Ya nadie se llama a engaño. El divorcio de Felipe González con Pedro Sánchez, su Gobierno y la cúpula del PSOE viene de mucho tiempo atrás. Nunca fue su candidato en primarias para dirigir el partido —ni en las de 2014, cuando lo fue Edu Madina, ni en las de 2017, cuando se alineó con Susana Díaz—, ni tuvo nunca química con él. Poco antes del 40º Congreso Federal, el de la unidad socialista de octubre de 2021, en Valencia, se reconstruyeron algunos puentes entre ambos, se intentó ficcionar un intento de buen rollo, pero poco más. La ley de amnistía, la llave que permitió a Sánchez conseguir su segunda investidura con los votos de Junts y ERC, hizo colapsar toda posibilidad de entendimiento entre ambos. El patriarca socialista endureció sus críticas hacia el presidente, puso más y más tierra de por medio, disparó igualmente contra su inmediato sucesor, José Luis Rodríguez Zapatero. Y finalmente este jueves dio un paso más: adelantó que no votará al PSOE, el partido que lideró durante 23 años, de 1974 a 1997, por haber participado en la "barrabasada" de la ley de amnistía, aunque tampoco votará al PP por carecer de proyecto de país. Su papeleta, pues, será otra: en blanco.

Lo dijo González en Onda Cero justo el día en que el Tribunal Constitucional avaló, por seis votos a cuatro —por mayoría progresista, por tanto— la ley de amnistía. El exjefe del Ejecutivo cargó duramente contra la norma, que calificó de acto de corrupción política, "en el peor sentido de la palabra", y después de él lo hicieron el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y Javier Lambán, expresidente de Aragón y exlíder regional del partido. Moncloa y Ferraz hicieron como tantas otras veces, ignorar las críticas, evitar entrar en la confrontación. Rehuir la polémica. Y eso que las palabras del expresidente, su confesión de que no votará al PSOE, sonó como un golpe seco. "Duro", como reconocían desde el equipo directo de Sánchez.

En público, el Ejecutivo mostró frialdad, intentando en todo momento escapar del choque. El ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, mostró su "absoluto respeto" a quien fue un "gran gobernante" entre 1986 y 1996. "Sus opiniones son legítimas, tan legítimas como cualquier otra, pero creo que la realidad avala la eficacia, la utilidad de la ley de amnistía, que ha conseguido la normalización de Cataluña, algo que parecía imposible hace unos pocos años", contrapuso. Fue la única voz oficial que se escuchó este jueves. Sánchez no respondió cuando le preguntaron los informadores a su llegada a Bruselas a la reunión del Consejo Europeo, emplazándoles a la rueda de prensa de la noche. Pero entonces, pasadas las 23.30 y tras una cumbre de los Veintisiete larga, solo admitió dos turnos de preguntas y en ellas no se le inquirió por el expresidente.

"Discrepamos de sus argumentos", aseguraban en privado desde la Moncloa, donde le animaban a defenderlos en el comité federal del 5 de julio en Ferraz, ya que forma parte del órgano como expresidente y como ex secretario general. "Ojalá el debate se produjera internamente", planteaban desde el círculo de Sánchez, subrayando que el principal y casi único argumento de divorcio de González es la amnistía.

"¿Quién es ese hombre del que usted me habla?", ironizaban por su parte en Ferraz. "Él lleva tiempo diciendo que no se siente representado en el PSOE", señalaba otra fuente de peso en la dirección socialista, "pero francamente lo dicho por él ahora no remueve nada en el partido. Sus opiniones hoy día son muy minoritarias".

González ya había advertido hace años, mucho antes de que se hablara siquiera de la ley de amnistía, de que sentía "orfandad representativa". Era tanto como decir que no se sentía apegado al PSOE, que su partido, el que él dirigió desde el congreso de Suresnes hasta meses después de la llegada del PP a la Moncloa, ya no lo sentía como propio. Pero hasta este jueves no había dicho que fuera a dejar de votarlo. "No contarán con mi apoyo, de ninguna manera, ninguno de los que hayan participado en esta auténtica barrabasada contra las reglas de juego, contra el Estado de derecho", sostuvo en Más de uno (Onda Cero), ante el periodista Carlos Alsina. Le reiteró que seguía sintiendo "una crisis de orfandad representativa" y que no se abstendría en unas elecciones porque vivió lo que era no poder votar en el franquismo. Así que su salida, anticipó, será votar en blanco.

