños el resto de sus vidas.

Martel trabaja en el Juzgado de menores número 1 de Las Palmas de Gran Canaria desde 2013. "Cuando llegas aquí pueden ocurrir dos cosas: o te quedas enganchado para toda la vida y realmente se convierte en algo vocacional o se vuelve en algo muy duro por la materia que tratas. Muchos compañeros que llegaron a un juzgado de menores no duraron mucho tiempo", explica en una conversación con este periódico.

La Justicia de menores es una gran desconocida y "olvidada", matiza ella. No tanta gente sabe que el abogado que elige un menor se queda durante todo el proceso o que existe un equipo técnico que evalúa desde el principio las condenas para irlas ajustando al comportamiento del crío y conseguir que este lo cambie.

La ley indica que un menor de 14 años no puede ser jamás imputado, pero que a partir de esas edad y hasta los 18 se les aplica el Código Penal, si bien en lugar de penas se les imponen medidas que pueden terminar en privación de libertad. Nunca en una cárcel, sino en un centro de internamiento especiales, pero en la práctica, en muchas ocasiones, es peor que estar en un centro penitenciario. A quien habla de "justicia blanda", ella contesta: "En los centros cuando se apagan las luces y tendría que quedar todo en silencio, no se queda en silencio. Lo saben los educadores, lo que se escucha son los llantos de los niños y de las niñas todos los días. Todos los días".

Por eso, considera que aunque pueda pensarse que las penas son más bajas que para los mayores por los mismos delitos, el tiempo es relativo en estos casos. "Para un niño o un adolescente, el tiempo transcurre de forma distinta. O sea para ellos, un mes, y lo digo en serio, puede traducirse en lo que significa para un mayor un año".

Además del centro de internamiento, existen otras medidas no privativas de libertad (que han de cumplirse conforme a un programa individualizado para cada menor) dirigidas a la reeducación del menor que deben incluir actividades de formación y ocio saludable. "La justicia de menores es donde único con la ley en la mano se puede hacer este tipo de justicia restaurativa. Restaurativa para el menor porque interioriza el daño, lo aprende, lo digiere y con ello tienes un altísimo porcentaje de que no vuelva a repetir estas conductas, y reparadora para la víctima que busca algo más que el castigo", explica.

Uno de estos casos mágicos lleva el nombre de Samuel Carmona. Cuando tenía 15 años pegó una paliza a un chico que trató de atacarle y, haciendo gala de sus conocimientos de boxeo, le hundió el frontal del cráneo, le rompió la mandíbula, la nariz y varios dientes. "Él nació en un barrio humilde de pescadores aquí en Las Palmas, es de etnia gitana y le gustaba boxear", cuenta la jueza. En el juicio la Fiscalía y la acusación particular le pidieron que prohibiera a Samuel el acercamiento a cualquier gimnasio y la posibilidad de federarse. "Si yo accedía a lo que me pedían íbamos a perjudicarle y no íbamos a conseguir los objetivos sino todo lo contrario. A él le gustaba el boxeo, si se lo prohíbo ¿Qué le mando a hacer? ¿Jugar al fútbol, al baloncesto, nadar? Entendí que teníamos que reeducar a Samuel y utilizar en ese momento lo que se veía como un defecto, en una virtud". Martel no sólo no le prohibió ese deporte si no que se le impuso en la medida judicial para que a través de la disciplina y la práctica adecuada lo supiera utilizar.

Samuel Carmona se federó y se convirtió en deportista olímpico llegando a participar en los Juegos de Río de Janeiro. No sólo no volvió a delinquir, sino que escribió una carta al chico que había agredido y éste terminó acudiendo a uno de sus combates en Canarias. Una medida que acabó cerrando el círculo también para la víctima.

Este perdón a veces no es posible con el afectado directo, pero sí indirecto. "Tuvimos otro chico que junto a otros dos habían atracado a un indigente en un centro comercial y le prendieron fuego de mitad para abajo", explica la magistrada. Trabajar la justicia restaurativa con la persona sin hogar no era posible por su situación de salud mental así que Martel ideó otro plan en su sentencia. Le impuso trabajos en un centro social de acogida al que acuden personas de la calle. "El restultado final es que no sólo terminó de cumplir la medida, sino que este chico que andaba perdidos en bastantes aspectos (era absentista, consumía...) ha retomado su formación y ahora quiere ser trabajador social. Continúa, de hecho, de forma voluntaria en la ONG ayudando a indigentes y no se le ocurriría hacer daño a ninguno ni consentir que alguien lo hiciera en su presencia", revela.

Una de las claves para esa reinserción es que los menores entiendan qué han hecho y, para ello, las sentencias tienen que ser fáciles de leer. "Tenemos que bajar el listón, nuestra lengua no puede ser puramente jurídica", remacha Martel.

Delitos en incremento

En los últimos años se ha observado una evolución al alza de los delitos de menores. En 2020 se produjeron 57.435 procedimientos abiertos contra menores, mientras que un año después el número subió a 67.514, según la memoria Fiscal con los últimos datos actualizados. Uno de las cifras que preocuaba al Ministerio Público es el incremento de los delitos de asesinato u homicidio con 88 (la cifra más alta de la década) y, especialmente, los delitos contra la libertad dexual que no paran de aumentar: en 2021 se incoaron 2.625 de este tipo, frente a los 1.661 de 2020, los 1.934 de 2019 y los 1.833 de 2018.

Reyes expone que a su juicio los mismos jueces de menores deberían llevar los asuntos de Familia -protección-, puesto que en muchos casos la delincuencia surge de situaciones de desamparo no adecuadamente tratadas o no advertidas. "Igual con un sistema de prevención, de protección distinto, más eficaz, con más herramientas, con una actuación más transversal evitaríamos que muchos llegaran a la medida judicial", reclama.

La música es otra vía de escape para los chicos. Un grupo de tres entró a robar en la sede de una ONG llamada Barrios Orquestados que trabajan con chicos y chicas de barrios desfavorecidos y han llegado, incluso, a dar conciertos para los Reyes. "Cogen los instrumentos de la ONG los roban (que tanto les había costado conseguir los instrumentos, de aquí de allá). No los venden, porque bueno se metieron, intentaron robar algo, robaron aquello y al final es que no les vale para nada pero es que los destrozan", cuenta Martel. Ella les impuso la pena de acudir a esa ONG y ayudar a limpiar los instrumentos cada tarde. "Conseguimos que ellos visualizaran a otros chicos indignados, apenados y tristes por todo eso". Ningun ha vuelto a delinquir y dos se quedaron en la ONG.

La terapia del Camino de Santiago

Martel dirige la ONG 'Up2u', "depende de ti" en siglas abreviadas del inglés, una frase que ella dice mucho a los chicos. Cada año hacen un viaje a Santiago de Compostela con muchos de estos menores que han sido condenados y describe momentos inimaginables. Caminan por un motivo, el año pasado fue la paz y este será contra el cáncer y llevarán unas sillas de montaña especiales que permiten cargar a una persona que no pueda andar, un joven o una joven, que haya pasado o que esté pasando el cáncer.

La jueza reconoce que hay casos de fracaso de pequeños que terminan siendo delincuentes y destinados a prisión. "Más de los que quisiéramos. En ese momento uno se plantea qué es lo que ha fallado, y en el fondo creo que fallamos todos, la sociedad, no les hemos sabido transmitir los valores fundamentales que les pueden guiar en el difícil e imprevisible camino de la vida", dice.