Alberto Núñez Feijóo ha desplegado en esta campaña electoral para el 23J su cortejo a la sociedad catalana. Un cortejo iniciado hace un año, en su primera intervención como líder del PP en las jornadas del Círculo de Economía, que ha completado en las últimas semanas, con unas expectativas para el domingo que hablan de duplicar los votos en esta comunidad.

Las urnas del próximo domingo premiarán ese cortejo, según los sondeos. Pero la renovación pendiente del partido en Cataluña puede dejar esa mejora en espejismo si el PP no afronta su renovación en esta comunidad antes de las próximas autonómicas. Y la debilidad del Govern de Pere Aragonès apunta al adelanto electoral.

Volver al estilo Piqué

Feijóo se ha empleado a fondo para conquistar a la burguesía que un día creyó en el PP de Josep Piqué y otorgó a los populares una confianza traducida en 12 diputados y el 23% de los votos en las elecciones generales de 2000. Solo por detrás del PSOE, con 17 diputados, y CiU con 15 escaños. En 2019 los populares consiguieron 7 escaños en esta comunidad, y cuatro años antes se quedaron en los 5 diputados.

La elección del ex portavoz de Cs, Nacho Martín Blanco, abundaba en la estrategia conciliadora exhibida por el PP en Cataluña. Lejos de la agresividad de Vox, cuyo líder auguraba esta semana "una intervención sostenida y duradera y utilizar todos los resortes del Estado para convencer a la población en Cataluña y restaurar la concordia" Feijóo ha exhibido en Cataluña comprensión por los sentimientos nacionales, respeto por el catalán y promesas de inversiones.

Los últimos resultados avalan el optimismo de los populares. El pasado 28M el PP sumó 247.113 votos y 196 regidores en Cataluña, muy lejos de los exiguos 66 regidores de 2019. Un resultado que alienta las expectativas de los populares, que ya sueñan con el sorpasso a ERC, ganadora de las últimas generales en Cataluña, para situarse como segunda fuerza en Cataluña por detrás del PSC. Sería un hito para los populares.

Gestora pendiente

Pero los buenos resultados del 28M y las encuestas favorables ocultan una situación crítica en el partido en Cataluña. La presidencia de Alejandro Fernández está en cuestión desde que la dirección nacional forzó el nombramiento de Santi Rodríguez como secretario general del partido en Cataluña por los pésimos resultados del PP en las autonómicas del 14F de 2021. Entonces los populares se quedaron en tres diputados, frente a los diez de Vox o los seis de Cs.

Génova se fijó entonces como objetivo un congreso regional extraordinario a inicios de 2022 para relevar a Fernández y su equipo. Pero se pospuso por el "ruido" generado por el congreso del PP de Madrid. Se habló entonces de otoño de 2022, pero tampoco se cumplió ese plazo.

En los últimos meses se había especulado con el nombramiento de una gestora para relevar a Fernández, como se hizo en su día con los presidentes provinciales. Pero la convocatoria de las elecciones generales el 23J ha vuelto a posponer el problema catalán. Mientras, el partido languidece con un presidente desautorizado y serios problemas para encontrar candidatos de peso ante cada cita electoral.

Sin candidatos

Se evidenció con la designación de Daniel Sirera como candidato a la alcaldía de Barcelona, tras un largo proceso en el que la dirección nacional presionó también a la portavoz en el Parlamento Europeo, Dolors Montserrat. La elección de Sirera se hizo pese a las quejas Carlos Mazón, presidente del PP valenciano, que tenía al catalán como mano derecha en su asalto a la Generalitat valenciana.

Con la inesperada convocatoria de elecciones generales Pedro Sánchez cogió de nuevo al PP catalán con el pie cambiado. La solución ha llegado en forma de fichaje, el de Martín Blanco, de las filas de Cs. Hacía tiempo que se especulaba con el salto de Martín Blanco al PP, pero la convocatoria obligó a acelerar los plazos, de modo que el candidato renunciaba a su escaño como diputado en el Parlament menos de una semana antes de ser nombrado por el PP.

La pregunta que se hacen algunos en el partido es qué pasará si Pere Aragonès tiene que avanzar las elecciones autonómicas el próximo otoño, algo nada descartable a la vista de la debilidad parlamentaria del Govern de ERC.

En la precampaña Alejandro Fernández provocó el enésimo roce con la dirección nacional con un tuit en el que aseguraba haber sido tanteado para encabezar la candidatura al Congreso pero había optado por quedarse en el Parlament. El presidente del PP catalán hacía gala así de su fidelidad al electorado catalán, por contraste con figuras como Albert Rivera o Inés Arrimadas.

"Los debates internos no se publicitan así" afirma un miembro del partido en Cataluña, que ve más que difícil que Génova vuelva a confiar en Fernández para encabezar la candidatura al Parlament. El problema, de nuevo, es la falta de relevo. Máxime cuando su principal rival, Manu Reyes, presidente provincial de Barcelona, se ha convertido en nuevo alcalde de Castelldefels (Barcelona).

Cortejo a la burguesía catalana

De momento, sin embargo, el calendario electoral impuesto por Pedro Sánchez ha obligado a posponer de nuevo la renovación del PP catalán. Y Feijóo se centra en los círculos de poder que antes cultivaron Mariano Rajoy o José María Aznar. A ese objetivo respondía la presentación de su programa económico en Barcelona, en la Casa Seat, acompañado por los líderes de Pimec, Antoni Cañete, el Círculo de Economía, Jaume Guardiola, o David Tornos, miembro de la ejecutiva de Foment del Treball. Además del ex presidente de la gran patronal catalana, Joaquim Gay de Montellá como ponente en el acto.

Feijóo prometió estabilidad, seguridad jurídica y rebajas fiscales. Y, sobre todo, prometió que un Gobierno del PP seguirá presionando para hacer posible la ampliación del Aeropuerto de El Prat, una espina clavada tras el boicot del Govern de Aragonès y el Ayuntamiento de Ada Colau al plan presentado hace un año por Aena.

"Lo que queremos es ser útiles" afirmaba Feijóo ante un auditorio dispuesto a dejarse seducir. El popular correspondió señalando muy de pasada los estragos del procés "que ha quebrantado la convivencia entre catalanes y provocado el deterioro de la economía catalana".