¿Es un problema interno, de estrategia, o hay resistencia a un giro populista? El paso de Chega el pasado domingo en las elecciones legislativas de Portugal añaden un extra de presión sobre Vox. El partido de Santiago Abascal no ve materializado, al menos sobre las encuestas, un cambio de tendencia claro después de apostarlo todo al acercamiento a sus socios europeos e internacionales para aprovechar los vientos de cola del giro hacia la derecha que atraviesa Occidente. Sus homólogos portugueses han conseguido, tras un adelanto electoral después de poco más de un año de Gobierno de los populares, ahondar más en su representación. Desde poco más de un punto en 2019, al ascenso al 7,18% en 2022, al 18,07% en 2024 y a casi superar por primera vez a los socialdemócratas quedando al borde de ocupar la segunda plaza con el 22,56% de los votos.
Chega nació abril de 2019, cuando Vox estaba apunto de adentrarse por primera vez en el Congreso de los Diputados con 25 escaños para luego verlos multiplicados por dos en la repetición electoral de noviembre de ese año. Esos comicios marcaron el tope de los de Abascal, que en la convocatoria de julio de 2023 sufrieron desgaste y vieron cómo parte de sus votos ayudan al PP de Alberto Núñez Feijóo a reforzarse mientras el PSOE no solo resistía tras el segundo Gobierno de Pedro Sánchez, sino que crecía mínimamente. Algo parecido ha ocurrido con su socio Rumano, la Alianza para la Unión del Pueblo Rumano, que dobló representación de 2020 a 2024, hasta el 18,01%, y en las últimas presidenciales llegó al 40,96% y al 46,4% en primera y segunda vuelta también el domingo.
A ese cambio de tendencia se han unido entre 2021 y 2025 socios contemporáneos de Vox, que nacieron al calor de la crisis del euro, los rescates al sur de Europa y el desafecto a la acogida de refugiados de Oriente Medio. Desde Hermanos de Italia de la premier Giorgia Meloni, pasando por el Partido de la Libertad de Geert Wilders, ANO 2011 o Alternativa para Alemania (AfD) de Alice Wilde y Tino Chrupalla. Ello después de una travesía más lenta, en algunos casos con altibajos en los resultados como Vox, pero que desde antes de las convocatorias electorales ya intuían en los diversos estudios previos demoscópicos su ascenso.
En el caso de Vox, ni se ha producido un ascenso desmedido en los distintos comicios territoriales y europeos posteriores a las generales de 2023, ni se intuye un crecimiento amplio en las encuestas más recientes. Todo pese a un ligero ascenso a principios de año por las alianzas internacionales y una pequeña bajada en el contexto de guerra arancelaria con EEUU y la Administración de Donald Trump. Sin contar el CIS, y atendiendo solo a los sondeos privados, en enero Target Point atribuyó el máximo anual de intención de voto, un 15,5%. De media Vox se movió en el 14% posteriormente, y en la actualidad lo hace en torno a los 13,5 puntos con algunos picos que sobrepasan la cifra anterior.
¿Cuestión política o de partido?
Esta semana en Vox hacían algo de autocrítica. En rueda de prensa, el portavoz nacional, José Antonio Fúster, valoraba la situación horas después de la tanda de comicios que también afectó a Polonia en la primera vuelta de presidenciales que pese a la victoria de los populares apunta a un vuelco a la extrema derecha al alinearse todos los votantes ultras en torno al candidato de Ley y Justicia. A juicio del de Vox, a diferencia de la formación, "en otros países han dado con la tecla adecuada para movilizar a su electorado". Pronostican en Vox que incluso puede que en España haya que esperar para ese golpe sobre el tablero. "Seremos los últimos. Es muy probable, pero ocurrirá", dijo el portavoz sobre el cambio. Fuentes del partido dan un plazo de al menos un lustro para poder dar ese salto y alejan cualquier tipo de presión.
