El magistrado Enrique Arnaldo (Madrid, 1957) tiene una gran biblioteca en casa y, quizás por eso, destila un enorme conocimiento no sólo jurídico, sino también histórico o literario en cada conversación. Llegó al Tribunal Constitucional en 2021 a propuesta del Congreso, después de pertenecer al cuerpo de letrado de las Cortes Generales. Es catedrático de Derecho Constitucional por la Universidad Rey Juan Carlos y pertenece al bloque de los conservadores. En los últimos años no sólo ha estado deliberando con sus compañeros sobre los límites de la Carta Magna, sino que ha sacado adelante su nuevo libro 'El deporte en la literatura' (Espasa), en el que hace un recorrido a través de siglos de Historia, escritores y modalidades deportivas. Conversa con El Independiente sobre el proceso de redacción, el deporte y la actualidad del órgano que se enfrenta en los próximos meses a un cambio de presidente.
En el libro cuenta cómo inicialmente creyó que analizar el deporte desde la literatura era una idea innovadora, pero luego se topó en la biblioteca del Congreso con varias tesis o libros sobre el tema. Por lo que veo, lo asumió con deportividad y se arrancó a escribir…
Bueno, todo empezó durante la pandemia, que tuve una voracidad lectora enorme. Empecé a descubrir que en las novelas, que son una de mis pasiones, había muchas referencias al deporte. Empecé a preparar lo que antes llamamos fichas, a apuntar las frases que me llamaban la atención o a subrayar el libro y a tomar notas de las páginas.
De pronto, al final de la pandemia, me encontré con que había un bloque y pensé escribir un artículo para una revista o alguna tribuna de opinión, pero vi que quizá tuviera la dimensión de libro. Efectivamente me llevé una decepción cuando había alguien que se le había ocurrido, pero vi que era una cosa distinta y ha salido esto después de 4 años.
¿Hay algún cronista deportivo por el que sienta mayor admiración?
Desde luego, creo que el gran cronista contemporáneo es Santiago Segurola. Además, tengo el el gusto de que sea uno de los presentadores de mi libro. Somos más o menos de la misma edad, y recuerdo haber leído las crónicas de El País, donde él ha escrito durante veintitantos años y ahora lo leo en el Marca, o lo escucho en Onda Cero. Tiene mucha fineza, como dirían los italianos, es muy fino, es bastante objetivo. Le gusta además el atletismo, le gusta la natación, es todoterreno y me parece el grande.
Cuenta también que el fútbol y el boxeo son las modalidades deportivas preferidas de la literatura, pero, en cambio, usted se decanta por el golf y por el padel…
Los deportes son cuestión de edades, es decir, cuando eres un crío y estás en el colegio el único deporte es el fútbol. En España no hay otro. Es como en Argentina que si no sabes jugar fútbol te marginan. Este verano he estado allí, fui a ver un partido del River Plate contra un equipo que se llama San Martín y claro, los europeos no tenemos ni idea de lo que es el fútbol hasta que no vemos un encuentro en Argentina porque es el el griterío permanente durante todo el tiempo de juego. Además, allí solo van al terreno los del propio equipo y el rival está prohibido que asista para evitar actuaciones violentas.
El fútbol genera tal cantidad de pasiones, de obsesiones, que es el gran movilizador social contemporáneo. Entonces, efectivamente, de crío el deporte es el fútbol y cuando vas creciendo empiezas a interesarte un poco el baloncesto, o , yo que estudié en el colegio del Pilar, había mucha afición al hockey sobre patines. Con el trabajo ya empiezas a practicar deportes más tranquilos como el tenis, el padel o el golf.
He leído algunas curiosidades en la obra como que España lució por primera vez la camiseta roja por la sangre del toro o que los griegos ya iban al gimnasio a enseñar músculo. No sé si ha habido cosas que le hayan sorprendido durante el proceso de escribir…
Una de las cosas que me sorprendió es la relación de la intelectualidad con el deporte, la famosa expresión men sana corpore sano. Existía en el mundo greco-latino efectivamente, pero luego hubo una época en que los intelectuales se distanciaron del fútbol, o del béisbol, que era la pasión norteamericana. Durante el régimen franquista, por ejemplo, la izquierda no quería aparentar que le gustaba el fútbol. Hay un libro en el que cuenta Javier Marías que iban disfrazados para que no se les conociera cuando iban a ver un partido en el Bernabéu. O la polémica entre Marañón y Ortega porque Marañón era muy poco favorable al deporte y entendía que había que cultivar más la mente, mientras que Ortega creía que el deporte formaba parte de la educación integral.
