Recado evidente el enviado este domingo desde la Plaza de España por el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. Tanto de puertas para fuera, contra Vox y Santiago Abascal, pero también hacia sus filas populares, a Isabel Díaz Ayuso y la corriente liberal del partido. La más dura. Pase lo que pase, no se moverá de la "centralidad" en su itinerario para llegar a la campaña de las próximas generales, una vez el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decida dar el paso y disolver las Cortes Generales. El PP, a través de sus barones autonómicos, ya se lo demandaron, con todo, este viernes en la Conferencia de Presidentes de Barcelona. "Serán cuando tocan, en 2027", insistió el también dirigente socialista.
Durante la manifestación contra el Gobierno convocada por el PP, pero abierta a la ciudadanía descontenta y la sociedad civil, sin siglas de por medio, exigió el gallego, Feijóo quiso dejar clara sus pretensiones para abrir su proyecto a la ciudadanía descontenta, a la que no tiene connotaciones políticas, a la que se mueve según los intereses del momento o a la que ve al actual Ejecutivo y al PSOE agotado y sin mayor recorrido. Y pese que en las otras dos intervenciones de la mañana, por parte del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y después a cuenta de la presidenta de la Comunidad, Ayuso, se marcó un tono duro, combativo, Feijóo no quiso poner el broche a la concentración sin hacer un llamamiento a la concentración de voto. Al mismo estilo que en la pasada campaña del 23-J.
Guiado en el poder de la razón, en el vuelco que tiene que llegar por el agotamiento del otro, pero con una aspiración reformista, que rehaga ante el deterioro que denuncian desde Génova. Si bien Almeida y Ayuso apelaron a "la mafia" o a actitudes dictatoriales por parte del Gobierno, Feijóo adoptó el perfil de candidato "de todos", sin grandes connotaciones ideológicas pero con la aspiración de volver a poner a punto un Estado que ven herido. De hecho, tras el tono elevado de Ayuso, Feijóo instó a los ciudadanos a no responder con "furia" a las polémicas que rodean al Gobierno o a su propia acción política. "No quiero un frente de la ira", reiteró.
"En mi partido, y fuera de él, hay distintos estilos, distintas intensidades, pero el mismo objetivo que compartimos, que es cambiar esta situación y cambiar este Gobierno", afirmó Feijóo. Ello, además, dos días después de lo sucedido en la cita de sus presidentes autonómicos con Sánchez en el Palau de Pedralbes. Allí Ayuso marcó esa "intensidad" propia frente al resto, levantándose y abandonando la sala temporalmente hasta que Imanol Pradales y Salvador Illa cesaron sus intervenciones en euskera o catalán. El resto de barones permanecieron, algunos rehusaron el pinganillo. Sin embargo, quedó patente la pluralidad de actitudes para plantear esa oposición al PSOE. No gustaron las formas de Ayuso a algunos barones, se destacó en privado a la conclusión del encuentro.
Feijóo defiende las distintas intensidades del PP bajo el objetivo común de echar al Gobierno. No renunciará a la moderación y no quiere un frente de la ira, asegura
Frente a ello, y a que ese aparato madrileño reclama reedificar ideológicamente el proyecto —se presentarán enmiendas al documento político que prepara Génova para la ponencia en coordinación con presidentes como Juanma Moreno o Alfonso Fernández Mañueco— en el 21 Congreso Extraordinario de julio, que se desarrollará el 4, 5 y 6 de julio en Ifema, en Madrid, Feijóo anticipó cuál será su posición a partir de esta movilización. Ante esa diversidad, el presidente del PP enfatizó que "nadie me va a mover de la centralidad, que es el único espacio capaz de volver a reunir a la mayoría de españoles, a quien otros se han empeñado en dividir". "¿O qué pensáis que hizo Aznar con la refundación del partido? Volvió a poner al PP en la centralidad", dijo Feijóo del paso de Alianza Popular a lo que es hoy el PP.
Esa apuesta misma, por consiguiente, al menos hasta después de que finalice el recuento electoral y se tenga un escrutinio y reparto de escaños sobre la mesa, Feijóo rehúye el tono de Vox y permite a sus barones andaluz y castellano y leonés, los primeros que tendrán que lidiar con autonómicas en los próximos meses, ahondar en una senda continuista. Especialmente a Moreno-Bonilla, cuya centralidad le ha dotado de esa primera absoluta en una región más progresista.
Feijóo respalda esa batalla política contra el Gobierno, pero se muestra más esquivo a esa batalla cultural a la que Ayuso sí que está abonada directamente y que le ha unido a dirigentes como Javier Milei —que volvió este fin de semana a la capital, al Madrid Economic Forum—, a esa derecha alternativa internacional que se mueve más ligada a Vox. Esa estrategia también le ha permitido, por dureza, no dar margen a los de Abascal en la región, donde ostenta absoluta. Pero Feijóo, su equipo y el resto de barones autonómicos saben que Madrid es una aldea gala en medio de un territorio que respira hacia otra dirección intermedia.