Lo que para el expresidente ha supuesto la ruptura emocional con el PSOE es la ley de amnistía. Lamenta, informa EFE, que todo el trabajo de su vida para los socialistas "se deshaga como una azucarillo", por "una frase absolutamente inaceptable de que hay que hacer de la necesidad virtud", que fue la que pronunció Sánchez ante el comité federal del partido el 28 de octubre de 2023 para defender y justificar la amnistía. A juicio del expresidente, "el debate es sobre si es posible la autoamnistía" porque quienes redactaron el texto de la norma fueron los que se iban a "beneficiar" del perdón, y eso es "una vergüenza para cualquier demócrata".

Pocas horas más tarde, quien habló en otra entrevista, en este caso en Al rojo vivo (La Sexta) fue el presidente de Castilla-La Mancha. Emiliano García-Page calificó de "bochornoso" que el TC avale la ley de amnistía, y con argumentos "jurídicamente muy infantiles, muy flojos". El barón socialista cree que los razonamientos del alto tribunal tendrán "consecuencias en otros órdenes" y con ellos "se ha negado a sí mismo", porque "si todo lo que no está prohibido está permitido, en realidad casi sobra el Tribunal Constitucional". Aunque el TC tiene legitimidad, admitió, "no es infalible ni habla ex cátedra", por lo que no solo se puede discrepar de sus sentencias, sino que además "acaba de firmar una etapa muy negra". Page incluso apostó por "revisar a fondo el papel y la composición" de este órgano para cuando se abra la reforma de la Carta Magna.

Para Page, la ley de amnistía es "espuria, claramente inmoral" y, pese a lo que afirma la sentencia, cree que sí se atenta al "principio de igualdad" ante las normas. El presidente de la Junta acusó a los seis magistrados progresista de haber copiado los razonamientos de quienes impulsaron la ley. Los argumentos que usan para defender la constitucionalidad del texto se los ha escuchado "a los redactores, a los inspiradores, a los guionistas, tanto de los argumentarios que algunos siguen al pie de la letra como de los redactores de la ley". "Para mí es muy grave, muy inmoral, muy fronterizo. Es la expresión más detallada del 'todo vale', que en este caso no solo se practica en las leyes, sino incluso arrastra a las instituciones", insistió. En definitiva, que el aval del TC a la amnistía es "la crónica de un bochorno anunciado", informa EFE.

El jefe del Ejecutivo de Castilla-La Mancha tampoco acepta el argumento del Gobierno (y del TC) de que la ley sirva para mejorar la convivencia en Cataluña. El Ejecutivo, dijo, "está como está el partido, con los niveles de credibilidad más bajos de la democracia". "Que no presuman de hacer de la necesidad virtud, de contradecir la palabra que se dio". "Cataluña", añadió, "se ha desinflamado a costa de inflamar el resto de España" y la amnistía supone "casi que el Estado se pone de rodillas reconociendo que lo hizo mal y que el que lo hizo bien fue [Carles] Puigdemont".

Page sacó la cara por González: "Siempre" le verá, apuntó, "apoyando de una u otra manera, incluso con críticas, al PSOE". Los dos están alineados políticamente. Y los dos, por cierto, defienden que se adelanten las generales, una petición que sí se escuchaba en el partido tras el estallido del caso Cerdán, aunque apenas públicamente, más allá de ellos dos. Sánchez "lo que debería de hacer es convocar elecciones generales", como hizo en 2023, esgrimió este jueves el expresidente. Ya no es tanto "que se discuta si son o no anticipadas", sino que la pregunta es "si serán precipitadas", completó Page en La Sexta. Y es que el Ejecutivo "no tiene ni idea de hasta dónde va llegar el agujero que están haciendo los casos de corrupción". ¿Cree al presidente del Gobierno cuando dice que no sabía nada?, le preguntó el periodista Antonio García Ferreras. Tras varios segundos de silencio, contestó: "Quiero creerme a Sánchez".

