Este jueves, en el salón Velázquez del Hotel Intercontinental de Madrid, había más cámaras que en muchas ruedas de prensa de Moncloa. No era para menos: después de su biopic y su docuserie, Bárbara Rey presentaba sus memorias. Lo que no estaba previsto es que la política nacional, tan amiga del vértigo y la improvisación, le robara el foco. A la misma hora en que la vedete de Totana narraba entre lágrimas y sonrisas su relación con Juan Carlos I, el país entero digería el estallido del caso Santos Cerdán, ya ex secretario de Organización del PSOE. La historia de pasiones y traiciones que Bárbara ha decidido contar en Yo, Bárbara (Plaza & Janés) coincidía, sin buscarlo, con otra sobre lealtades truncadas, secretos y habitaciones cerradas. Pero solo una de las dos había conmocionado la agenda del día.
Nada de eso impidió, sin embargo, que Bárbara Rey hiciera su entrada vestida de blanco, ante una multitud de reporteros y amigos –no faltó Chelo García Cortés, la de la noche de amor–. Entre aplausos, flashes y alguna pregunta sobre el emérito ("tengo un par de cosas que decirle"), la artista ha desgranado en conversación con las periodistas Paloma Barrientos y Beatriz Cortázar y la presentadora Bea Archidona las claves de su vida pública y privada. No faltaron alusiones a Ángel Cristo, a quien acusa de violarla y maltratarla con una pistola en la mano; ni a los mensajes grabados del rey Juan Carlos; ni a sus amores con Alain Delon, Paquirri o el futbolista Carles Rexach. También hubo espacio para un chileno fugaz, Christian, que en un mes le cambió la vida.
"He dormido más en portales que en palacios"
Reina del destape, vedete, domadora, actriz, musa kitsch, Bárbara Rey ha sido muchas cosas y ahora, con 74 años, se presenta como autora. En el salón del hotel, abarrotado, se mostró teatral, emotiva y desafiante, alternando lágrimas con frases de efecto. Leyó algunos pasajes con voz temblorosa y reivindicó el derecho a contar su vida sin pedir perdón "He dormido más en portales que en palacios. En palacio he estado de paso", dijo ante los micrófonos, en una frase que podría figurar al pie de cualquier fotograma suyo de los 70. En el libro, asegura, no lo cuenta todo. Por respeto, por miedo o por estrategia, hay episodios que aún guarda para sí. "Mi situación personal y mal influenciada me llevó a grabar mi relación con el rey, pero en mi fuero interno no lo hubiera hecho", confesó entre lamentos.
También deja claros sus límites: "Hay cosas que he tapado por respeto". Y sus advertencias: "No he recibido 600 millones. No vivo del dinero de los españoles. Vivo de mi trabajo y pago a Hacienda". Al rey emérito le dedica páginas cargadas de ambivalencia: ternura, decepción, sarcasmo. Asegura que fue él quien puso fin a la relación, "porque quería quitarse problemas de encima", y que le aconsejaría ahora "que se quede tranquilo y no se amargue la vida". A la reina Sofía, en cambio, la excluye por completo del relato: "No tiene nada que ver con mi vida".
"Mi Sofi" a escena: "Ha llorado mucho"
Su hija, la DJ Sofía Cristo, la ha compañado en el acto y ha subrayado lo doloroso que ha sido revivir los episodios de violencia que relata su madre. "Ha llorado mucho. Es más fuerte de lo que imaginamos". De su hermano Ángel Cristo Jr, que rompió públicamente con ambas hace más de un año, prefirió no hablar: "No voy a decir nada", pero ha confirmado que ambas "duermen tranquilas"
El libro, con una tirada inicial de 30.000 ejemplares, se inscribe en una nueva ola de memorias femeninas donde las figuras públicas toman el mando de su relato después de décadas de habladurías. Pero en este caso, como tantas veces en la historia de Bárbara Rey, el centro de atención parece desdoblarse. La mujer que fue domadora, actriz, amante real, musa del destape y azote del poder mediático vuelve a escena en su papel más vulnerable: el de madre asediada por una tormenta ajena.
En otro día, la presentación de Yo, Bárbara habría acaparado horas de tertulias y carruseles informativos. Pero este jueves, el país estaba pendiente de otros secretos. Mientras Bárbara Rey reclamaba su lugar en la historia del corazón, la política ofrecía un nuevo episodio de su propia telenovela. El foco, caprichoso como siempre, había cambiado de canal.
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