Le dedica un capítulo también al deporte como símbolo o bandera de país. De hecho, cuenta que, precisamente, Ortega y Gasset confiaba en el deporte como catalizador del sentimiento de comunidad. ¿El único momento en el que España está unida es en un Mundial?
Si recordamos el Mundial de Sudáfrica o las olimpiadas de Barcelona en 92 probablemente han sido los dos momentos de mayor --si utilizamos un término de modé-- exposición de patriotismo. Otros lo llamarían nacionalismo español, mayor expresión de de pueblo unido… Probablemente es el gran aunador de la sociedad española. Creo que sí. Y no solamente en España. En este viaje también estuve viendo un partido en Montevideo de Uruguay y ves que es un catalizador de país. Los medalleros de las olimpiadas van por países, no por especialidades deportivas. O sea, el deporte probablemente se ha convertido en el gran concepto que permite crear ese sentimiento que llamaríamos sentimiento de país o sentimiento constitucional que llaman los alemanes.
Y también a través del deporte se hace política, como con lo que ha pasado en La Vuelta sobre las protestas en contra Israel. ¿Debería o no debería canalizarse la política así?
La carta olímpica excluye la política de los principios rectores. La política debe mantenerse alejada del deporte, ensucia el fair play deportivo. Pero la verdad es que la política al final invade casi todo. Los políticos cuando hay un triunfo intentan por lo menos coparticipar o a veces apropiarse de él. Inocencio Arias en un libro delicioso cuenta la degeneración del deporte de los comunistas para el dopaje. Entonces, la política sí está cerca de todo, quiere apropiarse de todo y fundamentalmente en los regímenes autocráticos.
Te pongo el ejemplo de un señor que es un uno de los grandes fondistas de la historia: era checoslovaco y se llama Emil Zatopec. Él llegó a ganar en unas Olimpiadas las tres medallas en maratón, algo que nadie ha conseguido en la Historia. Se convirtió en el símbolo de la dictadura comunista checa hasta que un día se le ocurrió hablar a favor de un reformador. Los gobernantes le obligaron a irse a una ciudad pequeña, a trabajar en asuntos secundarios y prácticamente al final de su vida tuvo que renegar de aquella voluntad reformista política y volvió a hablar bien del del Partido Comunista para sobrevivir.
Parece que los deportistas evitan dar su opinión política porque reciben muchas críticas, con ejemplos como el de Rafa Nadal, ¿No?
Los personajes populares intentan evitar ser encastillados. No pasa tanto con los actores o los directores que tienen más voluntad de identificarse políticamente, pero los deportistas son mucho más reacios. Cuando ha habido alguno que lo ha hecho tiene dificultades, no está bien visto. Los presidentes y los managers les recomiendan que intenten evitar esas preguntas y podemos pensar que no tienen ideología.
El libro está plagado de pasajes de todo tipo de autores, de referencias de libros… ¿De qué tamaño es su biblioteca?
Gracias a Dios tengo una casa grande. Además, yo todos los libros los leo en papel, no concibo el libro electrónico. Los jurídicos los tengo aquí en el despacho, pero la literatura la tengo en casa. Entonces, pues poesía, novela, ensayo… pueden ser 2.000 o 2.500 libros.
¿Y se ha tenido que leer muchos para hacer este libro?
Calculo que en torno a unos 500.
¿Qué le parece más complicado escribir un libro o dictar una sentencia?
Yo diría que a mí me resulta mucho más divertido escribir un libro. Me lo he pasado extremadamente bien. Disfrutas, te recreas. Es un poco hacer una paréntesis en tu vida para algo diferente. A veces cuando nos concentramos mucho en nuestro trabajo perdemos un poco el sentido de las cosas y creo, sinceramente, que escribir un libro sobre algo distinto a lo que es tu vida, te permite darte más capacidades para escribir una sentencia. La regla fundamental del deporte es jugar limpio, que no haya manipulación del resultado, que no haya un trato diferente hacia el adversario, incluso hacia el árbitro.
Me gustaría que siempre el juego sea limpio, no solamente en el deporte.