El último en pronunciarse públicamente fue el expresidente Lambán. También muy duro: el respaldo a la amnistía "es un golpe letal a la Constitución y un triunfo para los independentistas. No resuelve ningún problema de Cataluña y crea uno muy grave en España. Hasta 2023, el PSOE la consideraba anticonstitucional. Siento vergüenza e indignación ante esta infamia", escribió el exbarón socialista en X.

"Al final", indica un alto mando de Ferraz, "ninguno de los tres han dado nunca apoyo a Pedro. Ni Felipe, ni Emiliano ni Lambán. Y lo dejaron caer en el comité federal del 1 de octubre de 2016", cuando Sánchez fue decapitado por la aristocracia del partido. Los tres, en las primarias siguientes, las de mayo de 2017, respaldaron a Susana Díaz, como hicieron prácticamente todos los poderes orgánicos del PSOE. Sánchez, sin embargo, arrasó a lomos de unas bases que le premiaron su firmeza en el no a la investidura de Mariano Rajoy.

"Ellos habrían votado a Rajoy. Y eso, el resto de los militantes se lo recordaremos siempre —sentencian desde el cuartel general socialista—. Ellos odian a los independentistas, no hay más. Son políticos del bipartidismo y eso es otra época y otra escuela. Hoy el PSOE es feminista, verde y joven. Nada que ver con eso. Ellos son los mismos que le hubieran dado a [Donald] Trump el 5% de gasto militar y que en la pandemia no hubieran peleado tanto como Pedro por su país. Son de otra época".

Sánchez ha insistido en que intentará agotar la legislatura, y llevarla a término en 2027, y en las siguientes elecciones ha prometido ser el candidato. Pero si no dimite antes y si cayera en esas urnas al no poder reeditar su Gobierno de coalición, entonces se abriría la sucesión en el PSOE. Y está muy aquilatado internamente que todo candidato que represente el ala moderada del partido, si comparece ante las bases con el apoyo de González, puede quedar sentenciado. Porque la grey socialista ha perdido el afecto hacia quien fue su patriarca. A quien sí reconocen, con quien sí se emocionan, es con Zapatero, que sí ha salido al rescate de Sánchez en los momentos más duros y animó decisivamente al partido en las difíciles elecciones generales de julio de 2023, en las que el PSOE caminaba hacia el abismo y el presidente finalmente logró retener el Ejecutivo, con un millón de votos más, justo dos meses después de la debacle de las autonómicas y municipales.

Los que conocen bien a González explican que la amnistía "le supera", "le indigna" especialmente, "le duele". "Para él, es lo peor, siempre lo ha sido, por su concepto del Estado de derecho. Lo de la amnistía es superpolítico, lo de la presunta corrupción de ahora genera asco. Él no está en si lo que cree es o no mayoritario en el PSOE. Él cree que debe decir lo que piensa. Y ya. Y con Emi y Lambán igual, dicen lo que piensan. Toda la vida ha sido así en el PSOE hasta ahora. Pero decir que no votará a su partido es un paso más. Lo es". De ahí el impacto de las palabras del expresidente, aunque en realidad confirmen de nuevo esa "orfandad representativa", el distanciamiento hacia un partido y unas bases y cuadros que ni le veneran ni le entienden. Lo que queda es el "respeto" hacia sus opiniones. Y poco más. González, para buena parte del PSOE, ya no da ni frío ni calor. Es el dirigente del que reconocen su legado como presidente, sus avances sociales, la modernización del país, pero al que ya creen casi en Marte.

"Felipe siempre fue de derechas y ahora ya... de patas por alto —ilustra una exintegrante del Gobierno de Sánchez—. Pero ya no mueve nada en el partido. La gente lo que pide en los chats es echarlo. Y encima se dedica a promover a Madina, al que dijimos en primarias [las de 2014] que no. ¿Pero quién se ha creído Felipe que es?". González es, para muchos socialistas, "ese hombre del que usted me habla".