La sequía afecta ya a casi la mitad del territorio europeo. El 47% está en prealerta y el 17% en alerta, según el  Observatorio Europeo de la Sequía. Una situación que asoma a Europa a las amenazas que los científicos prevén para el futuro en caso de que siga avanzando el cambio climático. Países como Francia y Reino Unido no habían tenido nunca registros de sequía y altas temperaturas como los de este verano.

“Es una sequía extraordinaria, no es una situación habitual. Hay quien apunta que es la más intensa de los últimos 500 años, es difícil de poder concretarlo, pero sin duda es la más intensa de las últimas décadas”, afirma el climatólogo y portavoz de la Agencia Española de Meteorología (AEMET), Rubén del Campo

“No se puede atribuir al cambio climático la falta de precipitaciones de la misma manera como sí se pueden atribuir a las temperaturas, hay muchas variables que intervienen en el ciclo de lluvias, aunque el IPCC [Panel Internacional de Cambio Climático de la ONU] en su último informe apunta a una mayor frecuencia de sequías en Europa”, explica Del Campo. El incremento de la duración de los veranos, la mayor frecuencia de las olas de calor y el aumento de la temperatura que anuncia el IPPC redundan en un siglo que será el más seco. 

Las olas de calor de este verano, que sí sabemos que han sido por el cambio climático, se han juntado con la sequía y son fenómenos que se retroalimentan. “El calor ayuda a que haya más sequía porque hay más evapotranspiración, pero la sequía impulsa que la ola de calor sea más intensa porque un río seco o con menos caudal, y en general con menos humedad en el ambiente, hace que nos llegue más calor porque cuando hay humedad parte del calor se dedica a evaporar esa humedad o agua, y cuando hay menos humedad y agua la energía se emplea en calentar”.

Río Rin a a paso por Colonia en agosto de 2021 y 2022.

El resultado de la falta de precipitaciones y la mayor evapotranspiración se aprecia en el caudal de los ríos europeos que llevan un 27% menos de agua, de media, que habitualmente. Poco representa mejor la situación que atraviesa Europa que la paradoja de que Alemania -que ha vuelto a quemar carbón ante la ausencia del gas ruso- puede que no vea satisfecha su capacidad energética este invierno por la sequía. El menor caudal del Rin limita la carga de carbón en los barcos que necesitan acumular las centrales térmicas para el invierno. 

“Hay casos de ríos grandes con caudales muy bajos, como el Rin, que puede dejar de ser navegable, lo que tendría un gran impacto económico”, asegura Julio Barea, responsable de Agua de la organización ecologista Greenpeace. “Hay pueblos en Alemania con problemas de abastecimiento. Son países que no han tenido la necesidad de ahorrar agua porque la han tenido siempre. Ellos están usando aguas subterráneas porque nunca se han preocupado por el problema del agua y no se han preocupado por ahorrar agua, porque no lo han necesitado porque llovía. Pero esto ha cambiado y lo que era evidente ya no lo es tanto”.  

“Estamos en un momento clave en toda Europa: el cambio climático ya está aquí, las medidas de emergencia son necesarias, pero no resolverán el problema de fondo, debemos adaptarnos más profundamente”, afirma Luis Babiano, presidente de la Asociación de Operadores Públicos de Agua (AEOPAS). "Porque el agua es indispensable en todos los sectores económicos y para cualquier forma de vida, la sequía no puede gestionarse de forma aislada al conjunto de la planificación, es necesario incorporarla a cualquier planificación”, asegura. 

Barea observa algo positivo en esta situación lamentable: “Esto va a ayudar a comprender cómo es el problema de las sequías que en la Europa seca tenemos más presente. Las cosas van a cambiar, tenemos que adaptarnos lo antes posible”, asegura el ecologista.

El pantano de Sau, en el término de Vilanova de Sau (Barcelona) y que está al 39% de su capacidad.
El pantano de Sau, en el término de Vilanova de Sau (Barcelona) y que está al 39% de su capacidad. EFE/David Borrat.

Sequía pertinaz en España

La previsión de AEMET no augura nada bueno para el futuro inmediato de esta situación. “Se espera un otoño más seco en gran parte del continente europeo, pero en la península ibérica hay más probabilidades de que sea más seco todavía. Será un otoño con menos lluvias de las normales”, anuncia Rubén del Campo.

No son buenas noticias para España, cuyos embalses ya están por debajo del 50% de media y donde la agricultura cada año demanda más agua. En España el sector se ha transformado en las últimas décadas primando el regadío por su empuje económico, hasta el punto que se han extendido plantaciones de productos tropicales como el mango y el aguacate en regiones semiáridas. “El resultado lo estamos viendo, no hay agua y los agricultores están arrancando los árboles en la Axarquía [en Málaga, donde se ha producido un boom de cultivo del aguacate]”, asegura Barea. La sequía tiene un impacto directo sobre la producción de los cultivos, reduce las cosechas y encarece los productos agrícolas.

España está obligada por la situación del cambio climático a modificar su modelo de gestión del agua. “Nosotros en Greenpeace pedimos una transición hídrica justa que apoye a los pequeños agricultores, no a los fondos de inversión que hay detrás de las grandes explotaciones agrícolas que se van a ir de aquí en cuanto no haya agua. Ahora están en Murcia plantando tres cosechas al año, pero cuando no haya de donde regar porque han agotado los acuíferos y estén contaminados se irán a otro sitio”, afirma.

El Gobierno ha fijado el horizonte de 2030 para definir las directrices de cómo será la política de agua del futuro, siguiendo la obligación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que deberá "hacer más resiliente a nuestro país ante situaciones de sequía y aumento de temperaturas", situación previsible que los científicos del IPCC destacan harán de España un lugar más seco.