Y hablando de reglas, en el Tribunal Constitucional también existen reglas y hace poco un grupo de magistrados, incluido usted, se quejó de la falta de transparencia en las reglas de reparto de las ponencias por parte del presidente del Tribunal, Cándido Conde-Pumpido ¿Cómo quedó ese asunto?
Se hizo una propuesta para que se encomendara al secretario general la elaboración de un acuerdo para el reparto de las ponencias. Una vez preparado y aprobado se debía publicar el Boletín Oficial del Estado. Entonces, está en manos del secretario general. Pienso que ese acuerdo estará antes de finalizar el año y serán unas normas de reparto claras.
¿Cuántas decisiones quedan aproximadamente por tomar en el tribunal sobre la amnistía?
Queda la cuestión de inconstitucionalidad que planteó el Tribunal Supremo en relación con la aplicación en un delito de desórdenes públicos y, luego, quedan unas 12 o 14 planteadas por comunidades autónomas. Y los amparos, que hay unos que ya están admitidos, los de aquellos que habían sido condenados como Junqueras, Romeva o Turul, y otros que están pendientes de admisión.
Ahora en diciembre toca un cambio de tercio del tribunal ¿Cree que se hará en tiempo y forma o estaremos ante un nuevo bloqueo?
Pues si miramos hacia el pasado, la experiencia histórica nos demuestra que casi nunca o nunca está a tiempo. Siempre es bueno cumplir, pero la historia nos demuestra la dificultad.
¿Y hay algún candidato que se perfile para sustituir a Pumpido en la presidencia?
Eso dependerá mucho de la renovación. El candidato normalmente suele ser uno de los del tercio inmediatamente siguiente al que se va. Creo que se ha respetado siempre esa regla, pero no hay ninguna exclusión legal
¿Qué opinión tiene usted de los juicios con jurado popular?
Ahí puedo hablar de lo que yo he escrito hace muchos años. Siempre fui partidario del jurado mixto, es decir, de la deliberación conjunta entre el juez y los miembros del jurado. El modelo que se aplicó es el modelo que llamamos juradista puro. El jurado resuelve sobre la veracidad o inveracidad de los hechos respondiendo a las preguntas planteadas por el juez, un modelo muy excepcional en el derecho comparado. Creo que la ley del jurado respondió a una doble voluntad: era uno de los pocos preceptos de la Constitución que no se había desarrollado y había ganas de desarrollarlo. Los que prepararon o colaboraron en preparar aquel proyecto eran muy juradistas así que hicieron una ley con un jurado con amplias competencias. La experiencia histórica de estos años de aplicación de jurado no ha sido negativa. Es decir, ha habido casos concretos en que no ha funcionado adecuadamente y recuerdo alguno uno en el País Vasco, alguno en Valencia, pero el jurado está ya muy asimilado tanto por la sociedad española como por la propia carrera judicial.
Había alguien que decía con cierta ironía y ponía el ejemplo del famoso boxeador Simpson: ‘Si yo no tengo razón, prefiero que me juzgue un jurado, pero si yo la tengo, prefiero que me juzgue un profesional’. A mí me parece que, en general, el jurado ha funcionado bien en España y no hay que desconfiar.
¿Cómo se vive o cómo vive el Tribunal Constitucional la crítica desde el Poder Ejecutivo al Poder Judicial?
Muy mal. Yo creo que el Poder Judicial, decía Montesquieu, es el más débil de los de los poderes. Probablemente lo sea en términos de poder formal, de poder material, es un poder diluido. Hay tantos poderes judiciales como jueces y tribunales en España, pero es un poder que a mi juicio determina la calidad de la democracia en un país. El Poder Judicial es el que define qué conforme o no con el derecho que elaboran y aprueban los otros poderes. Por tanto, el signo de la balanza para definir el Poder Judicial es el mejor signo. Sin esa balanza en el Estado democrático deriva hacia un lado o hacia otro, siempre es negativo.
El Poder Judicial no es un poder esperable, que dicte una determinada resolución para que yo aplauda o para que yo critique. La justicia francesa acaba de condenar al presidente de la República Francesa, la brasileña al expresidente de Brasil, a Bolsonaro, acaban de empezar una investigación contra un alto cargo del presidente de Argentina, vemos los conflictos que el Tribunal Supremo ha tenido en Israel o que Trump tiene... Esas críticas hacia lo que hace el Poder Judicial deben ser críticas basadas en razones, no en tomas de posición, no en prevenciones, no en en dudas de la legitimidad del Poder Judicial.
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