El lunes, Tamara Falcó sorprendió en Instagram con una fotografía poco habitual en ella: tumbada boca abajo en una colchoneta, flotando en una piscina, sin parte superior del biquini. Una imagen luminosa, sin artificio, que forma parte de un carrusel vacacional y que condensa el tono de su verano: el más libre y feliz que se le recuerda en años. No es solo una foto: es la metáfora de un tiempo de calma tras meses de presión por la maternidad, un verano en el que ha aprendido a soltar lastre.

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El descanso que lo cambió todo

El punto de inflexión llegó a finales de junio, cuando la hija de Isabel Preysler confesó en una entrevista con InStyle que había decidido parar el proceso de fertilidad al que se había sometido poco después de casarse con Íñigo Onieva. “Me encontraba saturada. Me estaba afectando”, admitió, antes de añadir que dejaba el asunto en manos de Dios y que podía sentirse realizada también sin ser madre. Era una confesión íntima y, a la vez, pública: Tamara no escondía su deseo de tener hijos, pero tampoco la fatiga que la búsqueda le había provocado.

La decisión de detenerse, lejos de sonar a derrota, se convirtió en un acto liberador. El descanso en su objetivo de ser madre abrió espacio para un verano distinto, menos programado y más ligero, compartido con Íñigo y con su familia.

Bodas de algodón en Provenza

Apenas unas semanas después, el 8 de julio, la pareja celebró su segundo aniversario de boda. Para la ocasión, eligieron La Provenza francesa, donde se refugiaron durante un fin de semana. Ni ella ni Íñigo compartieron fotos del viaje, en contraste con la carta abierta que Tamara publicó después: un mensaje cargado de fe y gratitud en el que reconocía luces y sombras del matrimonio, pero sobre todo un deseo de seguir creciendo juntos. “Te quiero muchísimo y ojalá lleguemos al cielo de la mano juntitos”, escribió, subrayando la complicidad que ha marcado su relación tras las turbulencias de los primeros meses de compromiso.

El regreso a Madrid, intermedio de sus vacaciones, les mostró relajados y cómplices. Cena en El Qüenco de Pepa, paseos discretos por la capital, incluso apariciones sociales en las que las sonrisas de ella contrastaron con el gesto más serio de él. Aun así, la estampa transmitía estabilidad y un momento dulce para ambos.

El álbum familiar

El verano de Tamara también ha estado marcado por los gestos hacia su familia. El 1 de agosto sorprendió a su hermana Chábeli Iglesias con una serie de fotografías inéditas: instantáneas de infancia, veranos con Isabel Preysler y retratos entrañables con Julio Iglesias en su jet privado. Una ventana a la intimidad de los Iglesias-Preysler, que Tamara compartió con la misma naturalidad con la que había mostrado días antes un posado en bikini desde la piscina de la casa materna en Puerta de Hierro.

En esas publicaciones, acompañadas de frases sencillas como “Sumergida en sol, flotando en calma”, parecía asomar la nueva disposición de ánimo de la marquesa: menos presión, más disfrute.

El paraíso con Íñigo e Isabel

El capítulo más espectacular del verano llegó en agosto, con las vacaciones en Maldivas. Tamara viajó allí con Íñigo y con Isabel Preysler, consolidando la reconciliación entre su madre y su marido tras etapas complicadas. La familia eligió uno de los complejos más exclusivos del archipiélago, con yate privado, spa y hasta una colonia de delfines residentes.

En sus redes, la marquesa compartió estampas idílicas: paseos en lancha, cenas con vistas al mar, buceo entre tiburones y mantarrayas. El relato de lujo presumiblemente patrocinado se mezclaba con el de complicidad, tanto en pareja como en familia. Isabel y Tamara posaban con looks informales, relajadas, demostrando que incluso en los lugares más remotos el estilo puede ser natural.

La escapada fue también una postal de unión: no hubo espacio para polémicas, sino para reforzar vínculos y mostrar que la calma personal había alcanzado incluso el territorio familiar, tantas veces escenario de tensiones.

Entre la piscina y la bodega

El verano terminó con un gesto cargado de memoria: el lanzamiento del primer vino ecológico de las bodegas Marqués de Griñón, un proyecto impulsado por Tamara y sus hermanos en homenaje a su padre, Carlos Falcó. “Un brindis al espíritu pionero que nos enseñó a innovar sin perder nuestras raíces”, escribió la marquesa en Instagram. Con una copa en la mano, compartió el orgullo por un proyecto familiar que combina tradición y modernidad, y que prolonga el legado del marqués en clave contemporánea.

Mirado con perspectiva, este verano de Tamara Falcó ha sido un álbum en varios capítulos: la renuncia temporal a la presión de la maternidad, el viaje romántico de aniversario, las muestras de afecto familiar, las vacaciones paradisíacas y el proyecto enológico. Un mosaico que culmina en la imagen de este lunes de plácida rentrée: el topless espontáneo, flotando boca abajo en la piscina, como quien ha aprendido a dejarse llevar. No es un gesto de provocación, sino una declaración. Tamara Falcó se ha mostrado más libre, más ligera y más feliz. En este verano, ha aprendido a flotar.

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