"El Gobierno de España presentará los Presupuestos Generales del Estado para el año 2026". Pedro Sánchez quería ser claro, explícito. Hacía este lunes balance llegado el ecuador de la legislatura, cerraba con una comparecencia ante los medios un difícil curso político marcado, en su tramo final, por la eclosión del caso Cerdán, se despedía de los periodistas horas antes del último Consejo de Ministros previo al paréntesis vacacional y horas antes también de su despacho veraniego con el rey Felipe VI en Palma. Pero esa aseveración no era tan aparentemente sencilla y diáfana. Porque una cosa es presentar unas nuevas cuentas públicas y otra llevarlas al Congreso, con el riesgo de que sean tumbadas si no cuenta con el apoyo de todos los socios de investidura. Y porque para el presidente lo que justifica que su Gobierno siga "avanzando" hasta 2027, hasta el término natural de la legislatura, es que España arroja datos positivos en economía, en "reducción" de la desigualdad, también en convivencia. Una "hoja de servicios" que no tuvieron, a su juicio, ejecutivos anteriores y que por tanto avala su voluntad de agotar su mandato.

El capítulo final del Ejecutivo ni está escrito ni está próximo. Sánchez se afanó en cincelar esa idea, en repasarla las veces que hiciera falta. Sus palabras y sus gestos parecían luchar contra su físico, visiblemente más castigado tras la "traición" sufrida por su último secretario de Organización —era imposible no percibir una delgadez extrema sobre todo en su rostro, la ropa unos centímetros más holgada—, visiblemente más agotado. "Estamos a mitad de camino. Queda, por tanto, mucho trabajo por hacer y mucha legislatura por delante. Los dos años que restan hasta las elecciones generales de 2027 el Gobierno de coalición progresista los afronta con la misma determinación y también con la misma energía que los siete años anteriores. Y los datos, además, no engañan, invitan a esa convicción y a esa determinación. Frente al catastrofismo de los cenizos de siempre, el optimismo de los datos. Y es que España avanza con fuerza y en la mejor de las direcciones. España, por tanto, suma y sigue, y lo hace además en un contexto internacional muy complejo. Nuestro país vive una de las épocas de mayor prosperidad de su historia democrática y queremos que esa prosperidad tome mayor impulso en los próximos dos años".

Toda la comparecencia del presidente iba enfocada en esa misma dirección. En realidad, todos los pasos dados por él mismo desde que decidió que era mejor no dimitir y convocar elecciones, desde que superó aquellos primeros momentos de flaqueza tras el demoledor informe de la Guardia Civil sobre Santos Cerdán, han ido dirigidos a apuntalar la legislatura. A demostrar que resistirá para, como él remarca siempre, "seguir avanzando".

Tras reajustar la dirección del PSOE y echar el telón al curso parlamentario con el doloroso suspenso de la caída del decreto antiapagones, Sánchez mira ya a la vuelta del verano. Y en ese marco encaja su reflexión sobre los Presupuestos de 2026. Los presentará, va a "pelear" para que salgan aprobados, intentará "persuadir" a los grupos de que el Ejecutivo le ofrece unos PGE "mejores desde el punto de vista social" que los vigentes, los de 2023, que "ya son muy buenos". Está dispuesto a reunirse —pero sigue sin haber fecha— con los líderes de ERC y Junts, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, para hablar de las cuentas y de "otros muchos" temas.

Conseguir que esos PGE reciban el respaldo parlamentario necesario es, sin embargo, una misión bastante más complicada para el Ejecutivo. De hecho, Sánchez no ha logrado disponer de unas nuevas cuentas en lo que va de legislatura y es consciente de que amarrar las de 2026 le permitirá ganar oxígeno, gasolina, hasta el final de mandato. Pero garantías no tiene. Más bien lo que ha ido recibiendo estos meses son señales de portazo. Sobre todo de Junts, su socio más inestable y exigente, que pide primero, antes de empezar a hablar de Presupuestos, que se cumplan los compromisos pendientes —la oficialidad del catalán en la UE y la aplicación plena de la amnistía, que está fuera del radio de acción del Ejecutivo—. Pero Podemos se aleja día tras día de los socialistas. El aumento del gasto militar hasta el 2% del PIB, que el Gobierno tendría que consolidar en 2026, parecía ya un muro insalvable para pactar con los morados. Pero la gravedad del caso Koldo / Ábalos / Cerdán no ha hecho sino profundizar la sima.

Por eso la gran pregunta que persiguió a Sánchez en su rueda de prensa es si llevará su proyecto de ley al Congreso aun sin tener atados los apoyos parlamentarios. El presidente no se quiso situar en ese escenario. Insistió en que escuchará las peticiones de los grupos, en que se pondrá en su "piel", en que actuará con "humildad", en que entenderá que sus intereses son "legítimos". Ya el año pasado el Ejecutivo prometió trasladar a la Cámara baja su propuesta de PGE, incluso con el fin de retratar a los grupos, con el aviso expreso de que aunque se los echasen abajo no convocaría elecciones. Al final, el presidente reculó. El Consejo de Ministros nunca aprobó ningún proyecto de cuentas para 2025. Tuvo que renunciar. Los respaldos no existían. Ni siquiera logró convencer a Junts para una nueva senda de estabilidad.

