Sus viajes a Marruecos son frecuentes y su relación con el reino alauí entra dentro de aquellas que guardan secretos y explicaciones que el protagonista no ha querido dar desde que dejara el Gobierno. José Luis Rodríguez Zapatero se jacta de ser un mediador que apuesta por la resolución pacífica de los conflictos mientras cuida sus relaciones privilegiadas al otro lado del Estrecho.

En su nuevo libro La solución pacífica, el expresidente del Gobierno presume del idilio con Marruecos. De hecho, menciona como ejemplo de buena relación bilateral los lazos establecidos entre España y Marruecos, que los académicos españoles suelen describir como “en forma de sierra” por lo accidentada e inestable que resultan históricamente, siempre condicionadas con los deseos de la monarquía alauí y el uso de la migración irregular o el narcotráfico para obtener réditos de su contraparte española.

“Al escribir sobre el papel decisivo del Mediterráneo en la geopolítica mundial, dentro de una encrucijada Norte-Sur, en defensa de la democracia y la integración de culturas, me viene a la mente la dimensión multilateral en la relación de España y Marruecos”, escribe el socialista, convertido hoy en un poderoso asesor en la sombra de Pedro Sánchez y su ministro de Exteriores José Manuel Albares.

"Un modelo de entendimiento"

“Para entender esta relación, lo primero que debemos hacer es alejarnos de cualquier postura eurocentrista y aproximarnos a la hermandad cultural que existe desde hace siglos entre ambos países, y que llega hasta nuestros días. Somos dos países a 14,4 kilómetros de distancia, una diferencia insignificante; dos países vecinos, con una historia vinculada, que incluso han vivido momentos de enfrentamientos bélicos. Llegados al siglo XXI, debemos dar ejemplo con nuestra relación, pues con este modelo de entendimiento se contribuye mucho más allá de los intereses meramente bilaterales”, arguye Rodríguez Zapatero.

En su recién publicado ensayo, reconoce su admiración por Mohamed VI, un monarca cada vez más ausente de los asuntos del reino vecino. “Mohamed VI me habló en mi idioma desde el día en que lo conocí. Su español es bueno, y es un gran conocedor de nuestra cultura”, desliza Zapatero. “El hecho de que al rey de Marruecos lo educaran para que hablara español, como, por cierto, están educando al heredero, es indicativo del tipo de relación que desean tener con nuestro país”.

El expresidente, que rechazó la entrevista cursada por este diario con motivo de la publicación del libro, jamás ha explicado los lazos mercantiles que le unen a Marruecos ni sus trabajos de cabildeo a favor del régimen alauí. En el libro asegura hablar en nombre de los españoles para rezar las bondades del régimen vecino.

Los españoles estamos tan acostumbrados a esta buena relación que presuponemos que es la habitual entre países vecinos

“Los españoles estamos tan acostumbrados a esta buena relación que presuponemos que es la habitual entre países vecinos, cuando la geopolítica nos muestra en la actualidad numerosos ejemplos de lo contrario. Detrás de este buen entendimiento hay un trabajo arduo de relaciones diplomáticas y multilaterales que, al menos durante mi Gobierno, tuve especial cuidado en atender”, admite.

"Marruecos, un país que quiere tanto a España"

A su juicio, “el pueblo marroquí respeta a España, aprecia nuestra cultura y nuestro proyecto de país, nuestro europeísmo”. “Don Juan Carlos me confesó que no quería terminar su reinado sin haber visitado las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Y ese deseo se cumplió. Es bien conocida la sólida relación de amistad entre el Emérito y Mohamed VI, que, sin duda, el rey Felipe VI sabrá preservar. Si sobrevolamos Melilla y el Estrecho —y todo español debería vivir esa experiencia—, entenderemos cuán importante debe ser la relación entre dos países con tal ubicación geográfica, ya no solo en temas de seguridad o alta política, sino en aquellos más constitutivos que apelan a la interrelación sociocultural”, esboza.

Sobre el monarca alauí, Rodríguez Zapatero subraya su labor de supuesto reformismo del régimen, un análisis que cuestionan intelectuales y opositores marroquíes y la represión denunciada por organizaciones de derechos humanos. “De los quince países cuyas sociedades se levantaron entre 2010 y 2012, el único que sobrevivió a su particular revolución, con sus fortalezas y sus debilidades, fue Marruecos, cuya primavera árabe —digamos, moderada— se incorporó en buena medida a la propia evolución de su sistema”, señala sin un conocimiento amplio ni preciso de las revueltas de 2011 ni su repercusión posterior. “Mohamed VI anunció que establecería una comisión consultiva con el fin de modificar la Constitución, y que dicha modificación se sometería a la votación del pueblo marroquí. Consiguió con ello calmar los ánimos de la sociedad civil. En la mayoría de los otros casos, desgraciadamente, el final fue dramático”, arguye. La disidencia marroquí suele denunciar a menudo que aquellos cambios fueron estéticos y que el monarca y el majzén -su círculo de consejeros más cercano- siguen controlando el país.

“A España le interesa la seguridad, y a Marruecos, el progreso. No en vano es el país de todo el mundo árabe con mayor pluralismo y, probablemente, donde conviven todavía más luchas y avances; donde se encuentran mejor asentadas la evolución en el desarrollo y la defensa de los derechos humanos, aunque, en ocasiones, algunos procesos de afirmación de identidad se hayan percibido como antieuropeos”, alega Rodríguez Zapatero obviando países árabes con mayor pluralismo y avances reales como Túnez, el Líbano o Jordania.

"El país árabe más avanzado"

“Y es que los seres humanos somos seres en búsqueda permanente de nuestras identidades, intentando encontrar una ideología política acorde con la historia de nuestros países. En Marruecos las reformas participativas se están afianzando. Vive avances en el ámbito de las libertades públicas, y la Unión Europea se lo ha reconocido. Han iniciado el diálogo hacia la laicidad, hacia la igualdad entre sexos y la abolición de la pena de muerte. De facto, ya se le considera un país abolicionista, puesto que no ha materializado ninguna pena capital desde 1993”, prodiga Zapatero sobre el país vecino.

El socialista cree que “con Marruecos existe una afinidad real”. “Muchos españoles así la sienten. Una aproximación objetiva a la Historia debería servir para desmentir los tópicos identitarios, laicistas y de incompatibilidades culturales. Es posible lograr una integración adecuada, más aún cuando hablamos de un país que quiere tanto a España”, indica. “La importancia de nuestras relaciones, por descontado, no se reduce al ámbito de las influencias y concomitancias culturales, pero estoy convencido de que, sin estos elementos de unión, lo demás sería mucho más complicado. La dimensión económica de nuestros intercambios comerciales en el sector de las telecomunicaciones, la prospección petrolífera, la promoción inmobiliaria, la banca y la industria textil y el incremento del turismo no han hecho más que aumentar en los últimos años”, concluye.