La Guerra de Gaza ha desplazado las acciones de activistas climático y ecologistas hacia su interés. El movimiento climático no se ha mantenido al margen del conflicto que está aniquilando a los habitantes de lo que queda de la Franja de Gaza y ha reconducido su actividad para denunciar lo que todos consideran un genocidio.
Los activistas se han sumando a movilizaciones por todo el mundo, desde acciones de Greenpeace España tiñendo de rojo sangre la fuente de Neptuno a Greta Thunberg a punto de ser bombardeada por Israel en la flotilla de Gaza o activistas de Just Stop Oil protestando con banderas palestinas durante la actuación de Israel en Eurovisión.
"Sí estamos desviando esfuerzos de las crisis climática porque estamos priorizando una cosa sobre otra", afirma contundente el activista de Extinction Rebellion, Víctor de Santos. "Necesitamos acción climática. Sí, y y seguimos luchando por ello, seguimos protestando por ello, pero también necesitamos que se paren los genocidios y las guerras. Todo está relacionado, el dinero que se está poniendo en armas, el dinero que se está va en el aumento del gasto militar se podría destinar a a mejoras sociales, a prepararnos a preparar nuestro país mejor con contra la crisis, los fenómenos de la crisis climática y a reducir las emisiones", añade.
El ecopacifismo, un 'matrimonio' histórcio
Su movilización contra la guerra de Gaza les nació "de manera orgánica", en cuanto vieron "la magnitud del de lo que estaba ocurriendo se movilizaron". "El cambio climático no es un fenómeno físico que no tiene nada que ver con la sociedad, la catástrofe climática son decisiones políticas y decisiones de cómo se decide que funcione el mundo", explica De Santos.
Su manera de pensar no es nueva: el matrimonio entre ecologismo y pacifismo está en la raíz del movimiento verde que desde la segunda mitad del siglo pasado se ha extendido hasta hacer de ello un eje de las políticas públicas, especialmente desde que la amenaza del cambio climático es más patente.
La traumática Guerra de Vietnam (1955-1975) fue un catalizador clave en el nacimiento, en la década de 1970, de una generación de activistas que conectó la defensa del medio ambiente con la lucha por la paz y contra el militarismo de los gobiernos. De ese espíritu, a menudo vinculado también a la experimentación del amor libre y las drogas, nació Greenpeace. Lo hizo en un contexto marcado por una ola global de movimientos sociales, contracultura juvenil y protestas contra la guerra, especialmente en Estados Unidos y Canadá.
Greenpeace vio la luz en 1971 en Vancouver (Canadá) cuando un grupo de activistas, muchos de ellos involucrados previamente en movimientos contra la guerra de Vietnam y en favor de los derechos civiles, decidieron protestar contra las pruebas nucleares estadounidenses en la isla Amchitka de Alaska. Este grupo inicial incluía ex miembros de movimientos pacifistas e incluso objetores de conciencia de la guerra. El nombre original del grupo fue “Don’t Make a Wave Committee”, y su lema era “Peace” (paz). Luego combinaron los términos “Green” (por el medio ambiente) y “Peace” para formar “Greenpeace”, reflejando su doble compromiso con la paz y el medio ambiente.
Uno de aquellos fundadores era Paul Watson, que sigue siendo hoy un activista incombustible a sus 74 años. “La guerra es el destructor definitivo del medio ambiente. Cuando fundamos Greenpeace, existía una conexión entre ambos conceptos”, reconoce Watson en declaraciones a El Independiente. “El Sierra Club aportó el aspecto ecológico y los cuáqueros contribuyeron con la paz. De ahí nació 'Greenpeace'”, evoca. Unas señas de identidad que Watson, aún en las trincheras, vuelve a ver ahora en esta nueva oleada de activismo medioambiental que como vasos comunicantes empuña también la bandera de los derechos humanos y la batalla antibelicista.