Con todo, sin referirse a si es necesario un cambio de discurso, de temas prioritarios o de estrategia, ven como respuesta que en estos momentos en el país no se dan ni se han dado las condiciones necesarias. Especialmente, por una tradición histórica. Hay confianza en el que el nuevo voto, el más joven y más ligado al momento, impulse la marca. Además, se quiere trabajar de la mano de los socios europeos para aplicar en una próxima campaña. No tanto el mensaje, sino los métodos y las formas de vehicularlo. La puesta en escena. Se quiere mirar al detalle a Portugal por las similitudes históricas y políticas de ambos territorios. Sobre todo, para ver cómo han conseguido escalar en feudos clásicos de la socialdemocracia, que ha abierto al Chega a ambos costados ideológicos.
Vox ha intentado acercarse a los antiguos votantes de izquierda críticos con el bipartidismo y desafectos con el sistema en sí, algo que no le ha valido para aumentar en gran parte su núcleo de votantes. El primer intento se llevó a cabo durante y tras la pandemia, en previsión de que las restricciones sanitarias tendrían impacto económico y agitarían el descontento social. De ahí la Agenda España, un giro proteccionista a una propuesta ultraliberal previa, con propuestas de blindaje al producto nacional, el fomento del acceso social a la vivienda, el combate a las casas de apuestas —una de las causas recurrentes en los últimos años de la izquierda, especialmente partidos como IU— o rebajas en la factura de la luz. Cuestiones como el Ingreso Mínimo Vital o los fondos europeos pusieron en jaque al partido.
Ahora vuelve a buscarse ese objetivo de abrirse al obrerismo con una propuesta socialpatriótica. El problema de la vivienda —algo con lo que conectar con lo social y a la vez con los más jóvenes—, entre otros, llevó al partido a meterse de lleno en el asunto con propuestas como la supresión de tasas o la liberalización del suelo. Este giro se empieza a hacer de la mano del sindicato Solidaridad, con Jordi de la Fuente a los mandos, y con nuevos rostros de esa corriente muy nacionalista y proteccionista, pero también identitaria, de exclusión a los no nacionales. Es el caso del portavoz de Vivienda y diputado, Carlos Hernández Quero. Es la base que conecta con los jóvenes de Revuelta así como con otras fuerzas minoritarias, desagrupadas que salieron a relucir en las protestas contra el PSOE en Ferraz entre 2023 y 2024.
Entre las claves del Chega está su perfil anti corrupción, que Vox imita con las constantes acciones judiciales directas o indirectas contra el PSOE y al calor de las investigaciones por supuestas irregularidades
En parte ese perfil social no termina de prosperar porque aún hay una izquierda fuerte en la oferta política española. Y, especialmente, porque el eje derecha-izquierda sigue muy marcado en las generaciones mayoritarias que han vivido desde los últimos coletazos de la dictadura hasta los años de Transición y democracia. También porque, como en Alemania, el conservadurismo clásico, democristiano, sigue fuerte pese a los cambios universales que ha experimentado el sistema de partidos en todo el continente.
Los impedimentos externos para Vox
Por los precedentes históricos, la experiencia autoritaria, restrictiva de derechos del pasado, no termina de encajar en una sociedad española que lleva décadas abriéndose a cambios. Especialmente los relativos a la libertad sexual y de los derechos de la mujer. Tanto PP como PSOE ha conseguido bordear la crisis del bipartidismo que se inició entre 2014 y 2015, más por los errores de los partidos muleta de sus costados que por los aciertos de populares y socialistas. Y aún se perciben como opciones más válidas por el votante general, como nichos esenciales de choque con un clima de polarización de fondo. El PP es el antagonista del sanchismo, que a día de hoy aglomera a la mayoría de votante de izquierda —indirectamente al de Sumar—. Sánchez ha sabido tejer su discurso de forma dicotómica, o progresismo o esa extrema derecha. Fue la base de su campaña en 2023.
