Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (conocidas como PFAS) son un grupo de más de 14.000 sustancias químicas artificiales que han sido populares desde la década de 1950 por sus diversas capacidades para resistir el calor, el agua, la grasa y las manchas. Se encuentran comúnmente en productos para el hogar como sartenes antiadherentes, ropa, cosméticos, insecticidas y envases de alimentos, así como en productos industriales especializados, como espuma contra incendios. Pero también tienen un lado oscuro: se les conoce como "sustancias químicas eternas" porque una vez que están en el medio ambiente (o en nuestros cuerpos) no se degradan.  

Las PFAS se han relacionado con problemas ambientales y de salud, incluidos algunos cánceres, pero aún se desconoce mucho sobre su verdadero impacto, en parte porque no sabemos qué cantidad de estas sustancias hay en nuestro suministro de agua. Sin embargo, este lunes un estudio internacional dirigido por la universidad australiana de Nueva Gales del Sur (UNSW ), y publicado en la revista científica Nature Geoscience, ha evaluado por primera vez los niveles de contaminación por PFAS en las aguas superficiales y subterráneas de todo el mundo. Y la conclusión es clara: gran parte excede los límites permitidos para la salud.

"Muchas de nuestras fuentes de agua superan los límites reglamentarios de PFAS", explica Denis O'Carroll, catedrático de Ingeniería de la UNSW. "Ya sabíamos que los PFAS están omnipresentes en el medio ambiente, pero me sorprendió descubrir la gran proporción de aguas de origen que superan los límites recomendados para el agua potable", afirma.

El problema es que no existe un consenso sobre cómo se regulan las PFAS. Así que cada país pone el umbral máximo permitido donde considera. De esta manera, si se usa el criterio de la Unión Europea, apenas el 6% de las muestras de aguas subterránea analizadas en el estudio están contaminadas. Sin embargo, se se utiliza como referencia la normativa de EEUU, el porcentaje aumenta hasta el 31%. Y si se emplea la de Canadá, una de las más estrictas, la cifra se eleva hasta el 69%.

Los investigadores compilaron informes gubernamentales, bases de datos y literatura revisada por pares de todo el mundo. y recopilaron más de 45.000 muestras de aguas a lo largo de un periodo de 20 años. O 'Carroll enfatiza que los rastros de PFAS que ellos han detectado se encuentran en fuentes de agua, como presas, y no en el agua potable en sí, que pasa por plantas de tratamiento, algunas de las cuales están diseñadas para reducir la cantidad de químicos antes de que salga del grifo. 

 Pero el profesor afirma que algunos proveedores de agua no miden de forma rutinaria la amplia gama de PFAS que pueden encontrarse en nuestra agua potable. "El agua potable es en gran medida segura y no dudo en beberla. Tampoco sugiero que el agua embotellada sea mejor, porque eso no significa que hayan hecho algo diferente a lo que sale del grifo. Pero ciertamente creo que vale la pena monitorear los niveles de PFAS y hacer que los datos estén fácilmente disponibles", señala O 'Carroll.

Science Media Centre España ha hecho, como suele ser habitual, una ronda de consulta entre varios expertos para que valoren los resultados del estudio. Laa principal conclusión es la necesidad de seguir investigando, aunque algunos ya se han atrevido a posicionarse. "Los resultados son preocupantes, ya que las aguas superficiales y subterráneas pueden ser tratadas por plantas potabilizadoras para generar agua de grifo, donde la presencia de PFAS podría tener implicaciones para la salud humana. Así pues, es esencial señalar la necesidad de mejorar la calidad del agua", resumió Irene Navarro, investigadora de la Unidad de Contaminantes Orgánicos Persistentes y Contaminantes Emergentes en el Medio Ambiente del CIEMAT (Madrid).

Riesgos para la salud

Es probable que la mayoría de las personas en muchos lugares del mundo tengan niveles bajos de PFAS en el cuerpo. Pero los riesgos potenciales para la salud de estas sustancias químicas no se conocen bien y no se ha llegado a un acuerdo universal sobre ellos. 

Según un panel de expertos en salud del gobierno australiano, hay poca o ninguna evidencia de que las PFAS representen un daño clínicamente significativo para la salud humana. Pero los organismos máximos de EE.UU. y Europa sugieren que los PFAS están relacionados con resultados adversos para la salud, como un menor peso al nacer en los bebés, niveles más altos de colesterol, reducción de la función renal, enfermedades tiroideas, alteración de los niveles de hormonas sexuales, reducción de la respuesta a las vacunas y cánceres de hígado, riñón y testículos.

En 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al PFOA, un tipo de PFAS, carcinógeno humano de categoría uno. Si bien las PFAS se han relacionado con muchos de estos resultados de salud, no necesariamente se ha demostrado que las causen, pero dados los riesgos potenciales y la naturaleza "para siempre" de estos químicos, muchos organismos reguladores han reforzado el uso de PFAS e introducido límites de agua potable segura como precaución. 

"Hace unos 20 años, dos formas de PFAS suscitaron preocupación inicialmente: el PFOS y el PFOA. Estos productos químicos están regulados en diferentes grados en todo el mundo. Si bien los límites de Australia parecen relajados en comparación con los de EE.UU, las directrices recomendadas para el agua potable de ambos países palidecen en comparación con las de Canadá, donde en lugar de limitar sólo dos o tres formas de PFAS en el agua potable, contabilizan los 14.000 PFAS y limitan el número total a 30 nanogramos por litro", detalló O'Carroll. 

El estudio sugiere que la contaminación real de PFAS en los recursos hídricos mundiales podría ser mayor de lo que se sospecha. Esto se debe, en parte, a que solo monitoreamos y regulamos un número limitado de los 14,000 PFAS que existen, y también a que los niveles de PFAS en los productos de consumo son más altos de lo esperado. "Existe una cantidad realmente desconocida de PFAS que no estamos midiendo en el medio ambiente. Los productos comerciales como prendas de vestir y envases de alimentos contienen muchos más PFAS de lo que creemos", zanjó O'Carroll.