Siempre he dicho que nuestro deber como ecologistas es, ante todo, proteger a la humanidad de la locura de la humanidad
“Es perfectamente comprensible que la compasión por el planeta vivo implique compasión por todos los seres vivos, incluidos los seres humanos. Lo que está ocurriendo ahora en Gaza y Ucrania, en Sudán y en tantos otros lugares del mundo es el reflejo de nuestra patología destructiva”, responde Watson, centrado en la defensa de la vida marina, especialmente en la oposición a la caza de ballenas por parte de Japón e Islandia a través de la Captain Paul Watson Foundation. “Tengo tripulantes que trabajan para rescatar refugiados del mar, tengo un tripulante sobre el terreno en Ucrania rescatando animales de la guerra y tengo tripulantes trabajando para llevar ayuda a Gaza. Siempre he dicho que nuestro deber como ecologistas es, ante todo, proteger a la humanidad de la locura de la humanidad. La paz y el medio ambiente siempre han ido de la mano”, apostilla el activista que Japón quiere encarcelar por su defensa de las ballenas.
Greenpeace, en un mundo complicado
Han pasado más de 50 años desde el nacimiento de Greenpeace y el aparataje institucional de una organización global no tiene la libertad de movimientos de pequeñas organizaciones o la del propio Paul Watson desvinculado de la organización precisamente para actuar sin ataduras en su lucha contra los balleneros japoneses.
Eva Saldaña, directora de Greenpeace España, tuvo claro que la organización en España tenía que apoyar el cese de los bombardeos a Gaza, porque “Greenpeace tiene en su misión, en su marca y en sus raíces el promover la paz”, si bien con los años, reconoce, el peso de lo green ha superado al de lo peace. Pero la decisión no fue sencilla a nivel internacional porque otras oficinas tenían dudas. De entrada implicarse en este conflicto necesita el visto bueno de las oficinas en la zona de conflicto: hay una oficina en Tel Aviv y otra en Beirut.
Esta situación creó cierta parálisis, pero fue precisamente, la nueva sangre ecologista de Greta Thunberg la que aceleró el debate. A finales de 2023 la activista creadora de Fridays For Future abrió una brecha entre el ecologismo de países como Alemania y Países Bajos donde el respaldo a Israel es muy fuerte. En una manifestación en Ámsterdam un manifestante recriminó a Thunberg su posicionamiento en el conflicto dejando de lado la protesta climática.
Ese proceso afectó a Greenpeace, pero que aceleró la implicación de la organización: Se adaptó una posición consensuada y cada oficina la llevó a su realidad sociopolítica. España no tardó en mandar un mensaje pidiendo el cese el fuego, en inglés, con una pancarta, en el museo Reina Sofía de Madrid, ilustrada con una imagen tomada por el fotoperiodista gazatí Belal Khaled.
Al igual que el resto de la sociedad la organización evolucionó para tener un posicionamiento más "contundente", hablando de "genocidio" y respeto al derecho internacional. “Siempre mirando a las dos partes, siempre hemos hablado de la vuelta de de los rehenes, siempre hemos hablado de que de lo hizo Hamás tampoco se puede tolerar. No hay un posicionamiento de una parte u otra, sino hay una apuesta por construir la paz”, afirma Saldaña.
Nuevo ecopacifismo
La implicación de Greta Thunberg en la causa palestina no llegó de un día para otro, responde a un proceso de maduración de la que fuera niña activista, que ya tiene 22 años. Tras convertirse en un icono de la sensibilización contra el cambio climático, se ha volcado desde hace dos años en luchas conectadas con los procesos de descolonización pendientes en el mundo, desde Palestina hasta el Sáhara Occidental -la ex provincia española ocupada por Marruecos- o los kurdos, el mayor pueblo sin nación del planeta repartidos entre las fronteras trazadas por el colonialismo entre Siria, Turquía, Irán e Irak. En el último año, ha sido detenida en varias ocasiones durante protestas propalestinas en ciudades como Malmö, Copenhague y Estocolmo. Ha visitado, además, los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia) y el Kurdistán.
“Luchamos contra los mismos sistemas. Son los mismos sistemas que alimentan el colonialismo y las ocupaciones que alimentan también la explotación capitalista y la sobreexplotación de la naturaleza y de los seres humanos. Y todos los que tienen una plataforma, todos los que tienen la posibilidad de actuar tienen que alzar la voz, difundir la conciencia sobre el Sáhara Occidental y el pueblo saharaui, y unirse a los llamamientos por un Sáhara Occidental libre. Simplemente no tenemos otra opción”, señalaba a principios de año Thunberg en una entrevista a El Independiente. “Por supuesto, su lucha es nuestra lucha. Nadie es libre hasta que todo el mundo lo es. Y mientras haya gente sufriendo, tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano para poner fin a ese sufrimiento”.