La presión constante de Vox al PP, por estar vinculado a políticas moderadas en las que puede encontrarse con una socialdemocracia clásica pese a las tiranteces con el PSOE, responde más a un deseo de llevar a su terreno a los populares para, después, fomentar un sorpasso por promocionar ideas originales frente a la copia. Algo similar ha ocurrido en países como Francia, Italia o Austria, donde la derecha clásica, por abrirse a cuestiones como la dureza frente a la inmigración, ha sucumbido frente a sus competidores de espacio. Esa constante intención de desgaste, sumado a los desencuentros y rupturas de pactos regionales del año pasado, hace percibir para el votante de derechas indeciso y menos ideológico que el PP permite más garantías de cara al objetivo de expulsar a Sánchez del Gobierno.
Lo que ha potenciado al conjunto de propuestas nacionalpopulistas es el desinfle de las socialpopulistas y la crisis generalizada de las políticas de izquierda en la UE. Los partidos no han sabido adaptarse a las nuevas realidades, la falta de respuestas ha incrementado el descontento social y la complejidad geopolítica ha incrementado el apoyo a medidas proteccionistas y de repliegue frente a conglomerados como el europeo.
Apenas España, Dinamarca y Malta cuentan ya con Ejecutivos progresistas. Por otro lado, tras años de rodaje denunciando los fallos del sistema y los errores del bipartidismo, se han constituido como partidos protestas denunciando a las élites y a la inmigración como los principales problemas ciudadanos. En el caso de España, el PSOE ha conseguido mantenerse a flote comprando parte del discurso de su izquierda, abriendo la lógica de pactos y apoyándose en el hiperliderazgo de Sánchez. Solo hay que ver que Sánchez, a diferencia de sus socios de Sumar, resiste. Y eso impide a Vox acercar posiciones ante un desgaste socialista.
Ante eso, y aprovechando las múltiples investigaciones judiciales abiertas, desde el caso Koldo, el caso Begoña, o el del hermano del presidente, David Sánchez, así como las derivadas en el PSOE de Extremadura, Vox, como el PP, está jugando la carta de la denuncia contra la corrupción. Eso mismo ha llevado a crecer al Chega en Portugal, que además de la lucha contra la inmigración y las minorías étnicas en zonas como Lisboa, se ha erigido como el partido anti corrupción y protesta. El partido de André Ventura ha aprovechado la sucesión de escándalos en las filas del PS, desde el protagonizado por el expresidente José Sócrates, hasta el que llevó a Antonio Costa a dimitir y adelantar elecciones el año pasado. Ya desde el último año, el eslogan ha sido el de "Limpiar Portugal". Se han seleccionado carteles con líderes socialistas como el objetivo, de hecho.
Como Chega, Vox espera a poder gestionar y explotar a su favor un cada vez mayor descontento social. En esa competencia con el PP constante, al querer establecer similitudes con los socialistas, los de Abascal buscan extender al conjunto del bipartidismo asuntos como la propia corrupción, o el respaldo de "la inmigración masiva". Una denuncia en esa línea es la connivencia de todos los grupos con la intención del Congreso de regular vía ILP a casi medio millón de migrantes irregulares que ya trabajan en España. El PP, de momento, se abre con condiciones como que se aborde la multirreincidencia, que se estudie cada caso individualmente y que solo se tengan en cuenta a aquellos sin antecedentes penales o que estén activos laboralmente.
La mirada de Vox estará muy centrada próximamente al fenómeno del Chega y al clima que vaya dándose conforme avancen las investigaciones de supuesta corrupción que salpican al Gobierno. No parece pasar factura a Vox cuestiones como la sanción —que recurrirán— del Tribunal de Cuentas por recibir donaciones irregulares a través de la venta de merchandising. Queda por ver qué recorrido tiene la denuncia del PSOE en la Fiscalía por financiación irregular y la investigación de anticorrupción.
A nivel interno, los problemas entre corrientes ideológicas y las continuas salidas, como la de Iván Espinosa de los Monteros, así como las bajas en el ámbito municipal y autonómico, también han pasado algo de factura a Vox. Sin embargo, en el caso del Chega, el descontento ha sido más potente que la nula factura que ha pasado escándalos entre sus dirigentes como la conducción bajo los efectos del alcohol, supuestos abusos sexuales a menores, o robos en aeropuertos. Tampoco ha supuesto un impedimento para crecer la escasa implantación territorial.
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