Las palabras de Sánchez este lunes podían entenderse como un desafío a los grupos y una advertencia de que si no le acompañan para los Presupuestos de 2026, no retrocederá. Incluso podrían leerse como un anticipo de elecciones. Porque en la reciente historia democrática española, si un Gobierno ve devuelto su proyecto de cuentas públicas por el Congreso, se ve abocado a un adelanto de los comicios. Así se explican las generales de 1996 convocadas por Felipe González, o las del 28 de abril de 2019 decididas por el propio Pedro Sánchez. O incluso las autonómicas catalanas de mayo de 2024.

Pero el presidente subrayó en todo momento que la legislatura no depende de lo que pase con los PGE. Se le inquirió si era factible un mandato de cuatro años sin un solo Presupuesto. Y contestó que sí: "Es que las legislaturas constitucionalmente duran cuatro años. Cuando gobierna el PP siempre son cuatro años. Cuando gobierna el PSOE, yo no sé qué pasa, pero son cuatro minutos a vista del PP. Las legislaturas duran cuatro años e, insisto, hoy el país tiene una situación económica que no tiene ningún otro país europeo. Cuenta con unos niveles de creación de empleo que no tienen otros muchos ejecutivos anteriores al nuestro en su hoja de servicios. Y por tanto nuestra agenda política es una agenda política que creo que no solo con palabras, sino con hechos, está demostrando lo positivo que es para nuestro país, lo beneficioso que es".

La argumentación era evidente. De hecho, toda la larga intervención inicial de Sánchez, sus 46 minutos de exposición del informe Cumpliendo, para rendir cuentas de la gestión de su Gobierno, iba dirigida a afianzar esa premisa. Que el desempeño económico y social está siendo bueno, y que ahí están los datos, y que ahí está cómo España "inspira confianza", como lo prueban el optimismo de los inversores, la evolución de la bolsa, las reseñas en prensa internacional o los más de 100 millones de turistas que visitarán el país este año.

Recordó así el hito de los 22,27 millones de ocupados (más de 10 millones, mujeres); el 10,29% de tasa de paro —la más baja desde 2008—, dejando más cerca el objetivo de un porcentaje de desempleo de un solo dígito; la renta disponible de los hogares, un 9% superior a la de 2018, gracias a las políticas de "redistribución" de la riqueza; los más de 36.000 millones de euros de inversión extranjera directa, el segundo mejor registro desde 1993; la subida del Ibex 35 en un 22% en lo que va de 2025; la creación de casi 50.000 nuevas empresas en el último año; la lluvia de fondos europeos Next Generation que ha beneficiado a 815.000 compañías; el plan de contingencia de 14.000 millones de euros para afrontar la guerra comercial abierta por EEUU. También recalcó que España es el país de la UE que más fondos no reembolsables ha recibido del plan de recuperación, por delante de Francia o Italia, y que Bruselas acaba de aprobar el quinto desembolso, por más de 24.000 millones —no precisó que la Comisión recortó el importe en 1.100 millones de euros por no haber aprobado el impuesto al diésel y no compensar debidamente a los funcionarios interinos—, por lo que España ha recibido ya un total de 55.000 millones, el 70% de las transferencias asignadas.

El subrayado en los fondos europeos no era un pasaje menor. Sánchez, cuando fue preguntado por los Presupuestos, indicó que además de las cuentas públicas, España dispone de "una herramienta fantástica para la transformación, el crecimiento económico, la creación de empleo y la modernización de nuestro país", y son los fondos europeos. Estos son, dijo, "también otros Presupuestos, otro carril que incorporamos en ese compromiso de modernización, de crecimiento económico, de creación de empleo y de cohesión social".

Fuentes de la Moncloa resaltan que, por eso, Sánchez en ningún momento estaba apuntando a elecciones de manera emboscada. "En ningún caso. Hemos dejado claro que estaremos hasta 2027, que las legislaturas son de cuatro años, que nuestros PGE [vigentes] son buenos y los Next Generation la clave. Y también que presentaremos los Presupuestos de 2026 para intentar mejorarlos aún más. El presidente liga más el futuro de la legislatura a la estabilidad económica. Él mismo dijo que no hay necesidad de convocar cuando la economía va bien", explican con nitidez. En el círculo de confianza del jefe del Ejecutivo insisten en que la oferta a los grupos será potente, y que la intención firme es intentar disponer de las nuevas cuentas. "Vamos a acordarlos, vamos a por ellos", refuerzan. Garantías, obviamente, ninguna, porque la decisión de apoyar o no unos PGE es, para los socios, eminentemente política.

