Cuenta Álvaro Gil-Nagel que descubrió su "paraíso" particular cuando se compró una finca en Villanueva de la Vera (Cáceres). Y no exagera. Se trata de un municipio de poco más de 2.000 habitantes, ubicado entre el río Tiétar y la cumbre de Gredos, rodeado de vegetación y conocido por su espectaculares gargantas. Pura naturaleza. Ahora, dice Gil-Nagel, hace demasiado calor allí. Como en casi toda España, en realidad. Pero el resto del año este madrileño asegura que se está "espectacular" en su finca extremeña. Por eso pasa tanto tiempo como puede allí, y planea incluso trasladarse a vivir definitivamente cuando se jubile y sus hijos no le necesiten más en la capital. 

Le sigue de cerca su perrita Molly mientras Gil-Nagel relata que, con el paso de los años, las fincas de su alrededor comenzaron a ocuparse de gente que, igual que él, venían buscando un sitio para desconectar y lo encontraron. Entre sus vecinos hay varios de Madrid (no en vano, este "paraíso" está a sólo dos horas de la capital), pero también otros llegados desde distintas ciudades de España e incluso de países como Alemania o Inglaterra. Algunos viven allí de manera permanente, y el resto pasan allí todo el tiempo que pueden. Alejados del estrés de las grandes ciudades, nada les perturba. O casi.

"Siempre hemos tenido la amenaza del fuego. Pero el año pasado fue terrorífico por los incendios. Tuvimos algunos a un kilómetro de distancia de nuestras casas, e incluso algunos vecinos tuvieron que ser evacuados", rememora Gil-Nagel. En ese momento se dieron cuenta de que no podían seguir por ese camino. Por eso ocho familias de la zona decidieron unirse y crear la Asociación Albura para "autoprotegerse" del fuego. Para estar, en definitiva, todo lo preparados que se puede estar contra algo tan imprevisible como son los incendios.

Empezaron a investigar qué podían hacer, contactaron con algunos expertos para que les asesoraran y acabaron elaborando una memoria técnica de prevención de riesgos contra los incendios, que ha sido aprobada por la Junta de Extremadura. "Ellos entienden que nuestra asociación debe ser la primera en hacer algo así", sostiene Gil-Nagel, que explica que el objetivo es que se constituyan más agrupaciones parecidas en las regiones amenazadas por los incendios. No tienen, al menos por el momento, la idea que se su asociación crezca mucho en número, porque temen que podría convertirse en algo ingobernable.

La zona donde viven estas ocho familias está catalogada como de riesgo nivel 4 por incendios, el más alto que existe. Durante el año las precipitaciones son abundantes, pero en verano la masa forestal se seca de tal manera que se convierte en un combustible perfecto para el fuego. Cualquier conato puede provocar un desastre. Por eso uno de los principales objetivos de la Asociación Albura fue hacer partícipes a las administraciones para trabajar juntos.

"Los vecinos desbrozado nuestras fincas, y hemos construido zonas de seguridad para tener un sitio donde podamos protegernos", detalla Gil-Nagel, que añade que también están terminando de elaborar un plan de formación contra el fuego. Por su parte, la Junta de Extremadura les ha ayudado acondicionando los caminos por los que los vecinos tendrían que ser evacuados en caso necesario y construyendo piscinas para que los bomberos puedan conectar las mangueras si lo necesitan.

Lo cierto es que el camino para llegar hasta las casas sigue siendo bastante tortuoso, y está plagado de profundos baches. Varios vecinos aseguran que las lluvias que sufrieron hace unas semanas no les han sentado bien, y por eso explican que "aún no están acabados". Pero se muestran convencidos de que el trabajo que ha realizado la Junta ha servido para mejorarlos. Cuentan que antes "ibas todo el camino tocando las zarzas de los laterales con los dos espejos del coche". Pero ahora se ha ampliado el ancho (en algunas zonas llega ya hasta los cuatro metros), y se han acondicionado lugares para que puedan cruzarse varios coches, e incluso dos camiones de bomberos.

"Cuando íbamos de uno a protestar no conseguíamos nada, pero si vamos 16 personas y con un plan de compromiso es otra cosa", afirman desde Albura. En total, desarrollar este plan les ha costado unos 1.000 euros entre las ocho familias. Pero la seguridad y la preparación que han ganado está muy por encima de ese precio. "Antes si el fuego nos venía de abajo no teníamos manera de escapar, y arriba hay un puente que es una encerrona. De hecho, viendo mapas de la zona vimos caminos cerrados por la maleza que ahora hemos abierto", comentan los vecinos.

Megaincendios

"Los incendios son cada vez más agresivos. Hay cada vez más oleadas de fuegos extremos, de comportamiento explosivo y, en muchas ocasiones, que se producen de manera simultánea, lo que complica su extinción", explica Lourdes Hernández, experta en incendios forestales de la organización ambiental WWF. Y añade: "La escalada de estos megaincendios desde 2017 es muy clara. En ocasiones queman entre 3.000 y 4.000 hectáreas por hora. Y son imparables, por más medios que se pongan para neutralizarlos. Por eso son verdaderas emergencias sociales que ponen riesgo vidas". 

Las razones son varias. Por un lado la crisis climática está provocando condiciones de temperaturas extremas, olas calor, bajo porcentaje de humedad, sequías… Y todo esto debilita a las masas forestales y las estresa, porque disminuye su reserva hídrica, lo que provoca que la vegetación sea más "inflamable". Este problema ha actuado como "catalizador" para un segundo, que es que el éxodo rural que provocó que muchas zonas agrícolas quedaran abandonadas ha provocado que las masas forestales hayan crecido en un contexto "de no gestión y de abandono", lo que las ha convertido en un "auténtico polvorín". 

"Ante todo esto las administraciones siguen actuando igual que hace 50 o 60 años, cuando ha cambiado todo. La política de extinción de incendios es insuficiente y está obsoleta. Por más hidroaviones que tengamos no seremos capaces afrontar y reducir la agresividad incendios. Los bomberos dicen que no pueden actuar en los fuegos de más de 10.000 kW por metro cuadrado. Para que nos hagamos una idea, la energía del incendio Portugal de 2017 llegó a los 140 kW. Y El de Sierra Culebra de 2022, a los 90 kW. Los equipos no tienen nada que hacer, se están jugando su propia seguridad.", asegura Hernández.

Como solución desde WWF proponen tres cosas. Lo explica Enrique Segovia, director de conservación de la organización: "Lo primero es poner en marcha una estrategia estatal de prevención de incendios consensuada con el Gobierno y con las CCAA, porque debe tener una aportación económica, que debe salir de los presupuestos generales del Estado. La segunda iniciativa es ayudar al medio rural. Hay una ley de desarrollo sostenible que quedó aparcada en 2007, convendría actualizarla y dotarla de presupuesto. Y lo tercero es un mensaje a la ciudadanía. Hay que aprender a convivir con el fuego, que también es una herramienta de gestión. Por eso hay que promover medidas de autoprotección".