El salón plenario de la Cumbre del Clima, la COP 25, que se ha instalado en Madrid parece el pleno de Naciones Unidas de Nueva York, sólo que quien daba paso esta mañana a mandatarios de todo el mundo era Pedro Sánchez. “¿No tenía que ser alguien de Chile?”, pregunta un veterano miembro de una ONG en esto de la cumbres del clima. “Sí, pero como se hace en España y no ha venido Piñeira..”, responde un compañero de prensa. La COP 25 estaba prevista celebrarse en Santiago de Chile, pero la situación del país obligó al país suramericano. El ofrecimiento de España para alojar la cumbre fue recibido como un balón de oxígeno por la ONU que veía peligrar un encuentro clave para la agenda de implementación del Acuerdo de París.

Con apenas un mes por delante la colaboración entre administraciones y la experiencia de IFEMA ha hecho posible que todo estuviera en orden para el funcionamiento de la cumbre. “Esto es un lío comenta”, comenta un técnico de una organización internacional. “Como en todas las cumbres, así que está todo en orden”, añade. Y, efectivamente, todo está en orden dentro del gigantesco despliegue que supone la cumbre.

El acceso de seguridad es tan engorroso como subirse a un avión, con una zona de embarque que es la de acreditaciones. Superados los accesos lo primero que llama la atención es que la cumbre del clima es una gran moqueta gris que cubre el suelo de todos los recintos.  Sobre esta moqueta se articula el multilateralismo mundial en dos partes. Por un lado la gran zona azul, donde tienen lugar el debate político y donde hoy Pedro Sánchez ha alimentado su figura de hombre de Estado y, por otra parte, la zona verde donde se encuentra los actores de la sociedad civil. Bajo este epígrafe tienen que convivir Ecologistas en Acción presentando sus demandas y Ana Botín en un coloquio.

Pasear por los pabellones de IFEMA durante la cumbre del clima no se diferencia mucho de pasear por estos espacios durante FITUR, la feria del turismo, salvo por la seguridad que hace rondas por los pabellones que la componen policías uniformados de la ONU. En la COP hay de todo, desde organizaciones que promueven hornos solares, fundaciones para animar el uso de la energía nuclear y hasta un Santa Claus sostenible que está encantado de ofrecer color a los medios con cámaras. Todo lo que no emita gases de efecto invernadero tiene cabida en la COP25. Nada que huela a combustibles fósiles, ni botellas de agua de plástico. A todo el que entra le regalan una botella de cristal que dice #deMadridydelgrifo, regalo de Canal de Isabel II.

Muchos países y diferentes agencias de la ONU disponen de stands propios en los que desarrollan actividades. Entre todos crean eventos, actividades y presentaciones para ocupar varios días de la agenda de cualquier mortal. 

A la cita de la COP no ha faltado el activismo, la calle se ha dejado sentir en el primer día de la cumbre. Un grupo de activistas cortó brevemente el acceso a la cumbre para desplegar su mensaje de urgencia climática, un mensaje que está tan metido en la cumbre que desdibuja la acción de los jóvenes de Extinction Rebellion. Con un Gobierno entregado a la causa les ha lucido más la acción del día a Greenpeace que ha modificado el eslogan del Ayuntamiento de Madrid. No perdonan la transformación de Madrid Central en Madrid 360.

El cielo azul limpísimo de Madrid de hoy, tras las lluvias del domingo, acompañaba al amanecer verde de la capital, y cuando más podía brillar el mensaje Madrid Green Capital (Madrid capital verde) los ecologistas cambiaron el mensaje por Madrid Grey Capital (Madrid capital gris). La cumbre dura dos semanas, es una carrera de fondo, y sólo al final se sabrá si de Madrid sale un compromiso firme para la descarbonización de acuerdo a las exigencias de la comunidad científica o si los políticos necesitan el empuje de la calle. Dos semanas da para mucha calle y mucho político. Bienvenidos a Madrid, pueden beber agua del grifo.