El pasado 3 de febrero un tren de carga de la compañía Norfolk Southern descarriló en la localidad de East Palestine (Ohio, EEUU). Fue un accidente grave. Y la razón es que 20 de los vagones afectados contenían sustancias "peligrosas" según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés). Entre ellos había etilenglicol, acrilato de etilhexilo, acrilato de butilo, isobutileno y gas de cloruro de vinilo, empleado para la fabricación de plásticos y potencialmente cancerígeno.

El descarrilamiento provocó un incendio y una explosión que lanzó una bola de fuego a casi un kilómetro de altura. Hasta el lugar se desplazaron más de 50 dotaciones de bomberos, que intentaban controlar unas llamas visibles desde kilómetros de distancia. Todas las viviendas ubicadas en un radio de un kilómetro desde el lugar del accidente fueron evacuadas de inmediato. Y el resto de los casi 5.000 habitantes de East Palestine recibieron la orden de refugiarse en un primer momento, aunque finalmente fue necesario evacuar a 2.000 vecinos.

Para tratar de controlar la situación y minimizar los daños tres días después del suceso, el lunes 6 de febrero, Norfolk Southern tomó la decisión de efectuar una "quema controlada" del gas y del resto de los productos químicos que contenían los vagones. Pero ya era tarde, porque el accidente había producido una liberación de gases tóxicos y un vertido de productos contaminantes a un río cercano.

Decenas de peces aparecieron muertos a las pocas horas. La incertidumbre entre la población era máxima y las noticias que iban saliendo, contradictorias. Y aunque nadie sabía en ese momento la magnitud real de la situación algunos medios no dudaron en hablar de un nuevo Chernóbil en Ohio. Declaraciones como las de Silverio Caggiano, exjefe de Bomberos del estado, parecían sustentar ese discurso. Y es que avisó que se podría producir una crisis medioambiental y sanitaria cuyos efectos podrían permanecer latentes entre 15 y 20 años.

Ese contexto fue perfecto para que proliferaran todo tipo de bulos que enturbiaron aún más todo. La agencia EFE pudo verificar que dos de los que más repercusión tuvieron eran falsos. El primero de ellos mostraba una impresionante nube tóxica que, supuestamente, se había instalado encima de la ciudad después de que se liberaran las sustancias contaminantes. Pero en realidad se trataba de una fotografía tomada en Portland, que circula por las redes al menos desde 2022.

El segundo bulo se trataba de un vídeo donde se veían unas imágenes de un tren circulando por unas vías muy deterioradas, que supuestamente eran de la misma zona donde se había producido el accidente pero en realidad fueron grabadas en 2017 a más de 300 kilómetros de distancia del lugar del descarrilamiento.

¿Cómo de grave fue realmente el accidente?

Meses después del suceso, sabemos un poco más. Por ejemplo, de las causas del accidente. La versión oficial apunta a que fue un fallo en los rodamientos. Pero algunos empleados de la compañía aseguraron a CBS, una cadena de televisión estadounidense, que el tren ya había experimentado fallos mecánicos en los días previos al descarrilamiento. Y apuntaron que transportaba además una carga excesiva: 151 vagones que tenían un peso total de unas 18.000 toneladas.

En las semanas posteriores un centro médico privado del estado de Ohio afirmó que estaba atendiendo a multitud de pacientes que compartían síntomas parecidos: sensación de quemazón al respirar, erupciones cutáneas, debilidad general... Y una portavoz del centro señaló directamente a las sustancias liberadas a raíz del descarrilamiento como las responsables. Pero, ¿hasta qué punto estuvo en peligro la población realmente?

El Independiente ha trasladado esa misma pregunta a la EPA. "Durante las primeras horas de la respuesta de emergencia existía la posibilidad de que las poblaciones cercanas se vieran expuestas a sustancias químicas volátiles. La EPA llegó al lugar y estableció una red de vigilancia del aire pocas horas después. Y seguimos confiando en que la calidad del aire en East Palestine es segura y que la salud de los residentes sigue estando protegida", explicaron desde la propia agencia.

El vertido de las sustancias tóxicas en arroyos cercanos provocó finalmente que más de 40.000 peces murieran, según datos oficiales. Pero la EPA insiste en que "no ha identificado" ninguna sustancia química preocupante en el suministro local de agua potable relacionada con el descarrilamiento a lo largo del proceso de muestreo del agua. En total se han limpiado 89.000 toneladas de residuos sólidos y más de 100 millones de litros de agua.

Sobre la comparación con Chernóbil, la agencia estadounidense tiene clara su postura: "La EPA no ve similitudes entre el descarrilamiento del tren de East Palestine y Chernóbil. El desastre de Chernóbil fue un accidente nuclear masivo que ha dejado inhabitables muchas pequeñas comunidades de Ucrania hasta el día de hoy. El incidente de East Palestine no fue un desastre nuclear y no debe compararse como tal".

Y añadieron: "Aunque la limpieza del lugar del descarrilamiento y de los arroyos locales continúa, no se espera que este desastre tenga repercusiones duraderas como las de Chernóbil. La EPA está supervisando los trabajos de limpieza para devolver el lugar a las condiciones anteriores al descarrilamiento".

Responsabilidad de la operadora ferroviaria

Donald Trump se trasladó días al lugar donde sucedió el accidente para valorar en primera persona la situación. Joe Biden también dijo que lo haría, y aunque nunca acabó cumpliendo con su promesa apuntó directamente a Norfolk Southern, la compañía operadora del tren, como la culpable. Y la responsabilizó de encargarse de la limpieza de la zona afectada.

"Es de sentido común. Este es su desastre. Deberían limpiarlo", declaró el presidente de EEUU al tiempo que aseguraba que seguiría apuntando a las empresas ferroviarias cuando "no prioricen la seguridad". Por su parte, la EPA emitió también varias órdenes para obligar a Norfolk Southern a encargarse de las labores de limpieza y también de monitoreo de los productos contaminantes.

La empresa ferroviaria aceptó su responsabilidad. Alan Shaw, CEO de la compañía, se comprometió ante el Senado estadounidense a limpiar el lugar "de forma segura y urgente", y prometió que estaba "dispuesto a arreglarlo". Desde entonces Norfolk Southern ha seguido hasta el día de hoy limpiando la zona, compensando económicamente a las empresas y personas afectadas e invirtiendo en la comunidad.

Pero no parece ser suficiente. El estado de Ohio ha denunciado a la compañía, que podría haber incumplido numerosas leyes del estado y haber violado la Ley Integral de Respuesta Ambiental, Compensación y Responsabilidad. "Este descarrilamiento era completamente evitable", afirmó el fiscal general de Ohio, Dave Yost, que se mostró preocupado de que "Norfolk Southern esté poniendo los beneficios de su compañía por encima de la salud y la seguridad de las ciudades y comunidades en las que operan".

¿Cómo está actualmente el lugar del accidente?

En la actualidad se continúa monitoreando la calidad del aire y del agua de la zona, y se están recolectando muestras de sedimentos y del suelo contaminado para evaluar los impactos del descarrilamiento. La calle Taggart, una de las más cercanas al lugar del accidente, permanece aún cerrada al público.

No obstante, la EPA es optimista: "Está previsto realizar trabajos de restauración adicionales para devolver los arroyos a su estado anterior al descarrilamiento en condiciones que no sean de emergencia. La limpieza de sedimentos ha mostrado una mejora significativa de la calidad del agua y una reducción de la contaminación residual. Estamos empezando a ver peces que vuelven a zonas del arroyo que estaban vacías de vida acuática tras el descarrilamiento".