En la película La mejor oferta, Geoffrey Rush interpreta a Virgil Oldman, un experto en arte excéntrico, el mejor subastador de obras artísticas que se conchaba con un amigo para conseguir retratos de mujeres a precios irrisorios. El protagonista no busca hacer negocio con las obras: las cuelga en un cuarto secreto de su vivienda para su disfrute personal. "Nosotros no hemos detectado que eso exista", explican desde la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional.

Este equipo de la Policía Judicial, que consta en la actualidad de 16 miembros, se divide en tres equipos. Uno de ellos también hace labores de formación para los investigadores. Son los Indiana Jones policiales, rastreando anticuarios, la web y pistas para recuperar los bienes que son patrimonio de todos, aunque la realidad dista mucho de las películas.

"Lo que más nos preocupa son los yacimientos arqueológicos", explica el jefe de uno de los tres grupos. La historia de España está marcada por las distintas culturas que han pasado por la península ibérica. De norte a sur, los hallazgos de gran valor cultural se suceden casi sin fin. En ellos se descubren monedas, figuras, esculturas, armas y demás utensilios de culturas que estuvieron aquí antes que nosotros.

Difícil de cuantificar

"Hay mucho negocio", admite este agente que lleva varios lustros en la Brigada. El problema es que no se puede cuantificar cuánto se roba y el porcentaje de lo recuperado porque "muchas veces no sabemos cuánto había". Cada vez que se descubre un nuevo terreno con restos históricos, el trabajo hasta desempolvar todo lo que hay en él es lento y laborioso. El objetivo es recuperar los bienes en el estado actual en el que están sin que se desgasten al sacarlo.

La Policía no se encarga del trabajo de conservación ni de los bienes ni del terreno. Su trabajo empieza cuando detectan que se ha cometido un delito de sustracción o de venta. En muchas ocasiones lo robado son monedas, fíbulas o herramientas. Como es evidente, no existe un inventario previo. "Colaboramos mucho entre instituciones", señala el agente, que pone como ejemplo los peritos patrimoniales de las comunidades autónomas. Gracias a su trabajo, muchas veces consiguen unir los puntos que les llevan hasta ladrones, vendedores o compradores.

La mayoría de este tipo de transacciones no tienen gran misterio. "Encontramos mucho material en plataformas convencionales", explica el policía en conversación con este periódico. Wallapop o Mil Anuncios suelen albergar fotos con el botín robado, muchos destinados a coleccionistas de monedas, por ejemplo. "Internet ha aumentado nuestro trabajo, desde luego", señala la jefa de la Brigada, que recuerda que su grupo tuvo un antecedente en la Policía: el Grupo de Obras de Arte, creado en 1977.

Aquellos primeros policías que empezaron a perseguir los delitos contra el patrimonio histórico tuvieron "mucho éxito". Era la época del aperturismo de España, con un aumento del turismo enorme. Eso también atrajo a delincuentes, que vieron en nuestro país una posibilidad para saquear sus riquezas históricas. "Las iglesias estaban abiertas todo el día, sin ningún tipo de seguridad", explica esta inspectora jefe. Es entonces cuando aparecieron personajes como René Alphonse van den Berghe, conocido como Erik el Belga, uno de los mayores ladrones de arte de la historia. Murió recientemente en Málaga, en los primeros meses de la pandemia, donde residía.

Aunque el trabajo de la Brigada es incesante, las operaciones que llegan al gran público componen una parte pequeña de todo el volumen de investigaciones que manejan. Son los robos de grandes obras de arte, casi siempre de carácter pictórico. El último, la sustracción "del siglo", los cinco Bacon que desaparecieron de la casa de un particular de Madrid en 2015.

El robo de los Bacon

Hace ahora nueve años, se produjo el gran robo de arte del siglo. En un piso cerca del Palacio Real en Madrid, unos "profesionales" entraron en la vivienda a la fuerza. Iban con las ideas claras. Se dirigieron al dormitorio sin dudar y se llevaron cinco cuadros. El propietario de la casa era José Capelo, que no se encontraba en su domicilio en ese momento.

Los asaltantes sabían lo que había. Los cuadros eran obra del célebre pintor Francis Bacon, del que Capelo era amigo íntimo hasta su fallecimiento. Se trataba de cinco retratos del español valorados en unos 25 millones de euros. "Tenían información de que vivía entre Madrid y Londres, y que en ese momento estaba en Inglaterra", señala el investigador que más sabe del caso.

Hasta el momento se han recuperado tres de las obras y se ha detenido a 14 personas. Las últimas dos hace poco. Eran receptadores de las dos pinturas que siguen en paradero desconocido, es decir, que habían tenido contacto con los cuadros o con los ladrones. Las investigaciones han permitido averiguar que los dos cuadros pendientes de recuperar habrían estado en manos de los arrestados.

Al contrario que con las piezas sacadas de yacimientos arqueológicos, este tipo de arte es muy difícil de vender al ser cuadros conocidos. Es complicado encontrar a alguien que compre una pintura que no puede enseñar ni puede legar a sus herederos. "Hay que tener los contactos adecuados para moverlo, pero es difícil. Además, se saca menos dinero en el mercado negro que por la vía legal", señalan los agentes entrevistados. Por el momento, los policías prefieren no dar muchas pistas y se encogen de hombros sobre si los retratos podrían seguir en Madrid o si por el contrario habrían salido de la Comunidad.