Sin mirar al retrovisor de Vox
Feijóo planteó la convocatoria sobre una causa superior a la competencia de partidos, se promocionó como instrumento a disposición de la nación para que los ciudadanos recurran a ella bajo el objetivo de expulsar al Gobierno y a Sánchez de Moncloa. Pero sobre todo, ante "la causa noble" de "recuperar la decencia de nuestro país". Lanzó de hecho un ultimátum para que los votantes tomen partido, o "decadencia" o "decencia". Y con apelaciones a Vox, de forma velada, en la que le reprochó no haberse sumado o incluso hacer oposición al propio PP más que a Sánchez, quiso reivindicar su figura como única alternativa útil para ese cometido de vuelta a la institucionalidad.
"Esto ya no va de siglas, ojalá el resto de partidos se den cuenta", mencionó. Insistió después diciendo a los asistentes que no se dejasen influir por quien, como Vox, dicen que "esta manifestación no sirve para nada". Ante las presiones de los de Abascal o cualquier reproche ajeno, Feijóo dejó claro que nadie les va "a desviar del objetivo" que es gobernar. Estos días, desde Vox, y ante un PP que se abre de nuevo a la calle, además de copar la vía judicial contra el Gobierno así como la presión parlamentaria, el partido de Abascal buscaba abrir fisuras y restar valor a las acciones de los populares.
Precisamente esa visión de Estado, aperturista del popular —que va en la línea del respeto institucional al que se apeló acudiendo a Pedralbes, no sin apretar al Gobierno con cuestiones como el orden del día o la propia exigencia de generales— fue usada por Vox para reprocharle que 48 horas antes de la manifestación de este domingo el PP se fuese a reunir con ese mismo gobierno al que calificó de "mafioso". En Vox creen que Feijóo juega "la estafa", a la dualidad, a una "ceremonia de la confusión" permanente, que le lleva a pactar acuerdos como la renovación del Consejo de General del Poder Judicial con los socialistas a la par que denuncia que el "hedor es insoportable" dentro del Ejecutivo. En Bambú califican eso de falta de proyecto, en el PP lo atribuyen a una posición moderada, centrada y alineada con el respeto a las instituciones.
Fuentes del PP, de ese costado más moderado, de cara a ese congreso popular y a las propias elecciones defienden la postura de Feijóo. No quieren estar enfocados en "mirar al retrovisor" para ver en que posición está Vox e incluso lo que les dicen. Sino que defienden la opción de puesta a punto del partido, abriéndose a fijar las mejores posiciones. Defienden seguir los posicionamientos europeos, de sus socios populares también, y competir con una propuesta actualizada que además de sacar a Sánchez ofrezca contenido. Por ejemplo, en inmigración o en potenciamiento del modelo económico.
Creen que frente a la alternativa que defienden otros, en alusión a Vox, la del PP empieza a "caer por su propio peso". Aprecian que la ciudadanía "cada vez es más consciente que tanto Sánchez como Abascal se retroalimentan" mientras no se habla de lo que quieren los ciudadanos. "Estamos liderando" mientras "el Gobierno está con la lengua a fuera, sin presupuestos y cada vez más presionado por sus socios". Avistan la posibilidad de elecciones generales en 2026, lo que justificaría el deseo de Feijóo de cubrir todos los frentes y no dejar margen a Abascal contra el Ejecutivo. Frente a ello, las encuestas estiman que, inevitablemente la gobernabilidad debe pasar por Vox.
El PP sabe que la mayoría absoluta es complicada, pero pretende conseguir la movilización de un plus de ciudadanos que levanten las siglas por encima de los 160 escaños y que socios conservadores regionalistas, nacionalistas e independentistas como UPN, Coalición Canaria, PNV y Junts sumen en conjunto 17 escaños. Vox, a conciencia de que esa es la demanda, le advierte de que el bipartidismo dinamitó hace diez años.
Tanto el modelo de Feijóo como Ayuso se toparán en el congreso de julio. Al menos ya hay un fleco suelto que abrirá la confrontación. Mientras que Génova y el gallego quieren replantear el modelo de primarias, para que la elección de presidentes de partido sea más acotada y enfocada a los delegados ya en el cónclave correspondiente, Ayuso dejó claro este domingo en una entrevista en ABC que su modelo es el más abierto, el de "un afiliado, un voto". "Haré todo lo necesario para que se cumpla en España", señala la madrileña, que tiene un amplio respaldo y simpatía entre las bases.
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