Los seres humanos no estamos concebidos para viajar a través del espacio. Y sin embargo, los avances tecnológicos han posibilitado que lo hagamos, aunque no hemos logrado, por el momento, llegar muy lejos. Ahora la carrera aeroespacial apunta a que próximamente, y de forma progresiva, podremos alcanzar lugares más remotos. El debate se ha centrado en conocer cuándo estaremos preparados a nivel tecnológico para asumir misiones espaciales cada vez más ambiciosas. Sin embargo, ésta no es la única problemática a la que nos enfrentamos.

"El espacio es un entorno hostil para los seres humanos", explica la doctora Angelique Van Ombergen, Jefa de Disciplina de Ciencias de la Vida de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) en conversación con El Independiente. Según detalla, la lista de amenazas y peligros para las tripulaciones espaciales es larga. Pero hay cuatro factores en concreto que son especialmente peligrosos. 

La gravedad alterada provoca cambios perjudiciales en varios sistemas fisiológicos como el cardiovascular, el musculoesquelético (músculos, huesos y articulaciones) o el visual, entre otros. La radiación espacial a la que están sometidos los astronautas, que es mucho más alta que la de la Tierra, les puede producir también múltiples complicaciones. Sucede lo mismo con el aislamiento y el confinamiento que experimentan, que causan problemas fisiológicos pero también psicológicos. Y por último, los viajeros espaciales ven alterados sus ritmos circadianos (el ritmo diurno y nocturno que tenemos).

El cerebro humano, uno de los órganos más complejos y desconocidos, también se ve afectado en el Espacio: se produce un desplazamiento de fluidos cerebrales, cambios en la materia blanca, disminución del volumen de la materia gris y un aumento del líquido cefalorraquídeo. Seis meses después de los vuelos, aunque muchos indicadores cerebrales de los astronautas suelen estar cerca de sus niveles iniciales, algunos todavía se mantienen lejos. Sin embargo, Van Ombergen sostiene que todavía no se sabe cómo interpretar clínicamente los resultados de estos estudios ni qué impacto real tiene todo esto en la cognición y el rendimiento cerebral.

Hasta ahora muchas de las investigaciones se han realizado sobre los astronautas que viajan a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés). Unos viajes que sirven como "banco de pruebas", al igual que los ensayos que se realizan desde la Tierra imitando las condiciones del Espacio exterior. "Juntando todo esto intentamos prepararnos para las próximas misiones lunares tripuladas. Y a partir de ellas, también aprenderemos mucho para las misiones a Marte, que son aún más exigentes en unos cuantos órdenes de magnitud, ya que son mucho más largas y están mucho más lejos", afirma Van Ombergen.  

Los límites conocidos y las incógnitas

Por ahora no conocemos mucho sobre el impacto de los viajes espaciales en personas de distinto sexo, raza o edad. Pero sí sabemos que la propia duración del viaje es un factor determinante. A corto plazo, el sistema neurovestibular y el cardiovascular son los más afectados. Si la misión se alarga, afecta más a los sistemas musculoesquelético (en particular los huesos) y al sistema visual, pero también empeoran los efectos de la radiación y el impacto psicológico. Cuando el viaje supera los seis meses de duración, los efectos en el cuerpo son toda una incógnita, porque apenas hay datos y precedentes.

"Las anteriores misiones al espacio y a la ISS eran cortas o tenían un apoyo o conexión muy fuerte desde la Tierra. Por ejemplo, la ISS está a sólo 400 km, y está constantemente conectada con la Tierra", asegura Van Ombergen. Y añade: "En las misiones de larga duración a Marte, esto se convertirá en un factor más importante. Las comunicaciones con la Tierra serán mucho más limitadas, e incluso podrían sufrir retrasos. Y la Tierra estará muy lejos, por lo que no habrá opciones de rescate o reabastecimiento. Además, los astronautas podrían sufrir monotonía y aburrimiento, especialmente en el tránsito a Marte y en la vuelta, por lo que hay que tener en cuenta todos los aspectos".

Sin embargo, recientemente los viajes a la ISS se han ido dilatando temporalmente, lo que está permitiendo recopilar datos muy valiosos sobre el impacto en el cuerpo humano. El récord, sin embargo, lo sigue ostentando desde 1995 el cosmonauta ruso Valeri Polyakov, que permaneció en el espacio 437 días ininterrumpidos. Actualmente el astronauta Frank Rubio, que despegó el 21 de septiembre de 2022, podría batir el récord de más tiempo en el espacio de un astronauta estadounidense. Hasta ahora está fijado en 335 días, pero los daños de la nave que deberían traerle de vuelta desde la ISS hacen que su llegada a la Tierra esté prevista para no antes del 27 se septiembre, cuando cumplirá 371 días en órbita.

La evidencia científica nos dice que la salud general de los astronautas se daña más por la duración de los viajes que por el número de éstos. Pero la falta de datos hace imposible, por el momento, saber si muchas misiones de corta duración pueden afectar incluso más que un solo viaje espacial muy largo. Y es que en el lanzamiento y en el aterrizaje los astronautas experimentan fuerzas de aceleración que también pueden generar un impacto en nuestro organismo.

El regreso a la Tierra

Una vez han finalizado las misiones, los astronautas vuelven a la Tierra, donde son controlados de cerca y asistidos por el servicio médico para garantizar que se readaptan sin problemas a la gravedad terrestre. Esto implica entrenamiento, fisioterapia y revisiones de seguimiento continuas. 

La mayoría de los efectos que experimentan en el Espacio son reversibles. Algunos, como los que sufre el sistema vestibular, se revierten de manera más rápida. Y otros, como los que se producen en el sistema óseo, de manera más lenta. Sin embargo, hay algunos efectos que todavía se desconoce si son reversibles. Lo ilustra Van Ombergen: "Es una cuestión logística. Lo ideal sería realizar un seguimiento de los astronautas durante años después del vuelo espacial, pero siendo realistas esto no siempre es posible. A veces los astronautas realizan otros viajes, se jubilan, se dedican a otras actividades profesionales... Y todo esto hace muy difícil realizar pruebas de seguimiento a largo plazo".

La experta considera que, aunque hay muchos puntos delicados, los principales que debemos resolver para poder realizar viajes espaciales tripulados de larga duración es hacer frente a la radiación espacial y al estrés mental asociado a ella. Y pone una fecha que considera que puede ser realista para solventar esos problemas y también todos los de nivel tecnológico y científico. "Cabe esperar que ocurra por primera vez en la década de 2040. Con empresas como SpaceX sabemos que las cosas son muy dinámicas y que los avances tecnológicos pueden producirse rápidamente", concluye.