Thunberg, que siendo adolescente inspiró los Fridays for Future y se convirtió en aldabonazo de una generación preocupada por los estragos del cambio climático y la salud del planeta, insiste ahora en que “no existe justicia climática sin derechos humanos” y carga contra Marruecos o Israel por sus políticas de ocupación. “Resulta difícil encontrar ejemplos más claros de la injusticia climática y, por supuesto, la sobre extracción y el saqueo de los recursos naturales que Marruecos está llevando a cabo, que van de la mano con la ocupación y que es en sí misma una etapa de la ocupación. Como activistas por el clima deberíamos preocuparnos y hablar de cuestiones como el Sáhara Occidental, el conflicto y la ocupación porque, en última instancia, nos apasiona y nos importa el bienestar humano y acabar con las injusticias, ya sean sociales o climáticas”, argumenta.
A principios de mayo Thunberg comunicó su intención de sumarse a la Flotilla de la Libertad rumbo a Gaza, con el propósito de romper un bloqueo israelí que durante los dos últimos meses ha impedido el acceso de ayuda humanitaria al enclave palestino. Tenía previsto embarcarse en el buque Conscience en Malta. Sin embargo, el 2 de mayo de 2025, antes de que pudiera abordar, el barco fue atacado por drones en aguas internacionales cerca de Malta, lo que provocó un incendio y daños significativos en el casco, sin que se registraran heridos entre las personas a bordo.
Una senda que también han recorrido los urdidores de Just Stop Oil, el movimiento ambientalista del Reino Unido que trata de poner la crisis climática y su urgencia en el debate público mediante la desobediencia civil no violenta. Miembros del grupo han creado Youth Demand y han centrado sus acciones recientes en la protesta contra la masacre israelí en Gaza, con más de 53.000 asesinados.
Durante la final del festival trataron de irrumpir en la actuación de la candidata israelí en Eurovisión y han llegado a hacer un escrache en el domicilio del ministro de Exteriores británico, el laborista David Lammy, para evitar la participación de Israel. “Nos impulsó la rabia de ver el genocidio del pueblo palestino. Pero, en última instancia, estas cuestiones están interrelacionadas”, explicaba esta semana a este diario David Currey, uno de los autores de la acción en Eurovisión. “La crisis climática y el genocidio en Palestina son solo síntomas del mismo sistema político y económico quebrado, en el que las mismas empresas que están incendiando el sur global se benefician del genocidio del pueblo palestino”, argumentaba.
Futuro Vegetal el colectivo que más ha arriesgado en España con sus acciones de protesta, también se sumó rápido a la corriente contra el genocidio de Israel a los palestinos de Gaza. En Ibiza actuaron contra el hotel Leonardo Royal Hotel arrojado pintura contra la entrada. Denunciaban “la complicidad de Leonardo Hotels con el genocidio que sufre el pueblo palestino, llegando incluso a ofrecer descuentos y prestaciones gratuitas a los soldados del ejército de ocupación sionista o a construir hoteles en el territorio ocupado”.
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2 Comentarios
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hace 5 minutos
Gretina es una activista profesional y se alquila al mejor postor. Debe ser valiosa cuando la contratan. También creo que Gretinita le ha cogido gusto al chorizo de Almendralejo y de ahí su furor al defender la causa de unos terroristas asesinos. O sea, que esto tiene un nombre de cuatro letras que empieza por p y termina por a.
hace 12 horas
Como de costumbre está gente de Greenpeace lanzando las clásicas consignas de q todos son iguales etc, etc..
Por mucho q diga su directora en España, muy poquito se le ha visto manifestarse contra la actuación de Hamas contra «su pueblo», ni contra los asesinatos de hace 2 años, ni contra los coches bomba o los almacenamientos, en casas, hospitales, escuelas y demás de armamento x parte de esa banda. Que no nos cuenten «historias».