Sánchez preñó su discurso de cifras y de "avances" en la legislatura en varios flancos prioritarios. Pintó, como se esperaba, un balance triunfalista, como por cierto hicieron otros jefes del Ejecutivo antes que él en ruedas de prensa semejantes. Un clásico. En el capítulo de refuerzo del Estado del bienestar, el destacó la creación de una Agencia Estatal de Salud Pública —aprobada definitivamente la semana pasada tras un primer testarazo en el Congreso—, la ayuda de hasta 100 euros para todos los menores de 16 años para comprar gafas o lentillas, el aumento de plazas de formación sanitaria especializada, también de 15.400 nuevas plazas públicas para niños de 0-3 años, las becas para 964.000 estudiantes (un 23% más que cuando gobernaba el PP, más de 2.5000 millones de euros), la revalorización de las pensiones, más ayudas a la dependencia o las mejoras en el acceso a la vivienda. El gran anuncio fue la ampliación "histórica" de los permisos por nacimiento y cuidados: de 16 a 17 semanas los de paternidad y dos semanas retribuidas para crianza de un niño hasta que cumple ocho años.

El presidente repasó los avances en cohesión territorial —destacó la constitucionalidad de la ley de amnistía, la quita de la deuda (que aún no ha llegado al Congreso) o la aprobación de las entregas a cuenta, nada dijo de la financiación singular catalana—, el despliegue de una "ambiciosa política exterior" —ahí anunció el envío de miles de kilos de comida a Gaza el viernes a través de Jordania y lanzados desde paracaídas y aviones A400 de las Fuerzas Armadas— o las medidas para la transición ecológica. Sánchez adelantó que el Gobierno está estudiando qué medidas del decreto antiapagones decaído la semana pasada por falta de apoyos pueden aprobarse a través de real decreto (es decir, sin necesidad de que vayan al Congreso), para que el sistema eléctrico "sea más resiliente". Y, las que necesiten apoyo de las Cortes se volverán a llevar allí "tan pronto como sea necesario". "Frente al oportunismo irresponsable de algunos", señaló, cargando implícitamente contra el PP, "la industria española debe saber que siempre va a contar con el compromiso del Gobierno y que antes o después, por mucho ruido que haya o por muchas zancadillas que intenten poner, vamos a sacar adelante las medidas que son necesarias para hacer más resiliente el sistema eléctrico español".

Sánchez vendió un mensaje, por tanto, de "optimismo fundado, basado en los datos" económicos, sociales, medioambientales, de cohesión social y territorial y de proyección exterior del Gobierno. También parlamentarios, para combatir la sensación de debilidad de apoyos: subrayó que el Gobierno ha logrado aprobar 42 iniciativas legislativas en estos dos años y ha cumplido "el 45% de los 200 compromisos" que adquirió con la ciudadanía en 2023. "Lograrlo no ha sido fácil. Ha habido que negociar cada paso", admitió, para sacar pecho del 86% de votaciones ganadas en el Congreso, "porcentajes muy similares a los de estos últimos siete años". No hubo asomo de autocrítica, ni tampoco relato del desgaste y del coste político de las concesiones a sus socios.

El Ejecutivo se aconseja a sí mismo "seguir por este camino" en los próximos dos años. "Vamos a pelear cada votación, cada ley, velando por los intereses de la mayoría social frente a los privilegios de las élites, e impulsando una agenda social, económica, medioambiental, progresista, ambiciosa. Una agenda que merece la pena", prometió, anticipando por tanto que el claim de la segunda parte del mandato será el refuerzo de la agenda social, como pedía Sumar para "resetear" la legislatura y dar la vuelta a la postración por los escándalos de corrupción. Lo que falta es saber cómo. Con qué instrumentos, qué medidas y con qué apoyos.

Frente a la oscuridad con que dibujó la "alternativa", una suma de PP y Vox, frente al "disco rayado" de un Alberto Núñez Feijóo que no para de pedir elecciones, frente a los "cenizos" que pintan un panorama catastrófico, Sánchez se volcó en defender su imagen de España "real". Abierta, que no es "un país perfecto", que tiene retos pendientes y "desafíos futuros muy notables", pero que "mejora año tras año en la mayoría de indicadores y que es contemplada en medio mundo como un modelo de éxito a seguir".


Esta es la España real. Evidentemente no es un país perfecto, que se enfrenta a retos
pendientes, a desafíos futuros muy notables, pero que mejora año tras año en la
mayoría de indicadores y que es contemplada en medio mundo como un modelo de
éxito a seguir.
Esa es la España que hemos construido, la que estamos construyendo, la que
tenemos y la que queremos. La España que suma y sigue. La España que avanza
con fuerza y en la mejor de las direcciones, que siempre es adelante.